17 diciembre, 2012

Armarse para defenderse

L Y D I A   C A C H O 
Plan B
Armarse para defenderse

Según el reporte anual de productores norteamericanos de armas (ATF), sólo en 2010 se fabricaron 5 millones 391 mil 311 armas de fuego en ese país. Cada vez que sucede una masacre estudiantil en Estados Unidos las familias quedan devastadas, los gobernantes en turno hacen declaraciones sobre la gravedad de la violencia e insisten en el hecho de que un "joven desquiciado" o "alguien poseído por el mal" cometió un crimen atroz. Acto seguido se activa el debate civil sobre el control de armas. Pero la declaración del Presidente Obama usando eufemismos para evitar la confrontación sobre la prohibición de armas nos hace dudar. Y ¿qué hay detrás de la compra-venta de armas en Estados Unidos?

Aun cuando algunos medios y muchas personas reiteran que la Asociación nacional del rifle y armas de fuego (NRA) invierte fuertes sumas de dinero en las campañas para silenciar el debate, la académica Laura Longbein asegura que la inversión principal no va a las campañas, sino a los grupos de cabilderos que negocian con congresistas el voto contra de la prohibición o el voto nulo para paralizar el debate legislativo. Otras especialistas insisten en que la prohibición será imposible.

Y es que aunque el 47 por ciento de las y los propietarios de armas son republicanos, es decir conservadores que en general defienden la posesión de armas, el 23 por ciento son demócratas (progresistas que comúnmente se oponen). Sabemos que la sociedad norteamericana ha consolidado un vínculo casi indisoluble entre la violencia y el patriotismo; todo ello impregnado de un discurso que valida sistemáticamente el uso de la fuerza en la falsa negociación de conflictos propios y ajenos.

Quienes defienden la posesión de armas en el país vecino argumentan que las armas no matan gente, las personas usan armas para matar gente. Para sustentar el derecho de portación, la sociedad norteamericana cita la segunda enmienda constitucional que se escribió en 1791; en ella se legaliza el derecho a tener armas para defenderse. En 2008 y 2010 la Suprema Corte ratificó ese derecho para la defensa personal y del hogar, pero aclarando la prohibición a los deficientes mentales y aquellos con antecedentes penales, y prohibiendo la posesión en escuelas y edificios públicos. Aquí no podemos olvidar que los argumentos que originan la segunda enmienda incluían repeler una invasión enemiga, facilitar el derecho natural a la defensa personal y colaborar en el reforzamiento de la ley. La noción colectiva de la autodefensa y el reforzamiento de la ley están basados en la desconfianza.

La principal revista especializada en la industria armamentista Shooting Mazine, publicó en Julio de 2012 un esclarecedor artículo de Russ Thurman. El texto dice "La industria (de armas) ha entrado en su época de oro, el renacimiento de la posesión de armas de fuego ha salido de un segmento especializado (...) los norteamericanos han descubierto que poseer armas es bueno y ahora hay una aceptación masiva de posesión de armas de fuego". El autor asegura que temerosos de que Obama prohíba las armas, los norteamericanos las han comprado para asegurar su derecho a la autodefensa. Y asegura que "La televisión ha jugado un rol importante para que la gente sepa que las armas pueden usarse para algo más que la cacería de animales (...) otro factor es la admiración que les tenemos a los militares que están sirviendo a la patria en Iraq y Afganistán, ellos llevan armas de fuego, el respeto y admiración por ellos ha logrado que en el imaginario colectivo llevar un arma sea algo bueno".

Este es, desde mi punto de vista el tema central del debate: la sociedad norteamericana, en términos generales, sigue pensando que el enemigo vive en casa y le rodea constantemente, que nadie en realidad puede defenderle y que sólo poseer un arma puede proteger a su familia y sus propiedades. Considerarse la policía del mundo ha incapacitado a los Estados Unidos, como país, para mirar, entender y resolver sus propios conflictos internos.

Será casi imposible para los políticos usar el caso de Connecticut para controlar las armas, porque no estarán luchando sólo, como muchos creen, contra la NRA y la inmensa industria armamentista, sino contra los valores culturales de una nación que se unifica en un fervor nacionalista y guerrero, que reacciona con más violencia y venganza cada vez que sufre un acto violento, un país consolidado sobre las bases del miedo a la alteridad, donde quienes creen en la negociación de conflictos y la integración social son la minoría.

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