Cómo los inmigrantes potencian el comercio de EE.UU.
Por Robert Guest
Una vez le pregunté al jefe de Tata
Consulting Services, una gigantesca firma india de tecnología de la
información, cuántos de sus ejecutivos de alto rango habían trabajado o
estudiado en el exterior. "Todos", respondió.
Las personas más talentosas del mundo
son excepcionalmente móviles. Cuando se mudan a Estados Unidos, hacen
que el país sea más inteligente, y no sólo porque son inteligentes. Es
también porque la migración crea conexiones.
Un par de generaciones atrás, los
inmigrantes podían partir rumbo a EE.UU. y nunca más volver a ver a sus
viejos amigos. Hoy, pueden enviar mensajes de texto a sus hermanos,
hacer transferencias electrónicas de dinero a sus socios de negocios y
volar de regreso a su país de origen con regularidad.
Así forman redes. Indios inteligentes de
Silicon Valley charlan constantemente con indios inteligentes en
Bangalore. Chinos y peruanos listos hacen lo propio. Las redes de las
diásporas aceleran el flujo de ideas a través de las fronteras y esto
tiene consecuencias de vasto alcance.
Eso potencia exponencialmente el
comercio. Los inmigrantes con frecuencia fundan compañías que son
multinacionales desde el primer día. Consideren esta historia de Mei Xu.
Nació en China durante la Revolución Cultural. Sus recuerdos de la
infancia son de encierro en un pequeño cuarto mientras sus padres eran
blancos de arengas de una turba maoísta por ser "burgueses".
Ahora vive en un suburbio de Maryland y
opera un negocio transoceánico. Comenzó cuando advirtió una brecha en el
mercado estadounidenses de velas elegantes. Las diseñó ella misma y
convenció a su hermana en China para que estableciera una fábrica para
producirlas. Ahora su firma, Pacific Trade International, factura US$100
millones al año.
Su éxito depende de tener un pie en cada
país. Comprende los gustos estadounidenses. Y tiene contactos en China,
sin lo cual tendría dificultades para conseguir que se hagan cosas.
Los contactos son cruciales en los
mercados emergentes, porque el estado de derecho suele ser débil. Si uno
no puede contar con los tribunales para velar por los contratos, uno
tiene que saber en quién puede confiar. William Kerr de la Escuela de
Negocios de Harvard ha demostrado que a las firmas estadounidenses que
contratan inmigrantes les resulta más fácil hacer negocios con los
países de origen de estos inmigrantes.
Esto importa para EE.UU.: la mayor parte
del crecimiento en la economía global está en los mercados emergentes. Y
el efecto de la diáspora es muy grande. Por ejemplo, alrededor de 70%
de la inversión extranjera directa en China pasa por personas de la
comunidad china que viven fuera de China continental.
Las redes de inmigrantes también
aceleran la difusión de la tecnología. Los investigadores inmigrantes en
EE.UU. constantemente intercambian ideas con sus amigos en los países
de los que son oriundos. Con las idas y vueltas, estas ideas
evolucionan.
Por ejemplo, tres ingenieros
indo-estadounidenses tuvieron la idea de adaptar la tecnología de
enfriado de una computadora para un refrigerador. Mediante una
presentación personal, su firma de Texas, Sheetak Inc., se conectó con
Godrej & Boyce, fabricante de electrodomésticos de Mumbai. Juntos,
desarrollaron una heladera que cuesta solamente US$70.
Los consumidores indios y chinos
demandan productos ultrabaratos. Los ingenieros locales fuerzan cada
neurona para inventar tales productos "frugales", que son
superlativamente más baratos que sus equivalentes de Occidente. Hablamos
de casas prefabricadas de US$300 y operaciones de corazón por US$1.800.
Si EE.UU. quiere aprovechar el torrente
de innovación que comienza a salir de los mercados emergentes, tiene que
seguir permitiendo el ingreso de inmigrantes de dichos lugares. Algunos
se quedarán; otros terminarán volviendo a sus países. De cualquier
modo, sus ideas seguirán fluyendo por EE.UU. Un estudio de la Fundación
Kauffman concluyó que dos tercios de los emprendedores indios que
regresan a India mantienen al menos contacto mensual con sus ex colegas
en EE.UU. Los chinos que vuelven son casi igual de locuaces.
Los inmigrantes también proveen a EE.UU.
un batallón de diplomáticos, reclutadores y gestores no oficiales.
Cuando visitan los países donde nacieron, es posible que se quejen de la
política exterior estadounidense. Pero también hablan de sus empleos
bien remunerados, sus vecinos agradables, y la vida vibrante de las
iglesias estadounidenses.
Y los inmigrantes con frecuencia
absorben y propagan los ideales estadounidenses. La apertura de la
economía india en 1991 fue inspirada en parte por el éxito de los indios
que vivían en el exterior. (Durante la era cerrada, un legislador le
preguntó osadamente a Indira Gandhi: "¿Puede la primera ministra
explicar por qué los indios parecen prosperar económicamente bajo
cualquier gobierno en el mundo excepto el de ella?")
Hoy, los estudiantes de China que llegan
a EE.UU. no dejan de advertir que el aire es más limpio, la gente es
más rica, y el sistema político permite que la gente elija un nuevo
gobierno sin derramamiento de sangre.
Cientos de miles de chinos educados en
el exterior, conocidos como "tortugas de mar", han regresado a China en
la pasada década. Son la élite, suficientemente brillantes como para
ganar becas o suficientemente ricos como para pagar aranceles
universitarios de EE.UU. Ahora muchos son altamente influyentes. Dominan
el sector tecnológico chino, las universidades chinas y los centros de
estudios que asesoran al gobierno en Beijing. También están ascendiendo
paulatinamente dentro del Partido Comunista.
Cheng Li de la Institución Brookings
calcula que las tortugas de mar representaban 6% del comité central del
Partido Comunista en 2002. Cuando asuma la próxima generación de líderes
en 2012, espera, representarán entre 15% y 17%. Pocas tortugas de mar
regresan al país proclamando en voz alta los méritos de la democracia.
Eso sería suicidio profesional. Pero la eventual transición de China a
un voto por persona seguramente llegará más pronto, y con menos
sobresaltos, porque una proporción tan alta de la élite china ha visto
de primera mano cómo funcionan las sociedades libres.
En tanto los inmigrantes cualificados
hacen de EE.UU. un país más inteligente, más rico y más influyente, el
proceso para obtener una visa de trabajo es desesperantemente lento,
caprichoso y humillante. El debate político en EE.UU. está concentrado
casi totalmente en mantener alejados a trabajadores mexicanos no
cualificados, lo cual es extraño, ya que dejaron de venir en grandes
cantidades cuando el sector de la construcción se desplomó en 2008.
Los inmigrantes cualificados tienen
opciones. Canadá, Australia y Nueva Zelanda les abren las puertas.
EE.UU., en contraste, les permite venir a estudiar y luego los echa
cuando se gradúan. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, llama
esto "suicidio nacional". Tiene razón. Que EE.UU. cierre las puertas a
inmigrantes es como si Arabia Saudita incendiara sus yacimientos
petrolíferos.
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