19 noviembre, 2012

¿Cómo gobernará Peña? Él llega al poder como el restaurador de los gobiernos priistas; debe hace honor al pasado pero debe demostrar que vive en el presente.. Jorge Fernández Menéndez







Decía Abraham Lincoln que “casi todos podemos superar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dadle poder”. ¿Cómo gobernará?, ¿cómo será Enrique Peña Nieto con poder? Se podrá asegurar que Peña ya es un hombre de poder, que ya fue gobernador del estado más importante del país, que ganó una campaña presidencial. Es verdad, pero sólo una verdad a medias: no se termina de vislumbrar el verdadero poder de un Presidente de la República hasta que se está ya sentado en esa silla. Luis Echeverría se sentía predestinado a estar allí: era una culminación de una larga carrera. Y así ejerció el poder. López Portillo se sentía intelectualmente superior a sus predecesores: ejerció el poder a contentillo, sin llenadera, para bien o para mal, casi más como un monarca que como un mandatario republicano. Miguel de la Madrid asumió que era el Presidente de la crisis, que sin ella no hubiera llegado. Nunca disfrutó plenamente del poder porque sabía que el suyo era un periodo de transición, pero tampoco abusó de él. Todo fue a medias, con distancia. Carlos Salinas de Gortari sí conocía y disfrutaba del poder: venía de una familia de poder y estaba convencido de que su gestión, y la de su generación, cambiaría el rostro de México, que sería un parteaguas histórico. En muchos sentidos lo fue, aunque en ocasiones el sentido final no fuera el que Salinas hubiera deseado o planeado. Lo cierto es que de los últimos presidentes, ha sido el que ha tenido el estilo personal de gobernar más claro e influyente, para propios y extraños.


Ernesto Zedillo llegó al poder por una suma de circunstancias. No era un hombre de poder pero aprendió a serlo con una diferencia: tampoco era un hombre de partido y creo que en términos de trascendencia quiso pasar a la historia como el hombre que le abrió, sin oponerse, el camino a la transición. De Vicente Fox se ha hablado demasiado de su relación con el poder. Entendió tan bien su rol como Presidente de la República como entiende ahora el papel de ex presidente: la Presidencia de la República no es la gerencia de Coca Cola. Y Felipe Calderón, un hombre de poder, formado y consolidado en ese ámbito, probablemente ha gobernado seguido por el síndrome de su origen: de la desconfianza generada en décadas de oposición. Calderón gobernó con los suyos, puso el acento en la lealtad personal y en el control meticuloso de las cosas. Pero todo ello marcado por la desconfianza.
¿Cómo gobernará Peña? Dicen que origen es destino y en todos los mandatarios que hemos reseñado el origen de su elección marcó el destino de su gobierno. No debería ser diferente con Peña. El futuro Presidente llega al poder como el restaurador de los gobiernos priistas; debe hace honor al pasado pero debe demostrar que vive en el presente y que trascendió a las administraciones y estilos que le hicieron dejar el poder hace 12 años. Ganó con una sólida mayoría, pero sabe que un alto porcentaje de la población es antipriista y que estará bajo escrutinio permanente.
Decía Barack Obama hace unas semanas, antes de la elección, cuando le preguntaban qué le recomendaría a quien se sentara en la silla presidencial, que lo más importante “es cumplir con las expectativas de la gente” que te eligió: “no tiene tanta importancia la estrategia política”, insistía. Decía que el Presidente debe reducir al mínimo el número de decisiones, y ponía el ejemplo de su ropa “sólo tengo trajes azules y grises, un día uno y el otro al siguiente, no puedo distraerme en pensar qué me voy a poner” porque “cada decisión que tomas disminuye tu capacidad de acertar en la siguiente”. Por eso recomienda “concentrar energía”, tener “disciplina y orden personal” y establecer un filtro con la información sin aislarse: no sujetarse a la información de los medios pero tampoco vivir en un país de fantasía.
Tiene toda la razón, habrá que ver si ese es el estilo que prefiere adoptar Peña Nieto. Por lo pronto, con sus primeras iniciativas ha demostrado ser pragmático y está dejando en claro tres cosas: primero, que su apuesta más importante es por la seguridad entendida como gobernabilidad, gobernar diluyendo y distribuyendo responsabilidades no entra en la genética política priista y me parece que en eso tiene razón. Ha demostrado con el tema anticorrupción que prestará atención a los reclamos en ese sentido: le dolieron, por lo menos en lo político y electoral, los reproches en la campaña al respecto. Habrá que ver si es una táctica o un objetivo estratégico. Y hará una amplia y profunda política social que será el complemento de las reformas profundas que aplicará en la economía. Será en ese sentido, la réplica mejorada y ampliada de lo intentado en el sexenio 88-94, con todos sus beneficios y peligros. Pero los tiempos son otros y los personajes involucrados en la historia, también. De él dependerá que la obra ahora sí termine con éxito.

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