27 octubre, 2012

EL CORAZÓN ISLAMISTA LE PUEDE A ANKARA


El apoyo a elementos yihadistas en Siria pone en evidencia la deriva de la política exterior turca.


     
     
AFP/Getty Images
      Rebeldes sirios hacen el gesto de la victoria en las calles de la ciudad de Tal Abyad cerca de la frontera con Turquía.
Antes de dirigirse a cubierta y ser asesinado brutalmente por un comando israelí, el estadounidense de 19 años Furkan Dogan había dejado escrito a modo de despedida en su diario: “En las últimas horas previas al martirio, insallah, me pregunto si hay algo más bello que ello (el martirio)”. Poco después fue ejecutado a sangre fría recibiendo varios tiros en la cabeza. Era el 30 de mayo de 2010 y nueve personas. Ocho turcos y el americano Dogan, fallecían a bordo del célebre navío Mavi Marmara, que se dirigía hacia la costa de Gaza para romper el bloqueo impuesto por Israel.
Meses después, el primer ministro turco Recep T. Erdogan se reunía con el padre de Furkan y leía con evidente emoción la última misiva del mártir. En el mismo cuaderno del adolescente se encontraba un mensaje que databa dos semanas antes de la matanza a bordo del navío y que se deshace en elogios hacia el propio Erdogan considerado, entre otras alabanzas, como “líder de la juventud” así como su “guía”. 

 
En las semanas que sucedieron a la matanza, Turquía cerraba filas y era difícil encontrar una voz discordante que no condenara lo sucedido. Sin excepción se calificaba a la violencia desatada por Israel como “desproporcionada”. No hubo apenas críticas al papel en la tragedia que tuvo el partido en el Gobierno turco, el de la Justicia y Desarrollo (AKP), liderado por Erdogan, de raíces islamistas y que estuvo a un voto de ser ilegalizado en 2008 al ser considerado por el Tribunal Constitucional turco como el “centro neurálgico de actividades antilaicas de la República”.
Y eso que incluso antes del asalto israelí se sabía que varios tripulantes habían expresado su deseo de convertirse en “sehit” (shahid, en el árabe original); martíres o caídos en la yihad/guerra santa. Y que aquella operación, la del Mavi Marmara, que devino en un media coup sin precedentes había sido apoyada antes y después del sangriento abordaje por el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, célebre por su doctrina neotomana -que busca que Turquía como país sucesor jurídico de un imperio restablezca su papel central como potencia suní en países de influencia otomana. “Turquía abre el camino del proceso destinado a una normalización de la política e historia en la región” ha llegado a afirmar.
Uno de los pocos columnistas que no comulga con ruedas de molino fue Melih Aşık, del rotativo Millliyet, que el 15 de junio de aquel año después de citar extensamente de la última misiva del mártir Dogan añade: “No teníamos noticias de que se hubieran abierto escuelas en el país destinadas a la enseñanza de comandos suicidas”. Le llueven las críticas.
En aquel momento, hace cuatro años, el sector liberal de la sociedad turca no veía con buenos ojos la ilegalización del AKP puesto que la experiencia (sobre todo de 2002 a 2005) lo reflejaba como clave en el proceso de democratización del país. Al fiscal general que llevaba el caso y deseaba echar la llave al partido, Abdurrahman Yalcinkaya, se le critica entonces argumentando que su juicio acerca del AKP se antojaba desproporcionado. “El islam político en Turquía desea cambiar el Estado y la sociedad”, había postulado.  
Ahora empero, en octubre de 2012, mucho han cambiado las cosas. Las críticas contra el AKP no cesan por parte de la oposición. Sobre todo es el sector liberal, el que deseaba deshacerse del autoritarismo laicista y veía en el AKP una promesa de democratización, el decepcionado. “Al final resulta que los temores kemalistas tenían fundamento” es la conclusión de varios comentaristas.
Sobre todo ha sido en el escenario de la guerra civil que vive Siria donde se ha cristalizado el malestar de una gran parte de la población turca que siempre ha dudado de las credenciales laicas del partido en Ankara desde 2002. Y es que con el país vecino, el Gobierno turco está implicado en un cambio de régimen extranjero, una novedad desde la fundación de la República. Y su apoyo no solamente está unido al Ejército Sirio Libre (ESL), sino que se extiende también a elementos yihadistas. Aquí solo algunos datos al respecto.  
Desde la localidad de Akçakale, en la provincia fronteriza turca de Sanliurfa, partían recientemente (mediados de septiembre) insurgentes hacia la guerra en el país vecino y volvían después sin problemas a suelo turco. Se trata del mismo lugar donde el pasado miércoles 3 de octubre un obús lanzado desde suelo sirio mató a cinco civiles turcos.
A su vez, la sede central del Ejército Sirio Libre (ESL) llegó a estar ubicada en la provincia turca también fronteriza de Hatay. Así lo hacía público su misma página web. Esta ubicación fue cambiada por Damasco después de que el dato fuera airado por la prensa turca, algo que causó también consternación en el sector laico, así como en la minoría aleví, mayoritaria en la provincia de Hatay (que llegó a pertenecer a Siria en el pasado).
Asimismo, varios comandantes del ESL que luchan en Siria han admitido en entrevistas recibir las órdenes desde el campamento de Apaydin, también en Hatay, donde se encuentra una treintena de ex generales. 82 coroneles y casi cuatrocientos ex oficiales desertores del Ejército de Siria, que ahora son insurgentes del ESL.
Durante varios días de septiembre el campamento de Apaydin fue objeto de controversia en Turquía, puesto que se negaba la entrada en él a periodistas y opositores. “Hay entrenamiento militar en el campamento (para los militantes del ESL) pero el Gobierno turco no nos permite deambular con armas por ahí”, admitió uno de los comandantes de un pequeño grupo insurgente. Estos militantes abandonarían el campo por la mañana en suelo turco para volver de noche después del combate desde suelo sirio. Asimismo, existen indicios de que es la inteligencia turca  la que organiza los contrabandos de armas hacia Alepo y otros centros donde opera la insurgencia en suelo sirio.
           
Ankara ahora también ayuda a determinados grupos yihadistas: ve en ellos una mayor efectividad a la hora de poder derrocar al régimen de Bashar el Assad
           
La revista de Time habla además un centro de operaciones logísticas en Estambul relacionado con los envíos de importante material militar realizados por Arabia Saudí y Qatar que serían distribuidos a continuación a la frontera siria gracias de nuevo a los servicios de inteligencia turcos. También en Estambul estaría localizado el centro de entrenamientos para la insurgencia según el diario The Telegraph que incluso menciona “terrazas con vistas sobre el Bósforo del Cuerno de Oro”.
Aquí en Turquía se ha especulado con que este centro de operaciones logísticas así como de entrenamientos no sea otro que el conocido como Sadat, una autodenominada “consultoría de defensa” y centro de entrenamiento militar creado por un ex general del Ejército turco suspendido de servicio por sus veleidades islamistas (y otra cincuentena de militares turcos retirados) y radicada de nuevo en Estambul, desde donde se dirigió un imperio durante cuatro siglos.  
La supuesta exclusiva apareció a principios de septiembre en el diario Aydinlik, uno de los más firmes opositores al régimen de Erdogan y con buenos contactos en la clase laica, la fracción del servicio de inteligencia turca todavía fiel a las credenciales laicas y en especial entre militares de credo kemalista, cientos de ellos ahora encarcelados acusados de golpismo. El diario llega a llamar al centro Sadat como “Gladio islámico” (en referencia a la ingeniería social que precedió a tres golpes de estados militares en Turquía en 1960, 1971, 1980) y subraya además sus buenas relaciones con el Gobierno.
Pronto llega la respuesta por parte del número uno del centro, ex general Adnan Tanrıverdi, en el que se niega que el organismo sea un “Blackwater turco” (algo de lo que les había acusado la oposición kemalista) y se hace hincapié en el deseo de servir a “sesenta países islámicos”. Pero en vez de un desmentido llega: “Si el ESL se postula y adquiere el permiso por parte del ministerio de Defensa, nosotros lo entrenamos”.
A medida que la guerra civil se vuelve más cruenta, tanto más necesitan los insurgentes de guerreros experimentados. Así, la importancia de los profesionales con bagajes de otras guerras solo se ha visto incrementada cuánto más dura se tornaba. Y los que tienen mayor conocimiento son los que llevan tiempo ocupados con su guerra santa en lugares como el Cáucaso, Yemen, Libia, Afganistán o Jordania. Por ello Ankara ahora también ayuda a determinados grupos yihadistas: ve en ellos una mayor efectividad a la hora de poder derrocar al régimen de Bashar el Assad. Por ello no es de extrañar que dirigentes del ESL se muestren agradecidos con militantes extremistas, incluso aquellos cercanos a Al Qaeda.
Según Dr. Kaan Dilek, director del instituto International Middle East Peace Research Center (IMPR) entre los grupos insurgentes apoyados por Turquíase encuentran también varios yihadistas y algunos de ellos cercanos a Al Qaeda. Gracias a que su experiencia es cada vez más valorada en la lucha, adquieren mejores posiciones en la jerarquía bélica insurgente y de este modo contribuyen de forma decisiva a su radicalización. 
Curiosamente, uno de los grupos adscritos a la guerra santa y que combate también en Siria siendo tolerado por el ESL tiene como líder al yihadistaMehdi al Harati. Se trata del mismo Harati que besó a Erdogan en la frente cuando fue visitado por el premier en un hospital turco en junio de 2010. Harati había sido herido a bordo del Mavi Marmara donde también viajaba Furkan Dogan. “Estamos orgullosos de vosotros”, le hizo saber el primer ministro a Harati en su visita.

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