18 diciembre, 2012

El sucesor por Adriana Boersner

La gestión de Nicolás Maduro como canciller aunque a algunos sectores les parezca risible, ha sido destacada si tenemos en cuenta que ha sido un hombre no preparado académicamente hablando para desempeñar dichas funciones, siendo además esto el alimento de principal blanco de ataques por parte de la oposición política venezolana. Destacada por llevar un tono  prudente y mayormente intermediario para operar en el contexto internacional, y en ocasiones muy puntuales, en el contexto interno.


Políticamente pudiera catalogarse como el canciller mejor dispuesto para proseguir con los lineamientos estratégicos planteados por Hugo Chávez. Desde el campo gubernamental ha resultado ser el canciller ideal, ya que ha logrado conciliar entre la prudencia, incluso más que muchos de los pocos embajadores actuales que quedan de carrera dentro del chavismo, y la visión personalista del gobierno, para llevar a cabo sin vacilaciones, los objetivos planteados en materia de política exterior. No en vano, ha sido el canciller que más tiempo ha estado ejerciendo esa función (6 años).
La calificación que se pudiera hacer de la gestión de Nicolás Maduro como Canciller responde, sin embargo, a los lineamientos personalistas del presidente. No es una gerencia autónoma de la figura presidencial como si se puede conseguir en ejemplos de otros cancilleres en la región latinoamericana. 
Más que cosas buenas de su rol como Canciller, habría que destacar el rol activo e inteligente que ha desempeñado Nicolás Maduro a lo largo del ejercicio de sus funciones. Llevó adelante negociaciones para el impulso de esquemas de integración latinoamericano como es el caso de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), la entrada de Venezuela al Mercosur, o el estrechamiento de relaciones con China y Rusia, trabajo que ya venía cultivando desde que desempañaba funciones en la Asamblea Nacional.
Ha sido la imagen del gobierno venezolano ante la ausencia de Chávez en el escenario internacional en el caso de la crisis del Medio Oriente, específicamente con el caso de Siria, con Irán, o su participación en la Cumbre de las Américas en abril de este año en Colombia.
La designación de Nicolás Maduro como posible sucesor a Hugo Chávez en ausencia definitiva, responde más a intereses interno, más que a cualquier desempeño y rol en la Asamblea Nacional, la cancillería o la vicepresidencia. Maduro ha sido fiel y ha interpretado muy bien al presidente de la República a través de los años y desde los distintos cargos que ha ocupado en esta administración. No en vano fue uno de los primeros en enterarse de la enfermedad del presidente en el año 2011, cuando fue diagnosticado de cáncer.
La otra opción hubiese sido abrir resquemor entre el sector militar y los distintos grupos de poder allí existentes.
 La designación del actual canciller y vicepresidente busca más bien acentuar el carácter civil del proyecto, más que proponer una vigorización del aspecto militarista, al tiempo de neutralizar otras fuerzas de poder dentro del mismo chavismo.
La figura de Maduro no incomodaría tanto en una eventual ausencia de Chávez ni dentro del propio chavismo, ni de la oposición (aunque discrepen sobre esto algunos sectores contrarios al gobierno), como si pudiera ocurrir con la figura del actual presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

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