A lo largo de un sexenio, son muy escasos los logros mayores de un
Presidente. Recordamos, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte durante la administración de Salinas, la reforma política de 1996 con Zedillo o la ley de transparencia con Fox. Se trata de esas perlas que siempre se recordarán como quizá la parte más positiva de un gobierno. En el caso de Felipe Calderón, me parece que dicha perla fue la extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.
Esta decisión se encontraba en el ámbito exclusivo del Ejecutivo
federal. El Presidente y su equipo de trabajo, en particular el
secretario del Trabajo, Javier Lozano, la prepararon meticulosa y eficazmente.
Primero presentaron al Congreso una iniciativa de presupuesto para
2010 con una partida menor a la que necesitaba la empresa a fin de
cubrir su déficit. Y como dicho déficit se debía en gran parte a las
prebendas que recibían los trabajadores sindicalizados que operaban la
compañía, pues esto irritó al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
Su líder, Martín Esparza, prometió movilizaciones para evitar la reducción presupuestal.
Pero el gremio sindical se encontraba dividido. Esparza se había enfrentado a Alejandro Muñoz,
el tesorero del SME, en la elección por dirigir al sindicato. Todo
indicaba que habían existido irregularidades: más votos que electores y
sufragios de agremiados fallecidos. Gracias a eso, Esparza había ganado por un margen de 352 votos, una diferencia de menos de uno por ciento. Muñoz se inconformó. La Secretaría del Trabajo decidió no entregar la toma de nota a Esparza aduciendo irregularidades. Ello incrementó la ira de Esparza,
quien tuvo una postura dubitativa. Por un lado, se resistía a caer en
la provocación del gobierno a radicalizarse pero, por el otro, hablaba
de emplazar a huelga a la empresa.
El conflicto sindical sirvió para poner el tema de Luz y Fuerza como
el principal asunto en los noticieros. Gracias a eso, la opinión pública
conoció de la ineficiencia y corrupción de una empresa controlada por
su sindicato. Un servicio eléctrico malísimo con precios altísimos que
ni siquiera alcanzaban para cubrir los gastos. De esta forma, los
contribuyentes de todo el país tenían que pagar 40 mil millones de pesos
al año para subsidiar las prebendas de un sindicato con un contrato
leonino. En medio de este debate, Esparza cometió un
error. Inauguró un nuevo gimnasio del SME que había costado más de 100
millones de pesos. La cancha era de la calidad de las que usaban los
equipos profesionales de basquetbol en Estados Unidos. Mientras el país
atravesaba por una profunda recesión económica, el SME enseñaba sus
excesos con cargo a los contribuyentes de todo el país.
Pocos fueron los que salieron a la defensa del SME. Los usuarios, las
verdaderas víctimas de la ineficiencia de Luz y Fuerza, por supuesto
que no. A los medios llegaron montones de quejas que daban cuenta del
mal servicio y la corrupción. Sólo los partidos de izquierda, sobre todo
sus miembros más radicales, defendieron al SME debido a la alianza
política que tenían. También otros sindicatos se solidarizaron, quizá
por aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las
tuyas a remojar”.
El gobierno se encargó de poner en la agenda el tema de Luz y Fuerza.
El ambiente era inmejorable para liquidar a la empresa. Muchos nos
preguntábamos si se atreverían a hacerlo. Y es que, en el pasado, los
gobiernos lo habían planeado pero a la hora de la verdad habían
reculado.
El 2 de septiembre de 2009, el Presidente ofreció un discurso donde
de alguna forma relanzó su agenda de gobierno para la segunda parte del
sexenio y prometió cambios de fondo. Más allá de esta retórica, tenía
que demostrarlo en los hechos. El sábado 10 de octubre lo hizo: Calderón
se atrevió a lo que ningún otro Presidente se había atrevido desde los
años 80, a enfrentarse a uno de los sindicatos más poderosos y radicales
de México liquidando la empresa pública más ineficaz de todas.
Esa noche del 10 de octubre, la Policía Federal realizó un operativo
impecable que permitió tomar las instalaciones de Luz y Fuerza sin que
se quebrara un solo vidrio. Los líderes sindicales no pudieron
reaccionar para oponerse a la medida. El servicio eléctrico pasó a
proveerlo la Comisión Federal de Electricidad sin muchos contratiempos.
Fue una excelente noticia para todos los usuarios del centro de la
República: quizá la mayor perla de este sexenio que está a punto de
terminar.
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