Por: Yoani Sánchez
Al amplio repertorio de chistes
populares se le ha agregado, hace unas semanas, uno que no deja de ser
sintomático. Un par de amigos se encuentran en la calle y uno le
pregunta al otro: “Oye ¿sabías tú que Cuba tiene el mayor y mejor pozo
petrolero del mundo?” El sondeado empieza a cuestionarse en un primer
momento si su compadre no habrá perdido la razón o si, por el contrario,
acaban de descubrir un buen yacimiento de crudo y él mismo no está
informado. Tal vez lo han dicho en el noticiero de la mañana que no ha
podido ver, piensa por un momento. Así se queda cavilando en busca de
una respuesta, cuando su socio rompe en una carcajada y anuncia: “Sí,
chico, sí, nosotros tenemos el pozo petrolero Chávez #1, que ni se seca
ni necesita recursos para explotarlo”.
El subsidio venezolano se hace sentir
en cada esfera de la vida nacional y esa sensación no escapa a las
bromas y a las ironías. Esta semana, el tema se ha potenciado aún más
después de que Hugo Chávez pidiera permiso a la Asamblea Nacional de su
país para recibir un nuevo tratamiento médico en la Isla. Supuestamente,
Chávez arribó al aeropuerto de La Habana la madrugada del miércoles,
aunque la prensa nacional se abstuvo de mostrar imágenes de ese momento.
Desde días antes, ya se comentaba que el inquilino de Miraflores había
tenido que venir de urgencia para recibir un nuevo tratamiento médico.
Los rumores se dispararon alrededor de un posible empeoramiento de la
salud del mandatario venezolano, pero el secretismo sigue marcando su
estancia en Cuba. Ni una palabra se filtra, ni un doctor se atreve a dar
testimonio, ni una revelación se escapa hacia los medios. Aun así, el
nerviosismo se percibe en el aire.
Muchos temen que el “pozo petrolero
Chávez #1” se pueda agotar y desencadenar con ello una crisis económica
más profunda en nuestro país. Quizás los chistes callejeros tratan de
reflejar la inquietud a través de la risa, pero detrás del sarcasmo se
esconde la perenne desazón del mantenido.
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