16 noviembre, 2012

Mota: reordenamiento del narco



Gregorio Ortega Molina


El comercio, legal o ilegal, se rige por idénticas normas económicas, por la ley de la oferta y la demanda. Es en este contexto que debe analizarse el consumo recreativo de la mariguana, aprobado por buena parte de la sociedad de Washington y Colorado, que se suman a los estados de la Unión Americana que la prescriben como medicina.
     
Por lo pronto, dicha decisión confirma lo que -desde que las tropas de Estados Unidos salieron de Vietnam- es un secreto a voces: viven en esa nación los auténticos, verdaderos barones de la droga, cuya misión es, además de regular los precios y el mercado, insertar las enormes ganancias del tráfico de estupefacientes en la economía de su país.

  
  
De lo que se trata es de abrir espacios a productos más lucrativos, permitir o facilitar que las drogas , en este momento de grave crisis económica y de difícil control de la energía sobrante de las sociedades, sustituyan al alcohol y el tabaco, cuyo consumo tiene altísimos costos -para los gobiernos y sus contribuyentes- en el sector de la salud, favorece -el trago- la violencia en las calles e incrementa el gasto de los seguros por accidentes automovilísticos y violencia doméstica.

    
La mariguana es, quizá, el estupefaciente suave de más fácil acceso y más barato: despenalizar su consumo, destinarlo a usos “recreativos”, permite el reordenamiento del mercado ilegal, de su economía, y abre espacio al consumo de las drogas sintéticas o de diseño, que crean ya mayores ganancias que las tradicionales, y pueden producirse hasta en las casas habitación. Son peligrosos los laboratorios para fabricarlas, por la volatilidad de las materias primas usadas, pero ese riesgo se compensa porque no son necesarias hectáreas de cultivo, su cuidado y su procesamiento.

    
Si la tendencia con la mariguana es la despenalización mundial, ésta se convertirá en una ojiva nuclear en la línea de flotación de las industrias del alcohol y el tabaco, propiciará una reformulación de los hábitos culturales recreativos, pero sobre todo inducirá un reordenamiento económico en el ámbito ilegal del tráfico de estupefacientes, y en el comercio legal de los bienes de consumo que las sociedades han usado tradicionalmente para amenizar el ocio, el esparcimiento y combatir el aburrimiento.

    
Los sociólogos, los psiquiatras, las autoridades saben bien que ponerse “pacheco” no es lo mismo que ponerse hasta “atrás”, que el alcoholímetro será innecesario y disminuirán los costos para el sector salud.

    
El hecho de que el exceso de tequila, whisky o coñac lesione el cerebro tanto o más que la mariguana resulta irrelevante para la economía de  mercado, porque de lo que se trata es de un reordenamiento económico, pero antes habrán de enfrentarse los cabilderos de los capitanes de la industria del alcohol y del tabaco contra los de los barones de la droga.

    
La industria vitivinícola se convertirá en un negocio de élites, caro. La marranilla dejará de venderse, y la mariguana se seleccionará como se hace con los tabacos de los finos habanos, habrá de todos los precios y para todos los gustos

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