19 octubre, 2012

La capacidad de resistencia de los mercados en ascenso


La capacidad de resistencia de los mercados en ascenso

NUEVA YORK – Cuando la mayor parte del mundo está centrada en la inestabilidad económica y el crecimiento anémico en los países avanzados, los países en desarrollo, con la posible excepción de China, han recibido relativamente poca atención, pero, como grupo, las economías con mercados en ascenso se han visto afectadas negativamente por la reciente desaceleración en los países desarrollados. ¿Podrán recuperarse por sí solas?
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Illustration by Dean Rohrer
Las más importantes economías en ascenso fueron los principales motores de crecimiento del mundo tras el estallido de la crisis financiera en 2008 y, hasta cierto punto, siguen siéndolo, pero su resistencia ha dependido siempre de su capacidad para engendrar un incremento suficiente de la demanda agregada a fin de apoyar su crecimiento, sin tener que compensar una gran pérdida de la demanda en los países desarrollados.
La combinación de un crecimiento insignificante (o incluso negativo) en Europa y una importante desaceleración del crecimiento en los Estados Unidos ha producido ahora esa pérdida, con lo que ha socavado las exportaciones de las economías en ascenso. Europa es un importante destino de las exportaciones para muchos países en desarrollo y el mayor mercado exterior de China. Este último países, a su vez, un importante mercado para los productos finales, los bienes intermedios (incluidos los utilizados para producir los productos acabados para la exportación) y los productos básicos. De modo, que el efecto dominó del estancamiento económico de Europa se ha extendido rápidamente al resto de Asia y a otros continentes.

Además, no sólo es el sector comercializable de la economía del Japón sumamente vulnerable a la desaceleración en China, sino que, además, con el reciente conflicto relativo a las islas Senkaku/Diaoyu se perfila una perspectiva de desacoplamiento económico. Aparte de eso, los resultados económicos del Japón van a seguir siendo débiles, porque el aspecto no comercializable no es un fuerte motor de crecimiento.
Así, pues, las cuestiones principales para la economía mundial de hoy son las de cuál será la magnitud de la desaceleración del crecimiento y cuánto durará. Con reacciones normativas acertadas, es probable que las repercusiones sean relativamente suaves y poco duraderas.
Una cuestión fundamental que nubla el futuro es la financiación del comercio. Los bancos europeos, tradicionalmente importante fuente de financiación del comercio, se han retirado espectacularmente por los problemas de insuficiencia de capital causados por las pérdidas de capital en materia de deuda soberana y, en algunos casos, a los préstamos inmobiliarios. Ese vacío podría reducir las corrientes comerciales, aun cuando siguiera existiendo demanda. En Asia en particular, la de colmar el vacío con otros mecanismos de financiación ha pasado a ser la máxima prioridad.
En particular, aunque el sector comercializable de China está muy expuesto a las consecuencias de la situación de las economías desarrolladas, es probable que el Gobierno acepte cierta desaceleración a corto plazo, en lugar de adoptar medidas de estímulo que podrían resultar distorsionadoras. Dado el riesgo de volver a inflar burbujas de activos, nadie debe esperar una relajación espectacular del crédito como la que siguió al desplome de 2008.
No hay que descartar un programa de inversión pública acelerada que descarte los proyectos con rendimientos escasos, pero las mejores y más probables reacciones son las que aceleren el aumento del consumo interno incrementando los ingresos de los hogares, desplieguen eficazmente los ingresos resultantes de los activos de propiedad estatal y fortalezcan los sistemas de seguridad social de China para reducir el ahorro precautorio. De hecho, ésos son componentes del 12º Plan Quinquenal de China, recientemente aprobado.
Cierto es que las más importantes reformas sistémicas de China están pendientes de la transición en la dirección del país, que se espera para noviembre. Todo indica que se debe acelerar rápidamente el ritmo de la reforma encaminada a ampliar la dimensión del mercado en la economía para lograr los ambiciosos objetivos económicos y sociales de los cinco próximos años.
Algunos países se han librado de la tendencia mundial. Indonesia, por ejemplo, ha experimentado una aceleración del crecimiento, con un aumento de la confianza de las empresas y de los consumidores que ha impulsado la inversión hasta casi el 33 por ciento del PIB.
Asimismo, el crecimiento del Brasil ha tenido un bajón, pero ahora parece que va a recuperarse. Además, los resultados económicos globales del Brasil ocultan un hecho importante: las tasas de crecimiento han sido en gran medida mayores entre los ciudadanos más pobres del país y se está reduciendo el desempleo. La tasa total de crecimiento no refleja esa reducción de la exclusión y, por tanto, minimiza el ritmo del progreso económico y social.
El imperativo principal del Brasil es el de aumentar su tasa de inversión del 18 por ciento del PIB actual hasta casi el 25 por ciento, lo que sostendría un crecimiento y una diversificación económica rápidos. La dependencia de los productos básicos, aun con la creación de considerable valor añadido interno, sigue siendo elevada.
Las tasas de crecimiento económico en otros países sistémicamente grandes, incluidos Turquia y México, han aumentado también, pese a los vientos contrarios procedentes de Europa y los Estados Unidos. Muchos países africanos están mostrando también una amplia tónica de fundamentos económicos sólidos, aceleración duradera del crecimiento, diversificación económica y confianza de los inversores.
Las perspectivas de la economía de la India siguen siendo más inciertas. Mientras que el crecimiento se aminoró recientemente después de haber obtenido tasas muy altas, por una combinación de exposición a la debilidad de los países desarrollados, pérdida interior de impulso reformista y descenso de la confianza de los inversores, parece estar invirtiéndose esa tendencia después de que el Gobierno adoptara recientemente unas decisivas medidas correctoras. La cuestión principal es la de si el Parlamento de la India aprobará la legislación decisiva o permanecerá paralizado por unas luchas intestinas sumamente partidistas y alimentadas por  escándalos.
Si combinamos el panorama general con tendencias más generales en los países en desarrollo –aumento de los ingresos, rápido aumento de las clases medias, expansión del comercio y de las corrientes de inversión, acuerdos bilaterales y regionales de libre comercio y una participación en aumento en el PIB mundial (el 50 por ciento, aproximadamente), hemos de decir que el impulso al crecimiento de esas economías debe recuperarse con relativa rapidez en uno o dos años.
La mayor parte del riesgo en ese panorama estriba en las economías sistémicamente importantes de Europa, los EE.UU y China. Para desbaratar ese impulso al crecimiento de las economías en ascenso en esta fase, probablemente debería producirse otra crisis mayor de la demanda en las economías avanzadas o algún tipo de fallo en la transición de la dirección de China que impida la reforma sistémica y afecte al crecimiento del país. Pese a los pronósticos de crecimiento escaso en todo el mundo desarrollado, esos riesgos sistémicos, considerados individualmente y en combinación, parecen estar reduciéndose (si bien no hasta el punto de que se puedan desestimar, desde luego).
Así, pues, en conjunto es probable que continúen las tónicas del crecimiento con diferentes velocidades del pasado decenio. Precisamente cuando las economías desarrolladas experimentan un período prolongado de crecimiento inferior al habitual, las economías en ascenso seguirán siendo un importante motor del crecimiento.

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