03 octubre, 2012

La nueva frontera nómada



La nueva frontera nómada

Héctor Aguilar Camín

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994 fue un clímax en la tendencia a la norteamericanización de México.
 
Un geógrafo aficionado a la historia de larga duración podría decir que el camino de México hacia Norteamérica en las últimas décadas del siglo XX continúa la inversión geopolítica fundamental verificada durante la Revolución Mexicana de 1910.
 
Desde la época prehispánica, a través de toda la Colonia y durante el siglo XIX, el centro del poder político y cultural del país estuvo en el altiplano, con la Ciudad de México como ombligo.


“México se formó en una lógica tripartita”, escribe Alan Knight, “con un altiplano populoso que extendía su influencia y su control sobre las tierras tropicales bajas del sureste maya y las llanuras altas del norte. Esa fue la tendencia hasta la revolución de 1910, cuando el flujo de poder y riqueza se invirtió y —por decirlo crudamente— el norte ‘colonizó’ el centro y, en consecuencia, al sur” (“Mexican National Identity”, en Susan Deans y Eric van Young: Mexican Soundings. University of London, 2007).


La revolución de 1910 fue en muchos aspectos una ocupación del centro del país por los ejércitos norteños, que entendían mal las tradiciones del altiplano, su corazón agrario e indígena, y mejor las tradiciones del norte emprendedor, agrícola y ganadero, más parecido al Far West americano y más vinculado a él, que al México que representa Zapata o resume Oaxaca.


En las últimas décadas del siglo XX, la frontera es el nuevo referente nacional. Escribe Fernando Escalante:
Los Estados Unidos cortan a lo largo y a lo ancho la sociedad mexicana. [...] Nos guste o no, nuestras economías están ligadas, al igual que nuestros sistemas financieros y nuestros flujos demográficos.


Sea en la producción o en el consumo, en los mercados de trabajo o en el crimen organizado, las asimetrías son tan evidentes como los vínculos. Como si viviéramos en una extendida, indefinible tierra fronteriza. Y así el hecho físico de la frontera, la mismísima línea fronteriza, adquiere una importancia abrumadora para los dos países. (“Goodby to all that”, mimeo, 2008).


La expresión violenta de esta lógica histórica de integración es, desde luego, el narco, cuya cortina de sangre cubre el escenario e impide ver atrás el proceso fundamental: una de las mayores líneas de mezcla civilizatoria que registra el mundo moderno.

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