Los EE.UU: deberían tomar clases de México
Ivan Eland
En los Estados Unidos, la imagen de México es desastrosa y en gran
medida equivocada. El estadounidense promedio parece creer que México es
una nación indigente y cuasi-socialista con una violencia causada por
el narcotráfico que está enviando olas de inmigrantes ilegales a los
Estados Unidos.
Aunque la violencia del narcotráfico es un problema en México—el país
ha tenido 34.000 muertes relacionadas con las drogas desde que Felipe
Calderón asumió la presidencia de México en 2006—ella ha opacado una
historia mucho más positiva. Las muertes a causa de las drogas han
ocurrido debido a que Calderón militarizó lo que debería haber sido un
tema de aplicación de la ley, matando a más gente, y porque las drogas
son ilegales en los Estados Unidos, por lo cual los mexicanos adquieren
armas (importadas de los Estados Unidos) para llevar a cabo este negocio
arriesgado. Si el gobierno de los EE.UU. permitiese a los adultos
controlar lo que introducen en sus cuerpos, esta violencia debilitante
se evaporaría de inmediato, ya que el tráfico de drogas se movería desde
las peligrosas sombras a la luz.
Más importante aún, la mala publicidad del número de víctimas fatales
debido a las drogas ha desanimado innecesariamente hasta a los propios
mexicanos y eclipsado la historia de éxito económico de México. Brasil,
considerada como un motor para el crecimiento económico latinoamericano,
también ha ensombrecido del mismo modo al ingreso medio de México. Sin
embargo, en 2011, la relativamente abierta economía mexicana, ha
incrementado la competitividad, superó a su par brasileño dominado por
las grandes industrias de propiedad estatal, por un 3,9% contra un 2,7% y
se espera que mantenga esa brecha en el año 2012. Mientras que Brasil,
al igual que los Estados Unidos, posee consumidores cargados de deudas,
México ha tenido una deuda manejable, baja inflación, 17 años de
tranquilidad macroeconómica, y por ende inversionistas en los sectores
automotriz, aeroespacial, y de la electrónica golpeando la puerta para
ingresar al país.
Además, la creciente deuda estadounidense de enormes déficits anuales
del presupuesto federal de 1 billón de dólares (trillón en inglés) o
más tiene que detenerse y luego revertirse, si la carga fiscal sobre la
economía ha de ser removida y el crecimiento robusto reanudado. En
cambio, los políticos estadounidenses—de izquierdas y de
derechas—chillan histéricamente acerca de la caída del país en un
“precipicio fiscal” el 1 de enero de 2013, si no se les permite
incumplir con la reducción de 700 mil millones (billones en inglés) del
déficit que acordaron para el 2013. El paquete fiscal que al final
omitió (originalmente meramente una pistola en sus cabezas para compeler
un acuerdo sobre recortes presupuestarios más leves, que no pudo llegar
a buen término) no es perfecto—aumenta algunos impuestos al no extender
los recortes impositivos de Bush o los recortes de los impuestos sobre
la nómina salarial y no protege a los contribuyentes de clase media del
impuesto mínimo alternativo. Pero el Congreso no haciendo nada más dará
lugar a importantes y necesarios recortes presupuestarios, llevará a una
verdadera reducción del déficit, y hará que los políticos de ambos
partidos chillen de dolor, lo cual es un indicador de que éstas no son
las habituales reducciones de gastos cosméticas o falsas.
Políticos de todas las tendencias parecen estar frenéticos por los
inminentes recortes a nivel general—los demócratas advierten que los
recortes en el gasto interno podrían ser malos para la economía, y los
republicanos están vociferando que los recortes en el área de la defensa
eviscerarán la seguridad nacional de los EE.UU.. Todo esto es una
tontería.
En el peor de los casos, los recortes podrían dar lugar a otra
recesión en el corto plazo, pero la reducción de la carga económica al
aplastar la deuda del gobierno eventualmente podría llevar a un probable
crecimiento económico vibrante y sostenido en el largo plazo. Recortar
al inflado presupuesto de defensa—en niveles récord desde la Segunda
Guerra Mundial con pocas amenazas potentes que combatir—aún de manera
significativa, difícilmente haga mella en el estatus de los EE.UU. como
la potencia militar dominante del planeta.
La única manera de reducir significativamente el presupuesto en
Washington es hacerlo en todos los niveles con un “sacrificio
compartido” como lema. De esta manera, los grupos de presión tendrán más
dificultades para regatear su evasiva de los recortes. Históricamente,
por razones políticas, los déficits presupuestarios son generalmente
cerrados con una combinación de aumentos de impuestos y recortes de
gastos. Aunque la opción por defecto, la inacción del Congreso, promete
la mayor reducción del déficit y del presupuesto. Prestándole la debida
atención al éxito de su vecino del sur a través de la frugalidad en el
manejo de la deuda, el Congreso no debería hacer nada y dejar caer el
hacha el Día de Año Nuevo.
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