Una de las ventajas de la democracia como régimen político es que se
trata de un juego repetitivo donde los jugadores van aprendiendo las
estrategias ganadoras. Vuelve a ser el caso en lo referente a la próxima
toma de posesión de Peña Nieto como Presidente.
Recordemos que hace seis años, la izquierda, en ese momento, dominada absolutamente por López Obrador, prometió que Calderón
no tomaría posesión. El panista, por su parte, se empeñó en que la
ceremonía fuera como lo ordenaba la ley. El tercero en esta disputa era
el PRI. De este partido dependía que hubiera el quórum necesario para
instalar la sesión conjunta del Congreso y que el nuevo Presidente
tomara la protesta como lo contemplaba la Constitución y leyes
secundarias. Los priistas, en lugar de apostarle a la responsabilidad
política y legal, tuvieron una actitud wishy-washy, término en inglés que denota aquello que carece de carácter o determinación; que no cuenta con fuerza o sabor.
Por un lado, se presentaron en San Lázaro para que hubiera el quórum necesario y que Calderón pudiera tomar protesta (hasta difundieron un spot
tratando de sacarle provecho al asunto). Sin embargo, también quisieron
mediar entre los panistas e izquierdistas para que ambas partes
cedieran algo. En este sentido, le hicieron el juego a los del PRD
quienes, ante la evidencia de que López Obrador había
subido mucho las apuestas, sabían que podían perder mucho con la
radicalización. Conforme se acercaba la fecha, la izquierda estaba
desesperada por conseguir algo para salvar la cara: insistían en un
cambio de sede o la inasistencia del entones presidente Fox a la ceremonia.
Fieles a su costumbre, los priistas estuvieron dispuestos a negociar
la ley para quedar bien con los perredistas y darle un arrimón a los
panistas. Sabían que el artículo 37 de la Ley sobre el Escudo, la
Bandera y el Himno Nacionales ordenaba la presencia del mandatario
saliente en la ceremonia de toma de protesta. “Pues era mejor que Fox no hubiera venido y pagado la multa por haber violado la ley”, me contestó Emilio Gamboa cuando le pregunté su opinión al respecto. “Además Fox
ya había violado esta ley cuando mochó el águila”, remató el entonces
líder de los diputados priistas. La declaración del hoy líder de los
senadores del PRI es elocuente: la ley puede violarse si ya se ha
violado en el pasado o si esto sirve para desactivar un conflicto
político.
Resulta interesante ver ahora a los priistas demandando una ceremonia
de toma de posesión digna y de acuerdo a lo que marca la Constitución
(por cierto que ésta se emendó para que ahora el Presidente pueda
protestar su cargo en sedes alternas en caso de que un grupo político
intente boicotearla de nuevo). La diferencia es que los panistas, en
esta ocasión, no le están regateando nada a los priistas ni cayendo en
el juego de los izquierdistas más radicales que, otra vez, prometen que
habrá lío este sábado cuando Calderón le entregue la banda presidencial a Peña.
En este sentido, tanto priistas como panistas ya aprendieron que lo
que les conviene es jugar de manera seria y responsable con lo que
ordena la ley porque el próximo Presidente puede ser un miembro de su
partido. Saben que lo más benéfico es que Peña, como ayer fue con Calderón,
proteste desde la tribuna de la Cámara de Diputados, en sesión conjunta
del Congreso, con la presencia del Presidente saliente.
Hasta la izquierda ya aprendió algo en este juego. Los perredistas
más sensatos han entendido que lo más conveniente es evitar el escándalo
porque lo contrario les cuesta electoralmente. Han dicho, por tanto,
que se compartarán a la altura de las circunstancias. Pero otros, los
lopezobradoristas, aparentemente siguen en lo mismo: prometen que el
sábado no será un “día de campo” ni para Calderón ni para Peña.
Nótese, sin embargo, que ya no amenazan con “impedir a toda costa” la
toma de posesión del nuevo Presidente como hace seis años. Sería un
faroleo que nadie les creería porque ni en 2006, cuando estaban más
fuertes, cumplieron su promesa. Sólo acabaron gritando consignas y
sonando unos pitos que se oyeron poco. Lograron, eso sí, que Fox y Calderón
entraran por la puerta trasera e impideron que el nuevo Presidente
diera su primer discurso en la Cámara como tradicionalmente se hacía. Al
final salieron con la cola entre las patas. Eso pasa cuando se suben
mucho las apuestas a lo tonto. Creo que la izquierda ya lo entendió y
por ello el sábado harán algo de escándalo, pero nada como para
preocuparnos.
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