Por Ricardo Alemán.
En el Itinerario Político del 27 de
septiembre, aseveramos que los trabajadores no eran una prioridad para la clase
política sino una
especie de botín de guerra.
Y
es que, si las y los políticos realmente buscaran el bienestar de la clase
trabajadora, habrían pactado una reforma laboral hace mucho tiempo.
Pero
el asunto va más allá.
Como
todos saben, sectores de la izquierda han adoptado la defensa de las libertades
laborales como una suerte de bandera de guerra.
No
pocos han sitiado el Congreso, han destruido puertas, manoteado, arrebatado
micrófonos y hasta entonado el Himno Nacional. Todo porque, desde su óptica,
los privilegios del trabajador no se respetan en la iniciativa preferente que
envió Felipe Calderón y es poco menos que inhumano aprobar una reforma en esos
términos.
Sin
embargo, lo que estos defensores del pueblo bueno no saben, no entienden o no
han querido entender, es que su batalla pareciera endémica; es decir, exclusiva
del Congreso de la Unión.
¿Por
qué?
Porque
en el Distrito Federal –donde la izquierda hace y deshace a placer– existe un
marco legal que hace ver la "abominable" reforma del gobierno federal
como un cuento de niños.
La
historia no es nueva.
En
octubre de 2011, la Junta Local de Conciliación y Arbitraje aprobó criterios
que, entre otras cosas, exigen que los trabajadores que intentan crear un
sindicato demuestren su relación de trabajo –una acción que podría derivar en el
despido inmediato de quienes aspiran a organizarse–, además de obligar al
trabajador a exhibir los padrones de empleados que planean ir a huelga; una
jugada prácticamente suicida.
En
pocas palabras, la defensa de las garantías y libertades que ha desquiciado San
Lázaro durante casi una semana, prácticamente no existió y no existe en la
izquierda capitalina.
¿Y
por qué dejó la izquierda permitió que ocurrieran estas atrocidades en la
capital –donde tiene el control absoluto–, y hoy se desgarra las vestiduras por
una reforma que no violenta las libertades del trabajador al nivel que ocurre
en el DF?
Porque,
como dijimos, los
trabajadores –con todo y la reforma laboral– no son más que un botín político.
Y si no, ¿por qué cada vez son más los sindicatos y trabajadores que se amparan
contra la abusiva legislación de la capital?
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