15 octubre, 2012

Lo que a México le espera

Lo que a México le espera

Otto Granados

Parece haber una opinión más o menos creciente de que a México le irá bien en los próximos años. Más allá del rumbo que tome el problema de la inseguridad y la violencia y, de hecho, más allá de lo que haga o deje de hacer el siguiente gobierno, una buena parte de los think tanks, organismos internacionales y observadores especializados, vaticinan que la economía mexicana tendrá un desempeño positivo en el corto y mediano plazo. En suma, hay un estado de ánimo optimista.

 
Pero una cosa es que esa atmósfera exista y otra, muy distinta, que sea suficiente para alcanzar metas más ambiciosas, y el problema reside tanto en la velocidad como en las prioridades. Dicho de otra forma: cómo hacerle para que en lugar del 4% de crecimiento anual, que está ya razonablemente previsto, el país pueda llegar al 6% más rápidamente, y cómo reducir la gran asignatura de la inequidad.


En ambos casos, dependerá en una medida importante de la inteligencia y la profundidad de las políticas públicas que se ejecuten.


Por un lado, dinamizar la economía supone en efecto impulsar las reformas conocidas que fortalezcan la inversión y la productividad, pero si el objetivo es más exigente entonces éstas no pueden ser reformas mediocres, lentas o aisladas sino que debe encontrarse el hilo que las una para producir eso: crecimientos mucho más elevados.


El posibilismo, es decir, hacer tan solo lo que sea posible y no lo que sea necesario, es un camino adecuado para seguir estancados y contemplar cómo otros van más rápido: tan solo este año nueve países de América Latina y el Caribe crecerán más que México.


Por otro lado, se pierde de vista que, en el mejor de los casos, el crecimiento es condición necesaria pero no suficiente para abordar la grave inequidad.


México es, junto con Chile, el país más desigual de la zona OCDE. Y acortar la brecha depende de que las prioridades de política social y de política educativa, ambas por cierto muy relacionadas, vayan en la dirección correcta.


El próximo gobierno tendrá que concentrarse fuertemente en trabajar, al menos, en la construcción de un nuevo modelo de gestión dirigido a recuperar la administración del aparato educativo y a mejorar su calidad; en el diseño e instrumentación de un nuevo sistema de protección social universal, que consolide ciertamente un piso para todos pero ponga especial énfasis en el desarrollo de capacidades educativas y productivas, y en un mayor esfuerzo redistributivo por la vía fiscal que incremente el espacio para la inversión pero no entorpezca la economía.


Tanto el futuro gobierno como los principales actores políticos y económicos deben interpretar claramente las señales de un mundo en transición en el que habrá perdedores, ganadores y mediocres, y deben decidir en qué lugar les gustaría, a ellos y a todos los mexicanos, verse en el futuro.
 

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