19 noviembre, 2012

¡Menos filósofos, más ingenieros!

el informe Oppenheimer

Cuando Xi Jinping fue designado nuevo líder de China las semana pasada, una de las cosas que más me llamó la atención de su currículo es que es ingeniero. Más exactamente, es un ingeniero que ha reemplazado a otro ingeniero como líder del país más poblado del mundo.
En Occidente, la mayoría de los presidentes son abogados, que en casi todos los casos hablan bonito. El presidente de Estados Unidos es un abogado graduado en Harvard, quien recientemente fue reelecto tras derrotar a Mitt Romney, otro abogado graduado en Harvard. El presidente mexicano Felipe Calderón es abogado, y será reemplazado el 1 de diciembre por Enrique Peña Nieto, otro abogado.


España también está gobernada por un abogado que reemplazó a otro abogado. En Sudamérica, aunque hay un número creciente de economistas, militares retirados y ex guerrilleros en la presidencia, la mayoría de los palacios presidenciales han sido habitados desde hace mucho tiempo por abogados.
El nuevo líder chino, Xi, es un ingeniero químico que fue designado por el Congreso Nacional del Partido Comunista para reemplazar a Hu Jintao, un ingeniero hidráulico, que a su vez reemplazó al presidente Jiang Zemin, un ingeniero eléctrico.
¿Por qué es interesante todo esto? No se trata de que los ingenieros sean mejores gobernantes (no siempre lo son) ni de incurrir en generalizaciones —como que los ingenieros solucionan problemas, mientras que los abogados viven de los problemas — sino de reflejar el hecho de que la ingeniería es mucho más popular en China y otros países asiáticos que en Occidente.Eso es importante porque estamos viviendo en una economía global basada en el conocimiento, en la que las patentes de nuevas invenciones —producidas en general por ingenieros, científicos y técnicos— generan a las naciones mucho más riqueza que las materias primas. Los ingenieros y científicos que desarrollan nuevos productos están en mayor demanda que nunca.
El mes pasado, durante un viaje a China, visité la Universidad Tsinghua de Pekín, una de las más prestigiosas de China, y me enteré de que el 72 por ciento de sus estudiantes de licenciatura, maestrías y doctorados están inscriptos en las escuelas de ingeniería y ciencias duras, mientras que tan sólo el 28 por ciento estudia humanidades o ciencias sociales.
Según datos de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos, mientras el 31 por ciento de todos los graduados universitarios de China se especializan en ingeniería, la cifra comparativa en nuestro país es tan sólo del 5 por ciento.
En la mayoría de los países latinoamericanos, la primacía de las humanidades y ciencias sociales sobre la ingeniería y las ciencias duras es aún mayor. Nuestras universidades producen demasiados filósofos y psicólogos, y demasiado pocos ingenieros.
La última vez que miré las cifras de la Universidad de Buenos Aires, una de las más grandes de Latinoamérica, tenía 29,000 estudiantes de psicología y 8,000 estudiantes de ingeniería, lo que equivale a producir tres psicólogos para curar los problemas de cada ingeniero.
“En Occidente, los jóvenes prefieren ir al dentista antes que estudiar ingeniería”, bromea David E. Goldberg, profesor emérito de ingeniería de la Universidad de Illinois, y fundador de un movimiento para modernizar la enseñanza de ingeniería. “Abogacía, administración de empresas y medicina —casi cualquier cosa antes que ingeniería— parecen ser las carreras preferidas de los jóvenes de hoy”.
La receta de Goldberg: hacer el estudio de la ingeniería más divertido, y más creativo. “En lugar de empezar la carrera de ingeniería con la parte creativa, estamos empezándola con matemáticas, ciencia y toda la parte abstracta, y eso hace que deserte casi el 50 por ciento de los alumnos”, me comentó Goldberg.
Mi opinión: cada vez que escribo que deberíamos producir más ingenieros y científicos —y tal vez menos filósofos — muchos lectores me señalan que en sus países no hay salida laboral para los jóvenes ingenieros. “¿Para qué sacrificarse con un estudio tan difícil y terminar manejando una taxi?”, me dicen.
Pero en la mayoría de los casos eso no es cierto. Cada vez mas empresas se quejan de la escasez de ingenieros bien preparados en sus países.
Y la experiencia de China, India, Taiwán y otros países asiáticos revela que la producción masiva de ingenieros da buenos resultados: muchos de esos países empezaron a producir grandes números de ingenieros sin preocuparse demasiado si conseguirían empleo, y los empleos aparecieron después. Las empresas multinacionales llegaron al poco tiempo para aprovechar la gran masa de graduados en ingeniería.
No creo que debamos ver a Xi ni a la dictadura china como modelos políticos. Pero el hecho de que China esté gobernada por ingenieros y de que los estudiantes chinos se vuelquen masivamente a la ingeniería debería servirnos de recordatorio de la necesidad de producir mas ingenieros, y de hacer que la ingeniería sea un estudio más divertido.

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