Según el reporte anual de
productores norteamericanos de armas (ATF), sólo en 2010 se fabricaron 5
millones 391 mil 311 armas de fuego en ese país. Cada vez que sucede
una masacre estudiantil en Estados Unidos las familias quedan
devastadas, los gobernantes en turno hacen declaraciones sobre la
gravedad de la violencia e insisten en el hecho de que un "joven
desquiciado" o "alguien poseído por el mal" cometió un crimen atroz.
Acto seguido se activa el debate civil sobre el control de armas. Pero
la declaración del Presidente Obama usando eufemismos para evitar la
confrontación sobre la prohibición de armas nos hace dudar. Y ¿qué hay
detrás de la compra-venta de armas en Estados Unidos?
Aun cuando algunos medios y muchas personas reiteran que la Asociación
nacional del rifle y armas de fuego (NRA) invierte fuertes sumas de
dinero en las campañas para silenciar el debate, la académica Laura
Longbein asegura que la inversión principal no va a las campañas, sino a
los grupos de cabilderos que negocian con congresistas el voto contra
de la prohibición o el voto nulo para paralizar el debate legislativo.
Otras especialistas insisten en que la prohibición será imposible.
Y es que aunque el 47 por ciento de las y los propietarios de armas son
republicanos, es decir conservadores que en general defienden la
posesión de armas, el 23 por ciento son demócratas (progresistas que
comúnmente se oponen). Sabemos que la sociedad norteamericana ha
consolidado un vínculo casi indisoluble entre la violencia y el
patriotismo; todo ello impregnado de un discurso que valida
sistemáticamente el uso de la fuerza en la falsa negociación de
conflictos propios y ajenos.
Quienes defienden la posesión de armas en el país vecino argumentan que
las armas no matan gente, las personas usan armas para matar gente. Para
sustentar el derecho de portación, la sociedad norteamericana cita la
segunda enmienda constitucional que se escribió en 1791; en ella se
legaliza el derecho a tener armas para defenderse. En 2008 y 2010 la
Suprema Corte ratificó ese derecho para la defensa personal y del hogar,
pero aclarando la prohibición a los deficientes mentales y aquellos con
antecedentes penales, y prohibiendo la posesión en escuelas y edificios
públicos. Aquí no podemos olvidar que los argumentos que originan la
segunda enmienda incluían repeler una invasión enemiga, facilitar el
derecho natural a la defensa personal y colaborar en el reforzamiento de
la ley. La noción colectiva de la autodefensa y el reforzamiento de la
ley están basados en la desconfianza.
La principal revista especializada en la industria armamentista Shooting
Mazine, publicó en Julio de 2012 un esclarecedor artículo de Russ
Thurman. El texto dice "La industria (de armas) ha entrado en su época
de oro, el renacimiento de la posesión de armas de fuego ha salido de un
segmento especializado (...) los norteamericanos han descubierto que
poseer armas es bueno y ahora hay una aceptación masiva de posesión de
armas de fuego". El autor asegura que temerosos de que Obama prohíba las
armas, los norteamericanos las han comprado para asegurar su derecho a
la autodefensa. Y asegura que "La televisión ha jugado un rol importante
para que la gente sepa que las armas pueden usarse para algo más que la
cacería de animales (...) otro factor es la admiración que les tenemos a
los militares que están sirviendo a la patria en Iraq y Afganistán,
ellos llevan armas de fuego, el respeto y admiración por ellos ha
logrado que en el imaginario colectivo llevar un arma sea algo bueno".
Este es, desde mi punto de vista el tema central del debate: la sociedad
norteamericana, en términos generales, sigue pensando que el enemigo
vive en casa y le rodea constantemente, que nadie en realidad puede
defenderle y que sólo poseer un arma puede proteger a su familia y sus
propiedades. Considerarse la policía del mundo ha incapacitado a los
Estados Unidos, como país, para mirar, entender y resolver sus propios
conflictos internos.
Será casi imposible para los políticos usar el caso de Connecticut para
controlar las armas, porque no estarán luchando sólo, como muchos creen,
contra la NRA y la inmensa industria armamentista, sino contra los
valores culturales de una nación que se unifica en un fervor
nacionalista y guerrero, que reacciona con más violencia y venganza cada
vez que sufre un acto violento, un país consolidado sobre las bases del
miedo a la alteridad, donde quienes creen en la negociación de
conflictos y la integración social son la minoría.
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