Fidel Castro: Más cerca de Pablo Escobar que de Vladimir Lenin
Por Jorge Hernández
Fonseca
En
este postrer momento, en que la salud del dictador cubano Fidel Castro se
deteriora aceleradamente, se comienzan a hacer recuentos diversos sobre su
figura, su actuación y su legado. En paralelo, aparecen frecuentes análisis
--de base teórica-- sobre el probable futuro político e ideológico de la isla,
visto desde la óptica de la izquierda opositora con enfoque marxista,
intentando apagar con palabras la destrucción que esa misma ideología ocasionó
en Cuba.
Para
poder tener un enfoque adecuado del desarrollo de lo que pudiéramos llamar de
“castrismo” --en el campo de los procedimientos, porque no hubo ideología
estructurada, desde mi personal punto de vista, y por eso abrazó el
marxismo-leninismo, cuando le fue necesario y útil-- es necesario revisar su
actuación desde el momento que comienza a ‘formarse’ y a actuar como líder
estudiantil. Diferentemente a como normalmente se cree, la semilla del
castrismo no nace con el asalto al Cuartel Moncada, sino varios años antes, con
el incipiente y paulatino liderazgo que logra en muy poco tiempo dentro de las
pandillas armadas que se disputaban el predominio dentro de la universidad de
la Habana de los años 40 del Siglo pasado.
En
esa década ya Fidel Castro, como líder estudiantil, se involucró en importantes
acontecimientos nacionales, siempre asociado a acciones armadas. Se sabe que
fue uno de los participantes de la expedición de “Cayo Confites”, con el
objetivo de invadir militarmente la República Dominicana del dictador Rafael
Leónidas Trujillo. Es sabido también que fue uno de los líderes de la llamada
“Unión Insurreccional Revolucionaria”, UIR, pandilla adversaria del mayoritario
“Movimiento Socialista Revolucionario” MSV, del grupo de Manolo Castro,
presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, FEU de entonces, líder
estudiantil y adversario de Castro, por lo cual se acusa al dictador cubano
estar de alguna manera involucrado en su asesinato. Es sabida también su
destacada actuación en Colombia, durante el beligerante “Bogotazo”, sobre cuyo
papel en aquella violencia se han hecho diversas conjeturas.
La
participación de Fidel Castro en la vida política nacional de los años cuarenta
se cuentan también otros episodios destacados, como la entrega que le hicieron
los veteranos de la Guerra de Independencia Cubana en Manzanillo, de la Campana
de la Demajagua, llevada por el joven Castro a la Habana con el fin de producir
un fato político que comenzó a proyectarlo desde de su pandilla estudiantil. Ya
en esta época se le conoce como un jefe pandillero armado y “gatillo alegre”,
que llegó a disparar contra diversos adversarios del mundo estudiantil y
pandilleril.
De
manera que, cuando Fidel Castro termina su carrera de derecho, ya existe una
historia suya asociada a la violencia pandillera que Cuba sufrió en la década
de los cuarenta, de la cual tomó las bases para su formación como líder y como
profesional de la violencia, que dio al traste con el posterior asalto al
Cuartel Moncada. La irrupción de Fidel Castro en la vida política cubana la
hace como lo hicieron otros muchos líderes pandilleros de la época. Rolando
Masferrer, por ejemplo, también líder pandillero de una facción universitaria
diferente a la de Castro, al terminar estudios entró en la política conservando
su grupo paramilitar, “Los Tigres”, que lo siguió en su vida política fuera de
la universidad, tal y como pretendía hacer Fidel Castro.
Un
hecho importante impacta en los planes del joven político-pandillero: el golpe
de estado de Fulgencio Batista. En la época, Castro era candidato a
Representante a la Cámara por el partido Ortodoxo de Eduardo Chivas, al cual se
había afiliado sin abandonar su pandilla. El golpe de Batista frustró los
planes políticos de Castro, planes similares a los de otros
políticos-pandilleros de entonces: hacerse elegir a la Cámara o al Senado,
protegido por las armas de su facción armada. Este golpe de estado precipitó en
el líder pandillero la idea de la “lucha armada” (una vuelta a los orígenes
donde se sentía cómodo) llevando al terreno político nacional el procedimiento
armado que había seguido con éxito dentro de la universidad. Esa fue la
incubación real del asalto al Cuartel Moncada, sin cualquier vestigio de
marxismo implícito.
Hasta
aquí, la historia de Fidel Castro puede compararse perfectamente con la de
cualquier líder pandillero de América Latina, los más destacados de los cuales
--sin tener que ascender a la vida política nacional-- se han constituido en
grandes capos internacionales del tráfico de drogas, como lo fueron Pablo
Escobar en su época, o el Chapo Guzmán actualmente, por sólo citar dos ejemplos
de personalidades destacadas, surgidas en momentos que el comercio ilegal de drogas
se presenta como el más lucrativo negocio hasta la fecha, que en la época de
Castro era insignificante. Ninguno de estos capos ha dudado enfrentar
militarmente incluso al ejército de sus propios estados nacionales (Colombia,
México, Guatemala, entre otros) y han combatido a brazo partido también contra
los Estados Unidos. Curiosamente, es de destacar cierta ideología “benefactora
de los pobres” en los actos de todos los capos mafiosos.
No
fue casual por todo eso, que el dictador cubano entró en contacto con Pablo
Escobar en los años 80 y este decidió hacer negocios con Castro, ya “líder
comunista” establecido, argumentando que “había que ayudar a Fidel en su lucha
por los pobres y contra EUA”, según declaró un lugarteniente del capo
colombiano. No cabe dudas sin embargo de que la personalidad de Fidel Castro ha
ocupado un lugar de destaque en la Latinoamérica del Siglo XX, sobre todo por
encabezar un país pequeño en lucha contra la principal potencia mundial de su
época, escudándose en una ideología que justifica su dictadura. Lo que tratamos
de exponer, como punto importante, es la formación básicamente mafiosa del
líder cubano, similar a la de casi todos los líderes de bandas de
narcotraficantes latinoamericanos de la historia reciente y contemporánea.
La
“lucha armada” de Fidel Castro, declarado ya marxista-leninista, la continuó
toda la década del 60 y buena parte de la del 70, entrenando guerrilleros en
Cuba y distribuyendo armas y dinero a lo largo y ancho de todos los países de
Latinoamérica, utilizando los procedimientos armados adoptados desde joven y
que en la época, por increíble que parezca, eran condenados por Moscú, la cuna
del marxismo-leninismo que respaldaba su proceder. Para justificar
“teóricamente” estos procedimientos, Castro importó en la época un filósofo
francés, el cual dio “soporte marxista” a la práctica pandilleril castrista a
nivel de toda Latinoamérica, la que hasta hoy incluye secuestros, asaltos a
bancos, extorciones y atentados como “métodos”.
El
hecho que Fidel Castro en su fuero interno tenga una formación ideológica y
práctica más cercana a la de Pablo Escobar (pandilleros ambos de “horca y
cuchillo”, como puede demostrase por sus numerosos víctimas y sus
procedimientos violentos, justificados en la isla por la aplicación práctica
del leninismo) que a la de cualquier ex dirigente máximo de la antigua Unión
Soviética, no impidió que --por pura necesidad de justificar su dictadura y la
falta de una ideología propia-- tuviera que aplicar en la política económica y
social de la isla, durante muchos años, la misma escuela política, económica y
social que se aplicaba en la Rusia comunista, la que como también sucedió en
ese país, resultó en un estrepitoso fracaso en todos los órdenes.
Lo
anterior explica las causas de las múltiples quejas que ahora leemos a diario
de algunos “marxistas sinceros” (además de los grupos originales que seguían a
Aníbal Escalante) que se han pasado a la oposición y tratan de forzar la
implantación de sus concepciones “socialistas” a una sociedad cubana
post-Castro, en la que naturalmente van a encontrar un clamor mayoritario de
rechazo a semejantes pretensiones, por la temor real de la isla sufrir “otro”
experimento social con un país totalmente agotado y destruido en lo político,
en lo económico, en lo social y en lo moral, por el marxismo-leninismo
“aplicado” (no el de los libritos).
La
historia lógicamente que juzgará al dictador cubano --ahora moribundo-- en su
verdadera magnitud. Pero ciertamente que su formación pandilleril, su tendencia
a la violencia armada, su expresión “lo que nosotros tomamos por la fuerza, por
la fuerza tendrán que quitárnoslo”, sus métodos para conservar el poder basados
en turbas que golpean mujeres y niños en las calles, su falta de escrúpulos
usando la mentira reconocidamente y su inclinación por la demagógica “defensa
de los pobres”, caracterizan sin lugar a dudas a Fidel Castro como un personaje
más cerca de Pablo Escobar que de Vladimir Lenin.
Consultada una
entrevista del destacado historiador cubano Antonio de la Cova a Mario
Salabarría, que puede leerse aquí.
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