02 octubre, 2012

¿Las “conquistas históricas”, jamás debemos tocarlas? ¿Aun cuando nos impidan crecer?

Ángel Verdugo

Uno de los argumentos más socorridos por aquéllos que se oponen a remover éste o aquel obstáculo que impide el crecimiento, es que se trata de “una conquista histórica”.
El uso de este subterfugio, expresión clara del cinismo ofensivo de quienes buscan mantener intocados sus privilegios, es resultado de años de complicidad entre los que concedieron tales “conquistas” y los grupúsculos que se sienten merecedores de ellas y poseedores de una representación social, la cual nadie les ha concedido no sólo por no buscarla, sino porque no la merecen en modo alguno.


Por otra parte, debe decirse con claridad, dichas “conquistas históricas” son, las más de las veces, una simple dádiva del gobierno en turno para mantener el control político de éste o aquel grupo o sindicato, pero no el resultado de un movimiento social o protesta ciudadana llevados a cabo con el objetivo de obtener dicha “conquista”.
Mientras las condiciones económicas permitieron sufragar el costo de tales “conquistas históricas”, las cosas marcharon dentro del arreglo político que las hizo posible; el problema sobreviene cuando aquéllas pierden toda viabilidad financiera —al carecer las finanzas públicas de los recursos para seguirlas financiando— o la “conquista” se convierte en un obstáculo para el crecimiento y la elevación de la productividad en toda la economía, o en una o varias actividades productivas.
Cuando en una economía llega a esta situación, generada por múltiples razones, que pueden tener un origen interno —o externo como sucede hoy con la globalidad— ¿cuál debe ser entonces la conducta que prive al respecto? ¿Mantener “las conquistas históricas” que son sólo privilegios para unos cuantos, o reconocer la nueva realidad y eliminarlas cuando no sea posible adaptarlas a las nuevas condiciones que enfrenta la economía?
¿Debemos hacer caso de lo que afirman algunos oportunistas y los trasnochados de siempre —que se quedaron en los años de la bonanza de unos cuantos países, producto ésta del atraso de decenas allá por los años cincuenta o sesenta, o de las ilusiones creadas por un modelo de desarrollo basado en una economía cerrada—, y mantener esas “conquistas históricas” a costa del crecimiento de la economía y del bienestar del resto de la sociedad?
La nueva realidad, producto de la globalidad y la interdependencia económica, que propicia, ha demostrado en decenas de países que no hay “conquista histórica” o beneficios sociales que deban ser mantenidos inmutables por siempre; entendamos que unas y otros fueron resultado de las condiciones específicas de un momento histórico, pero una vez que las condiciones cambian, las reglas deben adaptarse para ajustarlos a la nueva situación donde la competencia por los mercados y la necesidad de elevar permanentemente la productividad son quienes fijan los nuevos límites de “las conquistas” y los beneficios sociales.
Hoy, algunos países europeos son muestra evidente de lo que afirmo; los que se negaron a realizar los obligados ajustes a tanto exceso carente del sustento financiero que los sufragase, están hoy en una debacle de tal magnitud, que su viabilidad como país se ha visto amenazada.
¿Qué impulsa entonces, aquí y ahora, a tanto sinvergüenza a exigir que no toquen las “conquistas históricas”, que ni son conquistas y mucho menos históricas? ¿Su cinismo y la corrupción que todo lo invadió? ¿O también su ignorancia de los cambios en el mundo?

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