por Daniel Mitchell
Dan Mitchell es académico titular del Cato Institute.
Mitt Romney fue criticado por sus comentarios,
grabados a escondidas, acerca del 47 por ciento de electores que
automáticamente respaldarían a Barack Obama porque no pagan el impuesto federal sobre el ingreso
y por lo tanto se ven como beneficiarios de un Estado grande. Creo que
Romney trajo a colación una cuestión importante, pero utilizó la
estadística equivocada y saltó a las conclusiones erróneas.
Si, casi la mitad de los hogares no pagan el impuesto federal sobre el
ingreso y hay un riesgo de una dinámica política malsana si las personas
empiezan a pensar que obtienen más Estado gratuitamente. Pero muchas de
estas personas tienen empleos en el sector privado y creen en la autosuficiencia y en la responsabilidad individual.
O son estudiantes, jubilados u otros que no ganan un ingreso lo
suficientemente alto como para pagar impuestos, aunque definitivamente
no se ven como parte de una “clase dependiente”.
Si Romney quisiera ser más preciso, debería haber citado en cambio la
cantidad de hogares que reciben algo del Estado. Ese número también está
acercándose al 50 por ciento y probablemente está mucho más
correlacionado con el grupo de personas en el país que ven al Estado
como un medio para vivir a cuestas de sus conciudadanos. Pero incluso
esa cifra sobre-estima la mentalidad de dependencia dado que muchos
beneficiarios del Estado —como los recipientes de la Seguridad Social—
se pasaron sus vidas en el sector privado y están recibiendo beneficios
simplemente porque no tuvieron otra opción que participar del sistema.
Pero mientras que Romney eligió la estadística equivocada y sobre-estimó
las implicaciones, inició una discusión muy importante. Como se ha
visto en los datos del Banco de Pagos Internacionales y de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),
EE.UU. está en riesgo de caer en un caos fiscal al estilo griego durante
algún momento en el futuro no tan distante y debido a la creciente
carga del gasto público.
Necesitamos desesperadamente reformas fiscales, particularmente para
lidiar con programas de prestaciones sociales mal diseñados. Pero es
mucho más fácil adoptar las reformas necesarias cuando una nación tiene
un espíritu de autosuficiencia y de responsabilidad individual.
A muchas naciones europeas, en cambio, se les está dificultando
implementar reformas porque demasiados de sus ciudadanos —como es
evidente en los datos de las encuestas— perciben al Estado como que si
este fuera un Papá Noel.
En otras palabras, si queremos mantener el excepcionalismo
estadounidense, sería una muy buena idea definir cómo evitar atrapar a
más y más personas en la dependencia del Estado.
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