El Teletón de Televisa: chantaje emocional, manipulación mediática y deducción de impuestos
El Teletón que hace anualmente Televisa es un tema polémico y,
arriesgando herir susceptibilidades, analizamos el entramado de esta
orgía de la filantropía capitalista.
Este sábado Televisa realizará su
maratón “filantrópico” anual, en el que se reunirán todas las estrellas
del “Canal de las Estrellas”, los políticos en búsqueda de tiempo aire y
los empresarios que buscan los frutos de la responsabilidad social
para aportar en beneficio de los niños discapacitados de México. Veremos
la maquinaria de Televisa —la empresa que lleva el estigma de su
patriarca Emilio Azcárraga Milmo, quien dijera indeleblemente: “Yo hago
televisión para jodidos, porque Mexico es un pais de jodidos”— pedir
bajo la seducción del espectáculo —imperio de telenovelas, comedia
vulgar y futbol mediocre— al pueblo mexicano que saque su “guardadito”
para, apelando al simulacro emocional, participar en un derrame de
conciencia y caridad, en un acto que “une a México” y que muestra de lo
que “somos capaces”, porque, recuerda, “sí se puede” (ese canto de
guerra que apela al mexicano como un ente acomplejado).
Es evidente que analizar y criticar al
Teletón —el chantaje emocional que reduce los valores a la farsa por una
buena causa, la evasión fiscal y el marketing de la filantropía que
opera como un autofellatio— es un tema delicado, después de
todo buena parte de la enorme cantidad de dinero que se recauda
seguramente ayuda de manera importante a miles de niños marginados por
el sistema económico y político que encabezan empresas como Televisa. Y
en general la mayoría de las personas que participan, incluyendo
probablemente a muchos de los artistas y empresarios, actúan con una
buena intención, la cual se traducirá en que alguno de los tantos niños
que sacan en cámara lenta y con un audio de violines vuelva a caminar.
Pero, este “bien” que produce el
Teleton, ¿exenta entonces —como una mano de Midas que todo lo que toca
lo expía— cualquier evasión fiscal y manipulación mediática, justifica
cualquier medio por tan loable fin?
Es importante separar los beneficios que
se pueden brindar a la sociedad con un evento de esta magnitud del
entramado y la doble moral con que se realiza. Es difícil saber si en
su origen existió una mente maquiavélica en Televisa que pudiera haber
dicho: “Copiemos el Teletón de Chile, demos la impresión de que somos
altruistas, generemos rating y deduzcamos un raudal de
impuestos”, e incluso: “utilicemos a los niños discapacitados porque son
los que más impacto causan, y así obtendremos más pequeñas donaciones,
las cuales podremos deducir como nuestras”. Esto no se puede aseverar
de ninguna manera, pero la realidad es que el Teletón se mantiene como
un gran negocio en múltiples sentidos, lo cual, si no suscribimos el
razonamiento de que por este fin cualquier medio se justifica, nos
revela una abyección moral: donde la empresa, como supraentidad, lucra
con aquellos niños que exhorta a ayudar. En palabras de Slavoj Zizek, en
lo que llama la hiporcesía de la filantropía: “se repara con la mano
izquierda lo que se destruye con la mano derecha”.
El Teletón es el punto culminante que
define la esencia de Televisa, el momento en que el gigante (amarillo)
chillante se desnuda. Jugando con el concepto de simulacro de
Baudrillard —expresado en esta frase: “Disneylandia se halla ahí para
ocultar que todo el país ‘real’, todo el Estados Unidos ‘real’ es
Disneylandia”— podemos decir que el Teleton, como máximo expectáculo de moralidad, se halla ahí para ocultar que Televisa es toda ella inmoral —y también toda ella un Teletón, una manipulación para obtener dinero: la telenovelización de la realidad consensual.
(Habría que decir que esto no significa que todas las personas que
componen esta empresa sean inmorales, sino que, como la supraentidad que
es ante el Estado en el caso de su exención fiscal o de promulgar leyes
a la medida, es inmoral, y esto se debe en buena parte a la
personalidad moral que le han imbuido sus dueños y ejecutivos).
“La
más grande jornada de amor”, dice Lucero sobre el Teletón, la mujer
que puede llorar a voluntad por el dinero del pueblo y suscitar “el
milagro” que se llegue como por arte de magia a la cifra predicha.
Además del tema de la masiva deducción de impuestos, la orgía de
autopromoción velada y el negocio de la publicidad que significa el rating
elevado (los cuales aboradaremos a continuación), no es menor el tema
psicosocial, la proyección de los valores, que podríamos llamar
“eternos”, como monedas de cambio o como simulacros superficiales de su
significado, que reducen toda profundidad a la fatuidad. La fiesta del
Teletón, ¿es verdaderamente una fiesta de amor, de empatía, de
filantropía, de solidaridad? ¿Son verdaderas las sonrisas de alegría (o
de zalamería) de los artistas y presentadores, los grandes esfuerzos de
los empresarios que se toman la foto firmando el cheque gigante, los
compromisos de los políticos que se cuadran ante Televisa y las cámaras o
incluso los conmovedores spots que nos muestran la cruda realidad de los niños inválidos?
Lo que denota el simulacro que promueve
la aportación monetaria es una relación intrínseca de manipulación, que
por lo demás caracteriza en toda su programación a Televisa. El Teletón,
que es justamente el programa de TV con el que Televisa busca limpiar
su imagen, de todos conocida como ruin en el aspecto de verdaderamente
aportar a la cultura, es el programa con el que Televisa se vuelve
corruptamente transparente: como en una radiografía de su psique. Por un
lado tenemos a las actrices de telenovela en ropa provocativa
hablándole condescendientemente a los mexicanos o a los galanes, machos
mexicanos que son argentinos, robando suspiros con toda la épica
faramalla dispuesta por floor managers con sus “innovadoras”
tomas embebidas en la insalvable estética del alto impacto, y por otro
lado tenemos a la élite ejecutiva porfiando en su alquimia, las empresas
aliadas que se confabulan con Televisa celebrando por dentro participar
en una situación de ganar-ganar y dirigiéndose al pueblo con resabios
de la vieja demagogia que instauró en la conciencia colectiva del país
el PRI.
Quien quiera tomar un curso relámpago de
análisis de medios y de teoría crítica hará bien en presenciar unos
minutos del Teletón —y por suerte no necesitára volver a sintonizarlo,
porque en ese fragmento podrá apreciar toda la estructura tautológica de
manipulación y simulacro que permea a la programación televisiva, que
es también programación mental en su punto más bajo.
Ahora bien, este cariz de
manipulación-simuacro permea en general a la televisión; evidentemente
el punto nodal que hace de este pathos espectacular una polémica fuente de idignación para la conciencia es la usura que oculta, el privilegio elitista que connota.
Mucho se ha hablado de hasta qué punto deduce impuestos Televisa y las grandes empresas que aportan al Teletón. En un artículo publicado por Eje Central, el investigador Raul Trejo Delabre escribe:
Habrá quienes
consideren que ese dinero tiene mejor destino para una causa altruista
que en manos de nuestros gobernantes. Pero las carencias fiscales que
padece el país tendrían un paliativo nada desdeñable si los consorcios,
que suelen deducir impuestos gracias a exenciones como las que les
permite hacer el Teletón, pagaran sus impuestos cabalmente y sin
subterfugios.
Existen dos vertientes entre las
acusaciones que se le hacen a Televisa en torno a una posible exención
fiscal a través del Teletón. Por una parte es innegable pero también
totalmente legal que estas cuantiosas contribuciones a la causa del
Teletón son deducibles de impuestos y, por lo tanto, un dinero que
habría de ser destinado al gobierno y a los ciudadanos en general se va
hacia una Institución de Asistencia Privada —para la cual no existen
cabales mecanismos de auditoría. Aunque obviamente se puede objetar que
este dinero está mejor administrado así que en manos del gobierno. Por
otro lado se acusa a Televisa de utilizar las contribuciones de los
individuos que donan pocas cantidades —pero que suman la mayoría3 para
traspasarlas como su propia donación y deducir impuestos con dinero del
pueblo que ve sus telenovelas y desea a sus artistas.
Sergio Sarmiento, uno de los
intelectuales de cabecera de las televisoras (que viven en cómoda
lisonja del oligopolio), explica que en realidad esto es imposible y se atreve a jurar a su lectores que esto no sucede.
Dice Sarmiento: “De hecho, los donantes pueden sacar un recibo a su
nombre directamente en una página de internet”, el cual podrán deducir.
Sin embargo, ¿cuántas personas que aportan 10, 20 o hasta 100 pesos se
toman la molestia de pedir un recibo?
Al mismo tiempo existen muchos casos de
empresas que aglutinan sus aportaciones, solicitando a sus empleados que
aporten (y en cierta forma forzándolos a hacerlo ante una presión
social), lo cual, al entregar la cantidad integral, les permite deduir
impuestos con el sueldo de sus trabajadores.
En un artículo originalmente publicado en Proceso, Jenaro Villamil escribe:
En el apartado de
“destino de los recursos” [de Teletón] sólo se enuncian las cantidades
recolectadas cada año y las acciones emprendidas. No hay acceso a las
auditorías ni a los informes contables de la fundación ni del patronato.
Eso sí, se despliegan las fotos de los filántropos de la discapacidad
que integran el patronato: Emilio Azcárraga Jean, Alejandro Vargas
Guajardo, Carlos, Adrián y Francisco Aguirre Gómez, Alfredo Harp Helú,
Calos Slim Domit, Fernando Landeros Verdugo, Francisco Ibarra López,
Javier Sordo Madaleno, Juan Diego Gutiérrez Cortina, Mauricio Vázquez
Ramos, Gabriel Alarcón Velázquez, Juan Franciso Ealy Ortiz, Sergio Gómez
Sánchez, Eduardo Ricalde Medina y Sissi Harp Calderoni
Según la investigadora Sara Murúa, la
auditoría de las donaciones y de los recursos del Teletón está envuelta
en una laguna legal:
El problema
fundamental con este tipo de fundaciones es la triangulación de sus
fondos, que les permite a las grandes donadoras tener mecanismos
fiscales privilegiados para exentar impuestos e, incluso, para que ellos
declaren como propios los donativos de terceros, en especial, de
particulares [...].
El mundo ideal de
iniciativas como Teletón es ‘yo dono, tú donas, todos exentamos… menos
los que realizan donaciones pequeñas (entre 20 y 200 pesos) y no reciben
comprobantes fiscales’. Tampoco se auditan públicamente los recursos
posteriores para el “mantenimiento” a los CRIT. Estos fondos son
públicos. Por ejemplo, el 9 de diciembre de 2006, el gobernador del
Estado de México, Enrique Peña Nieto, agradeció que su entidad fuera la
primera en contar con dos centros de este tipo (en Tlalnepantla y Ciudad
Netzahualcóyotl) y se comprometió a aportar anualmente “entre 20 y 30
millones de pesos” para el mantenimiento de los centros.
Además de esta especie de tiniebla
fiscal que envuelve al Teletón, tenemos un caso en el que una empresa
privada, Televisa, asume el rol del Estado, “de papá gobierno”, y toma
decisiones con recursos que de otra forma habrían de formar parte del
presupuesto del país y de los estados. De nuevo el investigador Raul
Trejo Delabre:
El Teletón le ofrece
a Televisa una extraordinaria oportunidad para afianzar su papel como
eje de una buena parte de la vida pública mexicana y para exigir la
presencia y el acatamiento de otros actores políticos. Gobernadores,
legisladores, funcionarios públicos y desde luego el presidente de la
República, suelen acudir sin chistar (de hecho, la mayor parte de ellos
van radiantes a recibir la bendición mediática) a ese evento de
Televisa. Allí, el consorcio comunicacional ejerce vetos pero sobre todo
publicita a sus favoritos. Los minutos que reciben en pantalla, son
sintomáticos de la complacencia que suscitan en Televisa los personajes
públicos con mayores ambiciones política
Para añadir a este cóctel de pantano,
Televisa tiene la facultad de vender espacios publicitarios, como ocurre
con su programación regular, solo que se beneficia del rating
que le otorga la parafernalia y la panoplia filantrópica del Teletón, lo
cual, según Trejo Delabre, encarece sus tarifas. Como si fuera el
Mundial de la caridad capitalista.
Más allá de este caso específico, el
cuestionamiento de este sistema de deducción de impuestos, limpieza de
reputación y autopromoción velada común a la filantropía corporativa es
algo que habría que poner sobre la mesa. El filósofo esloveno Slavoj Zizek ha hablado largamente sobre esto.
Zizek ve en la filantropía de las grandes empresas un intento por
humanizar el capitalismo y por mantener el statu quo, que es justamente
lo que de entrada hace necesario que se hagan estas donaciones. Es
decir, en el fondo Televisa o Nike o BP, son la causa de la desiguladad y
la pobreza —que motivan estas asistencias sociales— y por lo tanto la
solución que proponen es solo una solución en apariencia, porque de
proponer una verdadera solución irían en contra de ellos mismos. Para
que Televisa (o Coca-Cola o Goldman Sachs, etc.) pueda seguir
incrementando sus ganancias y detentando el poder que le otorga un
privilegio para hacer negocios, necesita que “los jodidos” (citando a
Azcárraga) sigan jodidos y, aunque parezca contradictorio, el Teletón y
este sistema de filantropía capitalista contribuye a que esto permanezca
así.
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