por Ron Paul
Hace poco realizamos una audiencia en mi
subcomité del Congreso para tratar el tema de la competencia de
monedas. Este es un tema de extrema importancia, pero desafortunadamente
pocas personas entienden cómo la Reserva Federal y el Departamento del
Tesoro conforman un estricto monopolio del dinero. Este monopolio es
mantenido a través del uso de leyes federales contra la falsificación.
Si existe alguna organización culpable
de falsificación de dinero, es nuestro propio Tesoro. Pero aquellos que
se atrevan a desafiar las leyes federales de curso legal mediante el uso
de monedas en competencia -al menos monedas físicas- corren el muy concreto riesgo de ir a prisión.
Como todo monopolio creado por el
Estado, el monopolio federal del dinero dá como resultado un producto de
mala calidad – en este caso una moneda en constante depreciación.
Sin embargo, los gobiernos siempre han
tratado de monopolizar la emisión monetaria, ya sea directamente o a
través de la creación de bancos centrales. La permanente expansión del
rol de la Reserva Federal en el siglo XX, permitió al gobierno federal
crecer a niveles que no hubieran sido posibles de otra forma. Nuestra Fed,
como todo banco central, fomenta los déficits monetizando
eficientemente la deuda del Tesoro. Pero el precio que pagamos es la
terrible y permanente devaluación de nuestro dinero.
Permitir
a los individuos y a las empresas utilizar monedas alternativas,
especialmente las monedas respaldadas por oro y plata, pondría en
evidencia a todo este sistema basado en la estafa, ya que el mercado
preferiría cualquier otra alternativa, a menos – o hasta que – la Fed
implemente algún tipo de disciplina en la creación de nueva moneda.
Lamentablemente, los estadounidenses son
mucho menos libres que otros alrededor del mundo cuando se trata de
protegerse a sí mismos contra la rápida depreciación del dólar de su
país. Los trabajadores mexicanos pueden abrir cuentas denominadas en
onzas de plata y recibir envíos, libres de impuestos, de esa plata
cuando quieran. En Singapur y otros países de Asia, los individuos
pueden abrir cuentas bancarias denominadas en oro y plata. Las tarjetas
de débito pueden estar vinculadas a cuentas de oro y plata para que sus
clientes puedan hacer transacciones con dichos metales en cualquier
punto de venta, un servicio sólo disponible para los no estadounidenses.
La solución obvia es legalizar la
libertad monetaria y permitir la circulación de monedas paralelas y en
competencia. No existe razón por la que los individuos no puedan
efectuar transacciones, ahorrar, e invertir usando la moneda de su
elección. Deberían ser capaces de utilizar oro, plata, u otras monedas
sin restricciones legales o gravámenes punitivos. El restaurar el
sistema monetario previsto por la Constitución es la única manera de
garantizar la seguridad económica de los estadounidenses.
Después de todo, si nuestro sistema
monetario es realmente saludable, y la Reserva Federal en efecto
estabiliza el dólar, como aseguran los que hacen apología de la misma,
¿por qué temerle a la competencia? ¿Por qué aceptamos el control
centralizado y monopólico sobre nuestro dinero? En un mercado libre o
voluntario, el dólar fiduciario del gobierno se vería obligado a
competir por el beneficio de sus usuarios -consumidores, ahorristas,
inversores- con otras monedas alternativas.
Como explicara el economista austríaco Ludwig von Mises,
la moneda libre es un instrumento que protege nuestras libertades
civiles de los gobiernos despóticos. Nuestro sistema monetario actual
es, en efecto, despótico; y la mejor manera de corregir las cosas es
simplemente legalizando la competencia entre monedas.
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