15 octubre, 2012

Felipe Calderón: el presidente contento



Felipe Calderón: el presidente contento

Román Revueltas Retes

No hemos visto a un Felipe Calderón tan satisfecho, gozoso y complacido como el de los últimos meses. Por lo visto, el hombre se siente genuinamente aliviado de no tener ya que tomar grandes decisiones estratégicas y ahora disfruta cosechando los frutos de sus esfuerzos y desvelos.
 
México es un país muy complicado de gobernar, señoras y señores, y, por si fuera poco, los ciudadanos, antiguos adoradores del poder presidencial, nos hemos trasmutado en una furiosa especie de denostadores crónicos. Nadie escapa a las diatribas, nadie se salva.


¿Le tocó a Calderón su sustanciosa cuota de injurias? Pues sí, pero ahora es el turno de Peña Nieto. Si al otro le llamábamos “espurio”, “ilegítimo” y le endilgábamos –sin evidencia alguna porque el tipo se comportó siempre con perfecta propiedad y, estando bajo la luz de los reflectores a todas horas del día, jamás tuvo el menor traspiés – la muy poco honrosa catadura de “borracho”, al de ahora habremos pronto de soltarle sus correspondientes lindezas.


Y es que contamos, para consumar la faena, con los servicios del Primerísimo Agraviador de la Nación, ya-saben-ustedes-quién, todo un especialista en el tema, y que, como bien nos damos cuenta al estar sumergidos hasta las narices en un clima de odio (que, por cierto, al personaje le viene como anillo al dedo), es también un habilísimo promotor de enconos y rencillas.


Ya declara, el antedicho, que va a seguir su “lucha contra la mafia en el poder” –el término “mafia”, referido a uno Gobierno elegido democráticamente, no deja de ser muy sabroso—, que por segunda vez les “robaron la victoria a pesar de tener 16 millones de votos” a su favor (los 19 millones de sufragios que obtuvo el otro contendiente en las urnas, miren ustedes, equivalen a un “robo”) y, finalmente, que justamente por estas razones va a organizar una gran marcha (otra de sus especialidades) el 1º de diciembre.


Es el día, justamente, en que tomará posesión un nuevo presidente de México que, mucho me temo, no estará tan alegre como Calderón.

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