Una
delegación de representantes de los Hermanos Musulmanes de Egipto se
reunió el pasado miércoles con altos cargos de la Casa Blanca, según un
portavoz de la Casa Blanca que afirmó que “hemos ampliado nuestro
compromiso para incluir a los nuevos y emergentes actores y partidos
políticos”.
Los Hermanos Musulmanes, prohibidos durante largo tiempo en Egipto
después de que intentaran asesinar al presidente egipcio Nasser en los
años 50, están listos para dominar el nuevo gobierno egipcio tras surgir
como los grandes vencedores de las recientes elecciones parlamentarias
en Egipto.
La administración Obama ha hecho lo imposible por demostrar sus
buenas intenciones hacia esta organización islamista antioccidental, que
en estos momentos está en posición de secuestrar la revolución
prodemocrática de Egipto. Pero el camino del infierno está lleno de
buenas intenciones, como descubrió la administración Carter tras
intentar mejorar las relaciones con los radicales islamistas iraníes
liderados por el ayatolá Jomeini después de la revolución de 1979 en
Irán.
Los Hermanos Musulmanes ya han roto sus
promesas de no pretender dominar el parlamento egipcio y de no proponer
un candidato para presidente. El pasado sábado, anunciaron que su
segundo guía supremo, Jairat al Shater, optaría a presidente en las
elecciones de mayo. Ayer, Shater proclamó que su principal prioridad
sería instaurar la ley islámica (sharía), la cual impondría
restricciones a las libertades de los egipcios, particularmente a las
mujeres y a las minorías religiosas como es el caso de los cristianos
coptos, que se estima que suman el 10% de la población.
La administración Obama ha restado importancia a la ideología hostil
de los Hermanos Musulmanes y ha minimizado la reciente crisis en las
relaciones bilaterales que fue provocada por la decisión con
motivaciones políticas del gobierno militar de transición de Egipto de
perseguir a las organizaciones prodemocráticas no gubernamentales (ONG).
La secretaria de estado Hillary Clinton anunció recientemente que
Estados Unidos continuará enviando a Egipto $1,500 millones en ayuda
anual, a pesar del provocador comportamiento de El Cairo.
Esta decisión envía una señal equivocada a los líderes de Egipto: la
de que ellos pueden continuar explotando los sentimientos
antiamericanos, avivados desde los medios de comunicación controlados
por el estado, con escaso temor a las consecuencias. Conceder ayuda de
Estados Unidos de forma incondicional indica también debilidad y
virtualmente garantiza que continúen los juicios mediáticos a las ONG.
Las iniciativas de la administración Obama para establecer una buena
relación de trabajo con los Hermanos Musulmanes también está condenada
al fracaso a causa de la implacable hostilidad de los Hermanos hacia
Israel. Poco después de que la delegación egipcia fuese a la Casa
Blanca, los terroristas lanzaron un ataque con cohetes contra la ciudad
israelí de Eilat desde el desierto egipcio del Sinaí. El primer ministro
israelí Benjamín Netanyahu advirtió de que el Sinaí se ha convertido en
una “zona terrorista” y de que Israel emprendería acciones para
contener el peligro.
Ocho israelíes fueron asesinados el pasado agosto en un atentado
cometido por terroristas palestinos desde el desierto del Sinaí y es
probable que más ataques de este tipo pongan a prueba en el futuro las
relaciones egipcio-israelíes. Los Hermanos Musulmanes de Egipto están
aliados con Hamás, el radical movimiento islamista palestino que ha sido
el responsable de muchos ataques con cohetes contra Israel. A
diferencia del gobierno egipcio de Mubarak, es probable que el régimen
liderado por los Hermanos Musulmanes respalden a los terroristas
palestinos, en vez de moderarlos.
Por tanto, aunque la administración Obama siga negando la naturaleza
hostil de los Hermanos Musulmanes de Egipto, es probable que sus planes
de congraciarse con los nuevos líderes de Egipto se desmoronen
rápidamente en vista de las crecientes tensiones egipcio-israelíes sobre
un terrorismo que no cesa.