11 octubre, 2012

Un cadáver errante

Jorge Fernández Menéndez

Hay cadáveres errantes: el más celebre sin duda el de Adolf Hitler que se supone fue recuperado por los soviéticos, del búnker nazi en Berlín, pero nunca se mostró públicamente. En el mar se supone que está el de Bin Laden. Otro famoso es el de Eva Perón, que estuvo oculto y transportado por el mundo durante años, una historia que refleja como nadie el libro Santa Evita, del luego fallecido Tomás Eloy Martínez. Allí, entre los cadáveres errantes, debe estar el de Nazario Moreno, el fundador de La Familia Michoacana, abatido en un enfrentamiento en Apatzingán. Su muerte fue registrada por videos de la Policía Federal, pero su cuerpo fue rescatado por integrantes de esa organización criminal y no fue recuperado. Hoy existen hasta altares para Nazario Moreno, que se presentaba como un hombre muy religioso, aunque firmaba sus libros como El más loco, lo que no le impedía haber encabezado una de las organizaciones criminales más violentas de la historia.


También era muy creyente Heriberto Lazcano, El Lazca, muerto en la tarde del pasado domingo en Progreso, Coahuila. En Pachuca, Hidalgo, en su tierra natal, mandó a construir iglesias y hasta su mausoleo para cuando muriera. Su cuerpo, como es público, fue robado por un comando armado poco después de que fue depositado por el Ministerio Público local en la funeraria García, en Sabinas, Coahuila. El hecho ha generado innumerables especulaciones pero, aunque sea controvertido, no es tan extraño, si se entiende la lógica de los grupos criminales y lo ocurrido en el enfrentamiento en el que murió Lazcano, que hayan tratado de desaparecer el cuerpo.
Más allá de declaraciones absurdas (la mejor, la del gobernador Francisco Olvera, de Hidalgo, que aseguró sin sonrojarse que no había seguridad de que El Lazca estuviera muerto porque “si se llevaron el cuerpo seguramente es porque estaba vivo y lo estaban atendiendo”… lo que recuerda a una famosa presentadora de televisión que, cuando se estrelló el segundo avión contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 dijo que “seguramente había algún problema grave en la torre de control del aeropuerto porque iban ya dos aviones que se estrellaban contra el mismo edificio”), lo cierto es que, cuando fue abatido, las autoridades federales no tenían información precisa acerca de quienes eran los delincuentes con los que se habían enfrentado en las afueras de un pequeño estadio de beisbol.
El tiempo de cuatro horas que transcurre entre el enfrentamiento y la confirmación de los datos es el que se tardó en recoger los cuerpos, dar aviso al Ministerio Público local, transportar los cuerpos de Progreso a Sabinas, tomar las muestras, enviarlas a Plataforma México y obtener respuesta. Fue entonces cuando se supo que el cuerpo era de Lazcano. Pero su grupo ya lo sabía y se robó los restos, para evitar la identificación. ¿Por qué? Porque evidentemente para su organización criminal y para quienes quieran ser sus sucesores, es muy diferente mantener la idea de que El Lazca estaba vivo, que saber que el líder del grupo fue abatido, sobre todo en el contexto de la lucha dentro de Los Zetas, una organización que, hay que recordarlo, ha sido particularmente violenta y expedita con sus rivales de dentro y de fuera.
Hay datos y respuestas que deben proporcionarse. Las fotos demuestran que los restos que estaban en la funeraria García son de Lazcano, las similitudes son evidentes. No se tendría por qué dudar de los datos dactiloscópicos proporcionados por Plataforma México: es una prueba documental que puede ser cotejada en muchos ámbitos. Se supone que existen restos de tejidos que pueden utilizarse para cotejar el ADN. Se ha argumentado que en la ficha que dio a conocer la procuraduría de Coahuila respecto a la que existe en la base de datos de la DEA hay una diferencia importante, porque la primera dice que El Lazca tenía una altura de 1.60 metros y la otra de 1.72 metros. El hecho es que la ficha de Lazcano de las autoridades mexicanas se basa en datos duros, de cuando fue miembro del Ejército (lo mismo que la foto que hemos conocido desde años atrás) y la de la DEA es un estimado con base en testimonios de terceras personas, porque Lazcano nunca estuvo detenido en la Unión Americana.
No sé si alguna vez se recuperará el cadáver de Lazcano. Lo mismo que Nazario Moreno, se trataba de un hombre, pese a su violencia e inhumanidad para con sus adversarios, muy religioso. Seguramente buscarán darle sepultura, pero difícilmente será en su refugio, el que se había mandado construir en Pachuca. El cadáver, me temo, seguirá errante.

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