12 noviembre, 2012

El gabinete de Peña. Jorge Fernández Menéndez

Mientras se viven los últimos estertores de la reforma laboral, a partir de hoy lunes toda la atención política comenzará a centrarse en la conformación del gabinete de Enrique Peña Nieto, proceso que tendrá en la última semana de noviembre un momento especial con su primera visita a Washington, para un encuentro con el presidente Barack Obama y, un día después, con el premier canadiense, Stephen Harper.


El gabinete de Peña Nieto será el que dará la real dimensión de hacia dónde quiere el próximo Presidente dirigir su administración pero, sobre todo, cómo y con quiénes piensa gobernar. El estilo personal de ejercer el poder del que tanto se habla respecto de los mandatarios mexicanos ha dejado de ser ya un lugar común, para convertirse, en la misma medida en que el sistema es mucho más abierto, público y democrático, en una variante imprescindible para saber qué posibilidades de éxito tiene o no un mandatario. No es casualidad, por ejemplo, que un día después de su reelección, la primera encomienda que abordó Barack Obama haya sido precisamente la reconfiguración de su gabinete. No es casual que algunos de los mayores problemas que han enfrentado las dos últimas administraciones, para no ir más lejos, hayan sido, con Vicente Fox, un manejo demasiado liberal, indisciplinado, del ejercicio de gobierno (el famoso gabinete Montessori) o, con Felipe Calderón, un manejo muy riguroso para algunos que privilegiaba incluso la micro administración, ejercido con funcionarios muy cercanos personalmente al mandatario pero con poco peso político propio.
Peña Nieto no podrá recurrir a ninguno de esos modelos. Deberíamos dar por descontada la existencia de un equipo sin control (ya que el mismo fue muy preciso durante toda la campaña electoral), pero hipotéticamente existe el peligro de que se quiera repetir la conformación de un equipo con personalidades demasiado cercanas (como se dijo alguna vez, un equipo totalmente palacio…de Toluca).
Las expectativas son otras: la idea es que Peña Nieto integre un gabinete con personalidades fuertes, autónomas, eficientes, sin manchas del pasado (o por lo menos sin manchas que no se hayan podido limpiar) y al mismo tiempo disciplinadas; un gabinete con figuras que rescaten, aunque sea en la forma (y como decía don Jesús Reyes Heroles, recordando que en política la forma es fondo) el peso del presidencialismo, de la figura presidencial.
Hay muchas maneras de formar un equipo de esas características y uno de los beneficios (pero también de los problemas) que tiene Peña Nieto es que, siendo un político muy pragmático, tiene muchas opciones y personajes a los que recurrir, incluyendo por supuesto a hombres y mujeres que no son priistas pero que estarían dispuestos a colaborar en su administración. El gabinete como equipo de amigos debe estar desterrado de las posibilidades futuras del gobierno federal.
El viernes tuvimos una pequeña prueba de cómo se jugará con esas cartas. De algún lado surgió el rumor de que el productor de televisión Pedro Torres había sido designado director del canal Once en la futura administración. Las redes sociales se dedicaron a descalificarlo y a generar toda una cadena de comentarios negativos contra Peña Nieto y su futuro gabinete. Era una mentira completa: a Pedro Torres, que no tiene el perfil para ese tipo de responsabilidad, nunca se le había ofrecido ese cargo, y simplemente no hay, hasta hoy, designaciones formales o incluso informales en la enorme mayoría de las áreas de la futura administración, cuyo diseño, incluso, se está ajustando, se espera que con cambios muy importantes en sus principales áreas. En los hechos, de todo el equipo que ha trabajado con Peña Nieto en los últimos tiempos, pareciera que los únicos que tienen cargos asegurados en el próximo gabinete son Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong.
Era obvio que lo de Torres era, como se dice comúnmente, un borrego. Pero sirvió para medir la reacción ante designaciones que sean vistas como acomodo de amigos o carentes de perfiles adecuados para el cargo. Las expectativas del gobierno se medirán, se miden, por el equipo de trabajo. Y experiencias hay muchas al respecto: recordemos, independientemente de cómo se trabajó posteriormente o de la capacidad de los designados, cómo la crisis de diciembre de 1994 se comenzó a incubar cuando Ernesto Zedillo dio a conocer un gabinete que no llenaba la expectativas de los mercados, sobre todo, en el área económica y financiera.
Después del borrego sobre Pedro Torres se informó que el gabinete será divulgado regresando de la gira de Peña a Estados Unidos y Canadá, que concluirá el día 29. Quedarán entonces sólo dos días para la toma de posesión. En estas dos semanas, la revisión de estructuras, nombres, responsabilidades y equilibrios deben ser la tarea más importante del próximo Presidente. Mucho de su futuro dependerá de lo que se haga y decida en estos días, los últimos de la transición.

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