26 noviembre, 2012

García Luna y la PF, vista atrás. Jorge Fernández Menéndez

Hace seis años, para estas mismas fechas, alguien del equipo más cercano a Felipe Calderón me preguntó qué pensaba de Genaro García Luna, hasta entonces director de la Agencia Federal de Investigaciones que dependía de la PGR. Le dije que era honesto y que creía que era el mejor policía de México. Hoy le contestaría lo mismo, independientemente de los aciertos y errores que ha cometido García Luna a lo largo de estos seis dificilísimos años al frente de la Secretaría de Seguridad Pública.

Siempre he pensado, consta en este espacio, desde las reformas de Vicente Fox en el año 2000, que era un grave error separar la seguridad pública de la Secretaría de Gobernación. Era, así lo dijimos, convertir un ministerio del interior, que era también en muchos sentidos cabeza del gabinete, en una suerte de secretaría de los consensos, sin fuerza política e institucional para sacarlos adelante y poniendo en riesgo la gobernabilidad del país y la cohesión de buena parte del gabinete. Ninguno de los que pasaron por Gobernación en estos 12 años ha podido regresarle a esa dependencia el poder que tenía: Santiago Creel la utilizó para tratar de construir su candidatura; el fallecido Carlos Abascal trabajó para tratar de ordenar los políticamente caóticos dos últimos años de Fox. En la administración Calderón, Francisco Ramírez Acuña quiso regresarle a Gobernación el espacio que tenía en el pasado: no supo ni pudo hacerlo. Llegó Juan Camilo Mouriño con esa intención, para trasladar a Gobernación el peso y el manejo que había adquirido en la oficina de Los Pinos, pero, paradójicamente, la fuerza institucional de la secretaría era menor que esa posición supuestamente administrativa, y cuando parecía que comenzaba a tener frutos en su tarea, se lo llevó el destino. Fernando Gómez-Mont sí quería ser un verdadero secretario de Gobernación: tampoco pudo, en su caso, porque el estilo personal de gobernar del presidente Calderón chocó con su amigo de la juventud y Fernando es un político de peso propio que no podía tener un simple papel de acompañamiento. Francisco Blake Mora no tenía el peso ni el talento de Fernando pero sí toda la confianza del Presidente: él también perdió contra el destino. Alejandro Poiré llegó a Gobernación con el talento académico pero no con la experiencia que el cargo requiere, pero el Presidente quería alguien de su confianza y que fuera parte de su equipo cercano luego de la pérdida de Blake. Ninguno de ellos pudo ni quiso tener control sobre las áreas de seguridad.
El periodo Creel-Alejandro Gertz Manero (el primer secretario de Seguridad Pública federal) fue sencillamente un desastre: la relación personal, política e institucional entre ambos nunca funcionó. En buena medida el general Rafael Macedo de la Concha, desde la PGR, le encargó a García Luna la creación de la AFI para solventar el enorme hueco que dejaba ese conflicto y una Policía Federal que nunca creció ni operó eficientemente en esos años. A Gertz Manero lo reemplazó Ramón Martín Huerta, un cercanísimo amigo del presidente Fox y buen operador político, con buena comunicación con Creel. Falleció poco después de asumir el cargo en el primero de los extraños accidentes aéreos que jalonaron estos dos sexenios. Lo siguió Eduardo Medina Mora, un hombre con gran sentido político, pero sin posibilidades ya de hacer gran cosa: toda la estructura de seguridad federal que funcionaba estaba en la AFI.
Cuando asumió el cargo, el presidente Calderón era plenamente conciente del problema. Por eso se llevó a García Luna a Seguridad Pública, para que replicara el modelo de la AFI a un nivel macro, para que creara una verdadera Policía Federal. Sabía del problema que implicaba tener la seguridad separada de Gobernación pero quizás porque la idea era también darle a Genaro el espacio y la independencia para que pudiera crear una institución que hasta entonces estaba sólo en el membrete; mantuvo la separación.
Ahora la seguridad pública regresa a donde debe estar, a Gobernación, pero no lo hace como estaba hace 12 años. Hoy la Policía Federal es un cuerpo de casi 20 mil hombres y mujeres, muchos con un alto grado de entrenamiento policial, con equipo, instalaciones y normas que permiten su consolidación y crecimiento. Con una estructura de inteligencia e instalaciones como Plataforma México, que son envidiables. Por supuesto que se han cometido errores, algunos graves y muchos de índole político (porque esa dependencia nunca debió ser una instancia política ni García Luna es un político profesional, por lo tanto esos errores tuvieron mayor trascendencia) y por supuesto que han existido espacios de corrupción. Pero sería un grave error desechar o no valorar la existencia de una institución que costó muchos años de esfuerzos, muchos recursos y, también, no lo olvidemos, muchas vidas. No se puede ni debe refundar el país cada seis o 12 años.

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