El quinazo a Peña
Estoy seguro que tanto la reforma
laboral que hemos tenido y que finalmente pasó, como la relación de los dos
líderes sindicales, no va a ser gratis y traerá consecuencias para el país.
Antonio Navalón
Cuando
Elba Esther Gordillo dijo: “que lo sepa este gobierno y el que viene, no nos
arrodillamos, ni somos las asistentas de nadie”, alguien le pidió que se
disculpara y ella lo hizo. Les dijo: “me disculpo con las asistentas”. Cito
aproximado.
La
foto de los dos viejos líderes sindicales reafirmando su elección, recibiendo
al nuevo tiempo del nuevo presidente, del nuevo PRI, y confirmó que pase lo que
pase habrá que vivir
con ellos hasta el 2018, tiene varias interpretaciones.
Para
quienes no quieren a Enrique Peña Nieto, significa: “¿No que él iba a empezar
con su Quina?”. Pero claramente, lo que le acaba de hacer Gordillo y Romero
Deschamps es “quinarlo” a él.
Felipe
González –ex presidente de España– hace muchos años me enseñó, en mis propias
carnes y con mi propia historia, que cuando uno está en el poder y te desafían,
o te retan, lo que debes hacer no es ganar un pulso, sino partir los dos brazos
de quien te desafió.
Los
dos líderes sindicales, de los dos sindicatos más ligados a la necesidad de
reformar y transformar México, por un lado la educación –principal instrumento–
y por otro lado, el petróleo –principal elemento– muestran cómo será el
alcance de las reformas de Peña.
Ambos
han decidido no solamente reelegirse sino enseñarle, por una parte al país –a
través de las fotografías de esa reelección– que aquí están y que por lo menos
hasta el 2018, según la legalidad vigente, se pueden quedar.
Y
por otra parte, al presidente entrante le muestran dos posibles
interpretaciones: que él querrá hacer lo que quiera, los tratará como quiera
pero –de momento– ellos son como el Pico de Orizaba o el Popocatepetl, es
decir, forman parte del
paisaje de México, están allí y pueden entrar en erupción, o
por lo menos echar fumarolas.
¿Quién
engañó al presidente electo Peña Nieto en la reforma laboral? Parece claro que
después de que todos los grupos empresariales salieran en socorro a aplaudir lo
idóneo de la reforma, algo pasó entre Los Pinos, esos Pinos desde donde
Calderón le está enseñando personalmente a Peña aquello de “sufragio efectivo
no reelección”.
Y
el Senado, mientras Enrique Peña Nieto mira con ojos de aplicado la computadora
que le enseña Felipe Calderón Hinojosa, alguien en ese camino se madruga el
acuerdo y demuestra que no es tan fiera el león como lo pintan.
Además,
si unimos la fotografía de los dos líderes sindicales recién elegidos, más lo
que pasó en el Senado, habría que comenzar a pensar que no solamente como
siempre pasa, hay más de un poder, sino que alguien ha decidido hacer lo único
–que como les decía antes, me enseñó Felipe González– que es que el nuevo
poder, el de Enrique Peña Nieto, comience con desafíos e inicien queriéndole
ver la cara.
Estoy
seguro que tanto la reforma laboral que hemos tenido y que finalmente pasó,
como la relación de los dos líderes sindicales, no va a ser gratis y traerá
consecuencias para el país.
Mi
única duda es, en cuánto tiempo y quién es el estratega que les aconsejó a los
dos líderes sindicales una cosa que en principio entiendo que es si la nueva
ley se iba a aprobar y lo sabían, ya están aprobados hasta 2018 y ni modo, allí
están pero después del momento de la elección lo más aterrador es la exhibición
pública de que nosotros somos un poder y el poder tendrá que contar con
nosotros.
Todo
el país tiene el modelo, el reflejo condicionado del inicio de una presidencia
fuerte que acabó de manera tan conflictiva como la de Carlos Salinas de
Gortari. De hecho el “quinazo” forma parte de la cultura política mexicana, lo
que ya habrá que empezar a considerar como parte de los nuevos tiempos es: tú
antes pegabas el “quinazo”; ahora
el “quinazo” te lo dan a ti.
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