21 noviembre, 2012

Guerras palaciegas



Raymundo Riva Palacio

Uno de los rasgos que marcarán la cruzada del presidente Felipe Calderón contra los cárteles de la droga son el uso y abuso de propaganda e información sesgada y filtrada a medios -normalmente críticos del propio gobierno- para crear cortinas de humo, ocultar deficiencias y modificar la agenda pública.

No se hizo para construir consensos para gobernar, sino para evitar el pago de costos políticos en menoscabo del daño institucional. La fallida técnica, avalada y tolerada por el Presidente, ha tenido varias crisis en el sexenio, pero en la actualidad vive uno de sus capítulos más escandalosos y virulentos. Se trata, por supuesto, del choque entre la PGR y la Policía Federal.
 
El estudio de caso de la dinámica de enfrentamiento entre las dos áreas, y la cabeza de los federales, la Secretaría de Seguridad Pública, ayudan a entender una parte de esta crisis de liderazgo desde Los Pinos y la marca indeleble que dejará la guerra total contra los cárteles de la droga y dentro del gabinete de seguridad de Calderón.


El principal eje que la define es la Operación Limpieza, en su primera etapa en octubre de 2008, y en su segunda en octubre de este año. Como en 2008, la segunda Operación Limpieza es una purga de altos funcionarios de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) que proporcionaban información y protección al Cártel del Pacífico, al que pertenece Joaquín El Chapo Guzmán.


Empezó el día 17, cuando el ex jefe del combate al narcotráfico, Cuitláhuac Salinas, reveló que tres funcionarios, entre los que se encontraba Manuel Arroyo Hernández, que presumía su cercanía con la procuradora Marisela Morales, estaban involucrados.
 
La detención no fue tan escandalosa sin embargo, como la primera Operación Limpieza, destapada cuatro años antes cuando se detuvo al director de Inteligencia en la Coordinación Técnica de la SEIDO, Fernando Rivera, y al coordinador técnico, Miguel Colorado González. En aquella ocasión, Morales -que tenía un mes en la subprocuraduría- integró el expediente. Esta purga le brincó entre sus cercanos. Arroyo Hernández era el encargado del cuerpo técnico de la SEIDO, y la semana pasada destituyó a Salinas, jefe de ellos, muy cercano a ella, cesado, según fuentes de la PGR, por deficiencias en las investigaciones y porque sus allegados resultaron vinculados con los narcotraficantes.
 
El estudio de caso comienza con lo que pintaba para gran escándalo, que se aplacó con la acusación de la PGR en contra policías federales de haber intentado asesinar a agentes de la CIA y a un capitán de la Marina en el área de Tres Marías, por lo que, además, procesó a cuatro comandante por “encubrimiento”.


El incidente ocultó lo que está pasando en la PGR. Igual sucedió en 2008, cuando en noviembre de ese año, el procurador Eduardo Medina Mora y la jefa de la SEIDO, Morales, procedieron contra Noé Ramírez Mandujano, quien era su antecesor en la lucha contra el narcotráfico y había sido separado del cargo cuatro meses antes, acusado de servir a los jefes del Cártel Sinaloa.


Para neutralizar el daño público, la PGR filtró a la prensa que investigaba al comisionado de la Policía Federal, Gerardo Garay, por presuntos vínculos con el Cártel del Pacífico, de violar a varias colombianas y robar 500 mil dólares. Todos los cargos contra Garay se desmoronaron, salvo uno por el que lo mantiene la PGR en la cárcel, el presunto robo de 14 mil 500 pesos.
 
No han sido las únicas veces en que las guerras palaciegas enfrentan a la PGR con la Policía Federal y con la Secretaría de Seguridad Pública, de la cual depende. Es un viejo pleito entre las dos dependencias que tiene ejemplos claros.


El previo a Tres Marías fue cuando se enfatizó en los medios el enfrentamiento entre policías federales en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México el 25 de junio pasado, con lo cual se desvió la atención que traía la Marina, que cuatro días antes habían presentado a los medios al hijo de uno de los jefes del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, que resultó que era otra persona. De ese fiasco quedó sólo la anécdota, ante la exposición que tuvo el enfrentamiento entre federales.
 
Anteriormente, la PGR contribuyó a la difusión del llamado “montaje” en la detención de Florence Cassez, que se atribuye al actual jefe de la División Regional de la Policía Federal, Luis Cárdenas, con lo cual disolvió entre la opinión pública la responsabilidad del Ministerio Público Federal de no haber notificado al cónsul francés de la detención de su ciudadana, que es uno de los elementos centrales de la defensa para pedir su liberación ante la violación del debido proceso.


En este sexenio, las guerras palaciegas en el gabinete de seguridad han sido ininterrumpidas, que es una falla del Presidente por no haber metido en orden a los rijosos o, ante la beligerancia de ellos, su cese.
 
La falta de orden interno ha hecho que se litiguen los conflictos en la arena pública, que fue ratificado por el enfrentamiento entre la PGR y la Policía Federal en el caso de Tres Marías. Choques fratricidas en este gobierno que se acaba hubo desde un principio y continuaron hasta el final, la marca indeleble de la guerra contra el narcotráfico en el gobierno de Calderón.

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