19 noviembre, 2012

Progresismos a la carta

Progresismos a la carta

Por Danilo Arbilla
Finalmente José Dirceu, quien fuera el principal socio político de Luiz Inácio Lula da Silva, fue sentenciado a 10 años y 10 meses de prisión. Junto con él, también fueron condenados José Genoino, quien como Dirceu fue presidente del Partido de los Trabajadores (PT), y Delubio Soares, ex tesorero de esa colectividad política fundada por Lula, entre otros responsables de lo que se conoció como el mensalao. Dirceu, jefe del gabinete ministerial en el primer gobierno de Lula, fue señalado por el Supremo Tribunal Federal como el mayor responsable de la red de sobornos de congresistas, llevada a cabo para conseguir el apoyo legislativo a aquel gobierno. En su momento, cuando estalló el escándalo, Dirceu cayó como ministro (2003-2005) y fue destituido como diputado, pero siguió siendo un hombre fuerte y políticamente influyente. De hecho durante el mando de Lula no tuvo problemas. Fue con Dilma Rousseff en la presidencia que el tema “corrupción” salió de debajo de la alfombra y comenzó una limpieza en serio. Y empezó por casa, como debía ser. La propia presidenta hizo varios cambios en su gabinete ministerial. La gran mayoría de los destituidos eran recomendados de Lula. 

Y mientras esto ocurría en Brasil, gobernado por el progresista Partido de los Trabajadores, en la Argentina al mando de progresismo kirchnerista, se supo de los nuevos avances patrimoniales de los Kirchner. Según un informe publicado por el diario La Nación, el patrimonio de la familia presidencial, desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia en el 2003 hasta el 2011, en que sigue en la Casa Rosada su viuda Cristina Fernández, creció un 1.172 por ciento. Esto es, pasó de 7 millones de pesos ( aproximadamente US$1.5 millones) a 89 millones (US$18.5 millones).
Ciertamente a Cristina Kirchner le ha ido bastante mejor que al también progresista Evo Morales, cuya fortuna se ha incrementado con entusiasmo, pero que según él ello es debido a la cantidad de ponchos que le regalan, por lo que no sería el caso de la mandataria argentina, pues a ésta últimamente no se le ha visto exhibiendo ese tipo de indumentaria.
Cristina ha dicho que se siente “muy orgullosa de ser parte de esa formidable clase media argentina”. Verdaderamente, una clase media más que formidable con un patrimonio de $18.5 millones.
Qué contraste. Hace unas semanas, el presidente uruguayo, el ex guerrillero tupamaro José “Pepe” Mujica, electo por el progresista Frente Amplio, durante una entrevista que me concedió en un bar ubicado en un barrio obrero de la periferia de Montevideo me decía : “Yo creo que uno es feliz con poco. Yo apuesto a renunciar a cosas para tener más tiempo. Tiempo para vivir. Para ser feliz. Pobre del que quiere mucho”. Mujica no ocupa la residencia presidencial y vive en su chacra, donde hasta que asumió cultivaba flores y donde tiene una modesta vivienda de dos habitaciones.
Todas conductas o visiones muy dispares, pero que no impiden que Dilma, Cristina y Pepe se sumen a Chávez, Evo, Raúl Castro y Correa y corran en decidido, airado e intervencionista auxilio de Fernando Lugo cuando este es destituido, mal que les pese en aplicación de un legal mecanismo constitucional, por el Congreso paraguayo.
Lo que importa es que se trataba de un progresista. Ahí no estaba en juego su gestión ni su actuación como gobernante ni su conducta personal y mucho menos como arzobispo, todos detalles que no inhabilitan para ser socio del club. El progresismo es intolerante con sus enemigos, pero harto pluralista, generoso, muy comprensivo para con sus miembros.
Quizás lo de Dirceu sea la excepción que confirma la regla. O el que se tuvo que sacrificar para salvar a algún otro más grande. Vaya uno a saber.

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