01 octubre, 2012

TAMBIÉN PARA LA IZQUIERDA EL TRABAJADOR ES UN BOTÍN POLÍTICO.



Por Ricardo Alemán.

En el Itinerario Político del 27 de septiembre, aseveramos que los trabajadores no eran una prioridad para la clase política sino una especie de botín de guerra.
Y es que, si las y los políticos realmente buscaran el bienestar de la clase trabajadora, habrían pactado una reforma laboral hace mucho tiempo.

Pero el asunto va más allá.

Como todos saben, sectores de la izquierda han adoptado la defensa de las libertades laborales como una suerte de bandera de guerra.

No pocos han sitiado el Congreso, han destruido puertas, manoteado, arrebatado micrófonos y hasta entonado el Himno Nacional. Todo porque, desde su óptica, los privilegios del trabajador no se respetan en la iniciativa preferente que envió Felipe Calderón y es poco menos que inhumano aprobar una reforma en esos términos.
 
Sin embargo, lo que estos defensores del pueblo bueno no saben, no entienden o no han querido entender, es que su batalla pareciera endémica; es decir, exclusiva del Congreso de la Unión.

¿Por qué?

Porque en el Distrito Federal –donde la izquierda hace y deshace a placer– existe un marco legal que hace ver la "abominable" reforma del gobierno federal como un cuento de niños.

La historia no es nueva.

En octubre de 2011, la Junta Local de Conciliación y Arbitraje aprobó criterios que, entre otras cosas, exigen que los trabajadores que intentan crear un sindicato demuestren su relación de trabajo –una acción que podría derivar en el despido inmediato de quienes aspiran a organizarse–, además de obligar al trabajador a exhibir los padrones de empleados que planean ir a huelga; una jugada prácticamente suicida.

En pocas palabras, la defensa de las garantías y libertades que ha desquiciado San Lázaro durante casi una semana, prácticamente no existió y no existe en la izquierda capitalina.

¿Y por qué dejó la izquierda permitió que ocurrieran estas atrocidades en la capital –donde tiene el control absoluto–, y hoy se desgarra las vestiduras por una reforma que no violenta las libertades del trabajador al nivel que ocurre en el DF?

Porque, como dijimos, los trabajadores –con todo y la reforma laboral– no son más que un botín político. Y si no, ¿por qué cada vez son más los sindicatos y trabajadores que se amparan contra la abusiva legislación de la capital?

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