27 octubre, 2012

Fidel Castro: Más cerca de Pablo Escobar que de Vladimir Lenin

Fidel Castro: Más cerca de Pablo Escobar que de Vladimir Lenin

Por Jorge Hernández Fonseca

En este postrer momento, en que la salud del dictador cubano Fidel Castro se deteriora aceleradamente, se comienzan a hacer recuentos diversos sobre su figura, su actuación y su legado. En paralelo, aparecen frecuentes análisis --de base teórica-- sobre el probable futuro político e ideológico de la isla, visto desde la óptica de la izquierda opositora con enfoque marxista, intentando apagar con palabras la destrucción que esa misma ideología ocasionó en Cuba. 
Para poder tener un enfoque adecuado del desarrollo de lo que pudiéramos llamar de “castrismo” --en el campo de los procedimientos, porque no hubo ideología estructurada, desde mi personal punto de vista, y por eso abrazó el marxismo-leninismo, cuando le fue necesario y útil-- es necesario revisar su actuación desde el momento que comienza a ‘formarse’ y a actuar como líder estudiantil. Diferentemente a como normalmente se cree, la semilla del castrismo no nace con el asalto al Cuartel Moncada, sino varios años antes, con el incipiente y paulatino liderazgo que logra en muy poco tiempo dentro de las pandillas armadas que se disputaban el predominio dentro de la universidad de la Habana de los años 40 del Siglo pasado. 

En esa década ya Fidel Castro, como líder estudiantil, se involucró en importantes acontecimientos nacionales, siempre asociado a acciones armadas. Se sabe que fue uno de los participantes de la expedición de “Cayo Confites”, con el objetivo de invadir militarmente la República Dominicana del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Es sabido también que fue uno de los líderes de la llamada “Unión Insurreccional Revolucionaria”, UIR, pandilla adversaria del mayoritario “Movimiento Socialista Revolucionario” MSV, del grupo de Manolo Castro, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, FEU de entonces, líder estudiantil y adversario de Castro, por lo cual se acusa al dictador cubano estar de alguna manera involucrado en su asesinato. Es sabida también su destacada actuación en Colombia, durante el beligerante “Bogotazo”, sobre cuyo papel en aquella violencia se han hecho diversas conjeturas. 
La participación de Fidel Castro en la vida política nacional de los años cuarenta se cuentan también otros episodios destacados, como la entrega que le hicieron los veteranos de la Guerra de Independencia Cubana en Manzanillo, de la Campana de la Demajagua, llevada por el joven Castro a la Habana con el fin de producir un fato político que comenzó a proyectarlo desde de su pandilla estudiantil. Ya en esta época se le conoce como un jefe pandillero armado y “gatillo alegre”, que llegó a disparar contra diversos adversarios del mundo estudiantil y pandilleril. 
De manera que, cuando Fidel Castro termina su carrera de derecho, ya existe una historia suya asociada a la violencia pandillera que Cuba sufrió en la década de los cuarenta, de la cual tomó las bases para su formación como líder y como profesional de la violencia, que dio al traste con el posterior asalto al Cuartel Moncada. La irrupción de Fidel Castro en la vida política cubana la hace como lo hicieron otros muchos líderes pandilleros de la época. Rolando Masferrer, por ejemplo, también líder pandillero de una facción universitaria diferente a la de Castro, al terminar estudios entró en la política conservando su grupo paramilitar, “Los Tigres”, que lo siguió en su vida política fuera de la universidad, tal y como pretendía hacer Fidel Castro. 
Un hecho importante impacta en los planes del joven político-pandillero: el golpe de estado de Fulgencio Batista. En la época, Castro era candidato a Representante a la Cámara por el partido Ortodoxo de Eduardo Chivas, al cual se había afiliado sin abandonar su pandilla. El golpe de Batista frustró los planes políticos de Castro, planes similares a los de otros políticos-pandilleros de entonces: hacerse elegir a la Cámara o al Senado, protegido por las armas de su facción armada. Este golpe de estado precipitó en el líder pandillero la idea de la “lucha armada” (una vuelta a los orígenes donde se sentía cómodo) llevando al terreno político nacional el procedimiento armado que había seguido con éxito dentro de la universidad. Esa fue la incubación real del asalto al Cuartel Moncada, sin cualquier vestigio de marxismo implícito. 
Hasta aquí, la historia de Fidel Castro puede compararse perfectamente con la de cualquier líder pandillero de América Latina, los más destacados de los cuales --sin tener que ascender a la vida política nacional-- se han constituido en grandes capos internacionales del tráfico de drogas, como lo fueron Pablo Escobar en su época, o el Chapo Guzmán actualmente, por sólo citar dos ejemplos de personalidades destacadas, surgidas en momentos que el comercio ilegal de drogas se presenta como el más lucrativo negocio hasta la fecha, que en la época de Castro era insignificante. Ninguno de estos capos ha dudado enfrentar militarmente incluso al ejército de sus propios estados nacionales (Colombia, México, Guatemala, entre otros) y han combatido a brazo partido también contra los Estados Unidos. Curiosamente, es de destacar cierta ideología “benefactora de los pobres” en los actos de todos los capos mafiosos. 
No fue casual por todo eso, que el dictador cubano entró en contacto con Pablo Escobar en los años 80 y este decidió hacer negocios con Castro, ya “líder comunista” establecido, argumentando que “había que ayudar a Fidel en su lucha por los pobres y contra EUA”, según declaró un lugarteniente del capo colombiano. No cabe dudas sin embargo de que la personalidad de Fidel Castro ha ocupado un lugar de destaque en la Latinoamérica del Siglo XX, sobre todo por encabezar un país pequeño en lucha contra la principal potencia mundial de su época, escudándose en una ideología que justifica su dictadura. Lo que tratamos de exponer, como punto importante, es la formación básicamente mafiosa del líder cubano, similar a la de casi todos los líderes de bandas de narcotraficantes latinoamericanos de la historia reciente y contemporánea. 
La “lucha armada” de Fidel Castro, declarado ya marxista-leninista, la continuó toda la década del 60 y buena parte de la del 70, entrenando guerrilleros en Cuba y distribuyendo armas y dinero a lo largo y ancho de todos los países de Latinoamérica, utilizando los procedimientos armados adoptados desde joven y que en la época, por increíble que parezca, eran condenados por Moscú, la cuna del marxismo-leninismo que respaldaba su proceder. Para justificar “teóricamente” estos procedimientos, Castro importó en la época un filósofo francés, el cual dio “soporte marxista” a la práctica pandilleril castrista a nivel de toda Latinoamérica, la que hasta hoy incluye secuestros, asaltos a bancos, extorciones y atentados como “métodos”. 
El hecho que Fidel Castro en su fuero interno tenga una formación ideológica y práctica más cercana a la de Pablo Escobar (pandilleros ambos de “horca y cuchillo”, como puede demostrase por sus numerosos víctimas y sus procedimientos violentos, justificados en la isla por la aplicación práctica del leninismo) que a la de cualquier ex dirigente máximo de la antigua Unión Soviética, no impidió que --por pura necesidad de justificar su dictadura y la falta de una ideología propia-- tuviera que aplicar en la política económica y social de la isla, durante muchos años, la misma escuela política, económica y social que se aplicaba en la Rusia comunista, la que como también sucedió en ese país, resultó en un estrepitoso fracaso en todos los órdenes. 
Lo anterior explica las causas de las múltiples quejas que ahora leemos a diario de algunos “marxistas sinceros” (además de los grupos originales que seguían a Aníbal Escalante) que se han pasado a la oposición y tratan de forzar la implantación de sus concepciones “socialistas” a una sociedad cubana post-Castro, en la que naturalmente van a encontrar un clamor mayoritario de rechazo a semejantes pretensiones, por la temor real de la isla sufrir “otro” experimento social con un país totalmente agotado y destruido en lo político, en lo económico, en lo social y en lo moral, por el marxismo-leninismo “aplicado” (no el de los libritos). 
La historia lógicamente que juzgará al dictador cubano --ahora moribundo-- en su verdadera magnitud. Pero ciertamente que su formación pandilleril, su tendencia a la violencia armada, su expresión “lo que nosotros tomamos por la fuerza, por la fuerza tendrán que quitárnoslo”, sus métodos para conservar el poder basados en turbas que golpean mujeres y niños en las calles, su falta de escrúpulos usando la mentira reconocidamente y su inclinación por la demagógica “defensa de los pobres”, caracterizan sin lugar a dudas a Fidel Castro como un personaje más cerca de Pablo Escobar que de Vladimir Lenin. 
Consultada una entrevista del destacado historiador cubano Antonio de la Cova a Mario Salabarría, que puede leerse aquí.

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