Jorge Zepeda Patterson
Estaba
claro que Luis Videgaray se había convertido en el brazo derecho de Peña Nieto.
Lo que no le gustó al círculo cercano del presidente electo es que además se
hubiera erigido en cerebro, espina dorsal, oídos y boca del gobierno en espera
de la toma de posición.
La ausencia de Peña Nieto debido a sus
giras, primero por América Latina y luego por Europa, acentuaron el protagonismo de
Videgaray. Algunos pensaron que se estaba excediendo la atribuciones recibidas
y que tomaba decisiones que habrían requerido consenso en el cuarto de guerra o
que sólo competían al propio presidente electo.
El resultado es que hay una resistencia creciente a
la formación de una Secretaría de la Presidencia o equivalente, que convierta a
Videgaray en una especie de vicepresidente desde Los Pinos. Durante semanas se
ha hablado de la creación de una super oficina que le de a Videgaray
atribuciones para ejercer de facto como coordinador de la administración
peñanietista. Una especie de Camilo Mouriño reloaded.
Pero ya hay demasiada oposición a este proyecto.
Nadie le disputa sus conocimientos en
materia de finanzas públicas, pero el resto de los operadores políticos, desde
Osorio Chong, Murillo Karam y Pedro Joaquín Coldwell dentro del equipo
peñanietista, y los recién incorporados desde el poder legislativo, Emilio
Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, no
han visto con buenos ojos que el economista quiera convertirse en el cerebro
político del régimen.
El problema es que en la práctica el hombre
fuerte de Peña Nieto había venido operando en los últimos meses como una
especie de segundo al mando con todas las atribuciones. Fue el coordinador de
campaña del candidato presidencial, lo cual dice todo, y a partir del 11 de
julio, una vez concluidas las elecciones, se le asignó la responsabilidad de
impulsar las reformas económicas con el resto de los actores políticos y
sociales.
El pasado 4 de septiembre, Peña Nieto nombró
a dos coordinadores para el equipo de transición, ambos con similar jerarquía:
Osorio Chong para la parte política, Videgaray para la económica. Bueno, eso en
teoría, porque en la práctica este último ha seguido interviniendo en todas las
áreas, sea por la inercia de los meses anteriores o porque la negociación de
las reformas económicas le obliga a cerradas negociaciones políticas. Lo cierto es que en ausencia de Peña
Nieto, tiende a fungir como jefe de todo el equipo.
La situación no podía durar mucho sin que el
hiperactivo Videgaray comenzara a pisar callos. Los cuadros políticos que
rodean a Peña Nieto no son precisamente peritas en dulce. Son veteranos de mil
batallas y le llevan 12 o 15 años de edad al economista de 44. Eso en edad biológica; en edad
política bien podrían decir como Napoleón frente a las
pirámides “40 siglos os contemplan”.
Al propio Peña Nieto le habría resultado
poco atractivo tener un poder tan visible,
eficiente e implacable como habría sido un super secretario en
Los Pinos. Qué caso tendría ser Presidente si el que resuelve los asuntos está
en la oficina de al lado.
Si se desdibuja la posibilidad de esa
especie de despacho de primer ministro, a Videgaray no le tocará mejor opción
que ubicarse en la Secretaría de Hacienda. Desde allí podrá constituirse en
jefe de sector de todo el aparato económico y mandar sobre otros a partir de la
asignación de recursos. Un poco a la manera en que lo fue Francisco Gil Díaz
con Vicente Fox. Claro, eso si lo dejan los Dinos que ya le comenzaron a
disputar el poder.
Será interesante ver los pasos que tomará
Enrique Peña Nieto para restablecer
equilibrios y no perder su propio liderazgo. Entre la laxitud
de Zedillo y de Fox en un extremo, y el puño férreo que ejercieron Salinas y
Calderón en el otro, el próximo Presidente tendrá que encontrar un estilo
personal de dirección sobre el gabinete.
Peña Nieto llegó al poder gracias al trabajo
de una maquinaria política aceitada y de una alianza de intereses con poderes factuales.
Su llegada al gobierno mexiquense y ahora a Los Pinos fue menos el resultado de un
liderazgo propio que el trabajo de un equipo capaz de construir a un candidato
ganador.
A partir de ahora sabremos quién es en
verdad Peña Nieto.
Por lo pronto, las próximas semanas tendrá
que descubrir si realmente tiene madera de líder para conducir un gabinete
eficaz y equilibrado, o si termina subrogando el poder en varios polos
dominantes, en permanente disputa ente sí.
No creo que Videgaray se quede con los
brazos cruzados. Los otros tampoco. Veremos.
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