Entre 2000 y
2011 el gasto público creció 77% en México en términos reales.
La gran fuerza
impulsora de este crecimiento del gasto general es las erogaciones de los
gobiernos locales. El aumento real de las partidas federales a los gobiernos de
los estados en el periodo fue de 87% y de 113% el incremento de los recursos a
los municipios provenientes de la federación y los gobiernos estatales (¡y de
186% si se compara 2000 con 2010!). El despilfarro respeta mucho el estilo cada
vez más federalista del Estado mexicano.
Pero como se puede
apreciar en la tabla, el gasto público no creció igual en todos los estados y
en todos los rubros. El gasto total aumentó en 83% si suman las cantidades de
los 31 estados de la república. Pero en cuatro estados el incremento duplicó o
más la media: Yucatán (306%), Quintana Roo (256%), Coahuila (192%) y México
(167%).
La razón de estos incrementos del total como de
determinados rubros, responde a dos factores: el creciente poder de los
gobiernos locales y el aumento de la competencia por el poder.
En efecto, la competencia democrática no es otra
cosa que una subasta populista: quien ofrece (y da) más, logra el voto
ciudadano. Por eso el rubro de subsidios creció en promedio 110%, un tercio más
que la suma de todos los gastos. Pero en algunos estados, principalmente
gobernados por el PRI o la izquierda, el aumento es exorbitante: Yucatán
(733%), Chiapas (546%), Coahuila (398%), México (250%), Nuevo León (248%) y
Michoacán (233%). Estos subsidios son la verdadera compra del voto, no las
pequeñas dádivas que sanciona la ley electoral.
Previsiblemente a mayor competencia política, más
se sangrará a la minoría que más riqueza genera, al Atlas que sostiene al país
y al fisco.
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