Después de las elecciones del martes pasado, ¿qué sigue en la
política estadunidense? Evitar, a toda costa, el precipicio. ¿A qué me
refiero? Si el Congreso y el Presidente no se ponen de acuerdo, en enero
de 2013 entrarán en vigor una serie de incrementos de impuestos y
recortes de gasto para resolver el problema del abultado déficit público
de ese país. Es lo que se conoce como el “precipicio fiscal”.
¿Podrán ponerse de acuerdo los representantes, los senadores y el
Presidente para evitar el abismo? Se ve muy difícil y por eso los
mercados internacionales están nerviosos. El miércoles y el jueves
después de las elecciones, las bolsas en Estados Unidos tuvieron caídas
importantes y jalaron a los mercados accionarios de otras naciones.
¿Por qué reaccionaron así los inversionistas internacionales? Por
cómo quedó conformado el poder en Washington. Un gobierno dividido con
un Presidente demócrata, un Senado con mayoría de ese partido y una
Cámara de Representantes con mayoría de los republicanos. Luego
entonces, se necesita el apoyo de los dos partidos para sacar adelante
un acuerdo a fin de evitar el “precipicio fiscal”.
Para resolver el problema del déficit público, los demócratas, incluido el presidente Obama,
quieren incrementar los impuestos a los más ricos. Los republicanos,
por su parte, rechazan cualquier intento de aumento tributario y más
bien quieren aplicar la tijera al gasto de ciertos programas sociales.
Si ninguno de los dos cede, pues no habrá acuerdo y en automático se
ejecutará el programa conocido como el “precipicio fiscal”.
Los dos partidos de la política estadunidense tienen que interpretar
con mucho cuidado los resultados del martes. Los demócratas, aunque
lograron la reelección del Presidente, deben entender que el país está
dividido. Que hay 48% de estadunidenses (58 millones en total) que
votaron por Mitt Romney, porque no les convenció el proyecto y la actuación de Obama.
No por nada los republicanos mantuvieron el control de la Cámara baja.
Éstos, por su parte, tienen que comprender que la radicalización de sus
propuestas no persuadió a la otra mitad del electorado (52% equivalente a
61 millones) y que, por nominar a candidatos muy derechistas al Senado,
fracasaron en su intento por ganar la Cámara alta.
Las primeras declaraciones después de la elección parecen alentadoras.
El líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, afirmó que “es mejor bailar que pelear”. Por su parte, el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, John A. Boehner,
declaró que estaba “dispuesto a llegar a un acuerdo presupuestario que
incremente el ingreso federal siempre y cuando esté atado a una revisión
de las ayudas sociales y una reforma al código tributario que cierre
lagunas jurídicas, reduzca o elimine deducciones y baje las tasas del
impuesto sobre la renta”.
Pero una cosa es lo que dicen los políticos y otra lo que hacen. Y
eso es lo que tiene nerviosos a los mercados: el escepticismo acerca de
que un gobierno dividido en Washington pueda resolver el problema fiscal
y evitar el precipicio.
La postura y el liderazgo del Presidente va a determinar, en mucho, lo que ocurra en las próximas semanas. Obama tiene que estar dispuesto a llegar a un acuerdo con los republicanos, pero también a presionarlos. Es lo que hizo Clinton
en 1995-1996, quien incluso consintió que el gobierno federal cerrara
por falta de fondos. Esto enojó a la opinión pública estadunidense, que
le echó la culpa a los republicanos en la Cámara de Representantes por
su intolerancia. A la postre tuvieron que suavizar su postura y llegar a
un acuerdo con el Presidente.
Pero también hay que decir que aquellos republicanos de los noventa
eran menos ideológicos que los actuales. Preocupan, en este sentido, los
congresistas del Tea Party, que están incluso dispuestos a que
Estados Unidos deje de pagar su deuda pública por primera vez en la
historia con tal de no verse como políticos que negocian sus
convicciones ideológicas. Como buenos fundamentalistas que son,
prefieren irse al abismo antes de llegar a un acuerdo con el aborrecido
presidente Obama.
Después de las elecciones del pasado martes, en Estados Unidos viene
un periodo crítico donde veremos si ese país resuelve sus problemas
fiscales en un contexto de gobierno dividido o si cae al precipicio
llevándose de corbata al mundo entero, comenzando por los mexicanos.
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