28 noviembre, 2012

Las dos hachas

Autor:

[Incluido en The Bastiat Collection (2011); apareció en Sofismas económicos (1845)]

Petición de Jacques Bonhomme, carpintero, a Mr. Cuningridaine, Ministro de Comercio

Sr. Ministro Fabricante:
Soy carpintero de oficio, como lo fue San José de viejo y manejo el hacha y la azuela en vuestro beneficio.
Ahora, mientras me dedico a tallar y cortar de la mañana a la noche en las tierras de nuestro Señor el Rey, he caído en que mi trabajo puede considerarse como nacional, igual que el vuestro.
Y, en estas circunstancias, no puedo entender por qué la protección no debería visitar mi carpintería, igual que vuestro taller.


Pues, a decir verdad, si usted fabrica ropas, yo fabrico tejados y ambos, a nuestra manera, protegemos a nuestros clientes del frío y la lluvia.
Y aun así yo busco clientes y los clientes os buscan. Habéis encontrado la forma de garantizároslos al impedirles abastecerse en otro lugar, mientras que los míos acuden a quien piensan que es apropiado.
¿Qué tiene de asombroso todo esto? Mr. Cunin, el ministro de estado, no ha olvidado a Mr. Cunin, el fabricante, es muy natural. Pero aun así, mi humilde profesión no ha dado un ministro a Francia, aunque se practicaba en tiempos bíblicos por parte de personajes más augustos.
Y en el código inmortal que encuentro encarnado en escritura no puedo descubrir la más mínima expresión que pueda citarse por carpinteros para autorizarlos a enriquecerse a costa de otra gente.
Veréis, por tanto en qué situación me encuentro. Gano 15 peniques diarios, cuando no es domingo o festivo. Ofrezco mis servicios al mismo tiempo que el carpintero flamenco ofrece los suyos y, como el rebaja medio penique, le dais la preferencia.
Pero deseo vestirme y si un tejedor belga presenta sus ropas junto a las vuestras, lo enviáis fuera del país junto con ellas. Así que, el verme obligado a acudir a vuestra tienda, a pesar de mis deseos, mis pobres 15 peniques no van en realidad más allá de 14.
¡No, no valen más de 13! Pues en lugar de echar al tejedor belga a vuestra propia costa (que era lo menos que podíais hacer), para vuestros propios fines, me hacéis pagara la gente que ponéis en sus talones.
Y mientras un gran número de vuestros co-legisladores, con quienes tenéis un equilibrio maravillosamente bueno, toma cada medio penique o penique bajo el pretexto de proteger el hierro, o el carbón, o el aceite, o el grano, encuentro que, cuando se tienen en cuenta todas las cosas, de mis 15 peniques solo he sido capaz de ahorrar siete u ocho del pillaje.
Sin duda me diréis que este pequeño medio penique, que pasa de esta manera de mi bolsillo al vuestro, mantiene a los trabajadores que residen en torno a vuestro castillo y os permite vivir con magnificencia. A lo que solo replicaré que, si el penique hubiera quedado en mí, la persona que lo ganó, hubiera mantenido a los trabajadores de mi barrio.
Sea como sea, Mr. Ministro Fabricante, sabiendo que no sería sino mal recibido por vos, no me atrevo a requeriros, como tengo perfecto derecho a hacer, que eliminéis la restricción que imponéis a vuestros clientes. Prefiero seguir la vía normal y me acerco a vos para solicitar para mí un poco de protección.
Aquí, por supuesto, interpondréis una dificultad. “Mi querido amigo”, diréis, “Te protegería a ti y a tus colegas con todo mi corazón, pero ¿cómo puedo conferir favores de aduana sobre el trabajo de los carpinteros? ¿Qué utilidad tendría prohibir la importación de casas por mar o por tierra?”
Sería en verdad una buena broma, pero, a fuerza de pensar, he descubierto otro modo de favorecer a los hijos de San José, que usted aceptará más fácilmente, espero, porque no se diferencia en nada a lo que constituye el privilegio que votáis un año tras otro a vuestro propio favor.
El medio para favorecernos que he descubierto así maravillosamente es prohibir el uso de hachas afiladas en este país.
Mantengo que esa restricción no sería en modo alguno más ilógica o más arbitraria que aquella a la que nos sometéis en el caso de vuestras ropas.
¿Por qué repeléis a los belgas? Porque venden más barato que vosotros. ¿Y por qué venden más barato que vosotros? Porque tienen cierto grado de superioridad sobre vos como fabricantes.
Por tanto, entre vos y un belga hay exactamente la misma diferencia que debería haber en mi oficio entre un hacha roma y una afilada.
¡Y me obligáis, como comerciante, a compraros el producto del hacha roma!
Considerad el país en general como un trabajador que desea, mediante su trabajo, conseguir todas las cosas que quiere y, entre ellas, ropa.
Hay dos medios para hacer efectivo esto.
La primera es hilar y tejer la lana.
La segunda es producir otros artículos, como, por ejemplo, relojes, papeles pintados o vinos franceses e intercambiarlos con los belgas por las ropas deseadas.
De estos dos procesos, el que da el mejor resultado puede representarse por el hacha afilada y el otro por la roma.
No negaréis que en el presente, en Francia, obtenemos piezas de ropa por el trabajo de nuestros propios telares (esa es el hacha roma) con más trabajo que produciendo e intercambiando vinos (que es el hacha afilada). Estáis tan lejos de negarlo que es precisamente por este exceso de trabajo (en el que decís que consiste la riqueza) que recomendáis, quiero decir, obligáis al empleo de la peor de las dos hachas.
Ahora, solo sed consistente, sed imparcial y si queréis ser justo, tratad a los pobres carpinteros como os tratáis a vos mismo.
Aprobad una ley a este efecto: “A nadie a partir de ahora se le permitirá emplear ninguna viga que no sea la fabricada y modelada por hachas romas” y veréis qué pasará inmediatamente.
Mientras ahora damos 100 golpes de hacha tendremos que dar entonces 300. El trabajo que ahora hacemos en una hora requerirá entonces tres horas. ¡Que poderoso estímulo se dará así al trabajo! Maestros, oficiales, aprendices, ¡nuestros sufrimientos acabaron! Tendremos demanda y por tanto, se nos pagará bien. Quien a partir de ahora desee tener un tejado que le cubra deberá cumplir con nuestras exigencias, igual que ahora quien desea ropas sobre su cuerpo deben cumplir con las vuestras.
Y si los defensores teóricos del libre comercio se atreven alguna vez a poner en cuestión la utilidad de la medida, sabemos bien dónde buscar razones para refutarlos. Vuestra investigación de 1834 sigue vigente. Con esa arma triunfaremos, pues allí habéis defendido admirablemente la causa de la restricción y de las hachas romas, que son en realidad la misma cosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Not to mention once again, children may be drawn to the mascot on a personal level. [url=http://www.ukdresshop.co.uk]A Line Wedding Dresses[/url]
[url=http://www.expeditionparkaca.com]where to buy canada goose[/url] This morning I was making fresh peach pancakes with Bekah and she asked if I remembered when we used to jam out to our favorite music while cooking breakfast and cleaning house Saturday mornings before Amber got sick.
Instruct your student to put her rear foot between the bindings on the stomp pad and push off of the lift, gliding to the dismount area and applying slight pressure to one of the edges to stop. [url=http://www.londongenuinepandora.com]thomas sabo on sale[/url] Personally, the Sennheiser CX300 is probably the base level and you should be able to get this for under £20. Or even better, how about getting him into THOSE James Bond trunks that Daniel Craig wore?. monster beats wireless was discovered.
If your structure is broad, and your palms are wide enough, you may push your boundaries and may go for the large sized rings, but if you are of normal size, then make your elections accordingly.. [url=http://www.femmescanadagoose.com]canada goose doudoune[/url] This is the way we learn.
They want to go up with the fashions. You may purchase these handbags just anywhere for a price that fits well with all your budget. Still, the most simple is the most fashionable.. [url=http://www.promkleidde.com/]prom ball kleider[/url]