Leo en las páginas del New York Times un interesante artículo de opinión firmado por Nassim Taleb. El autor de obras como “El cisne negro” o “Antifragilidad” escribe lo siguiente sobre la situación económica de Estados Unidos:
“Es harto improbable que un acuerdo de última hora para evitar el
precipicio fiscal nos salve del desorden económico. En realidad, es
predecible que lo único que conseguiría dicho pacto es permitirnos
continuar los errores que llevamos cometiendo durante años:
estabilizaríamos la economía de forma temporal a costa de no afrontar
sus profundos fallos sistémicos”
En este sentido, Taleb asimila las medidas de estabilización
económica que conviene evitar con “rescates financieros, tipos de
interés bajos, deuda y expansión monetaria”. El analista de origen
libanés subraya que “han pasado cuatro años desde el comienzo de la
crisis financiera” y critica que “no se haya hecho nada para corregir
estos errores”.
Una de sus observaciones más agudas llama a afrontar esa corrección
mediante una dosis de mercado y competencia: “nuestra meta debería ser
un sistema en el cual los errores se usan para alimentar el
crecimiento”. En efecto, el problema de los programas de estabilización
es que sacrifican los ciclos de innovación del capitalismo para mantener
estructuras productivas que ya no funcionan.
Al final del día, debemos decidir si queremos una economía que
funciona con respiración asistida o si preferimos abrazar un modelo
abierto a la creatividad, capaz de ajustarse a sí mismo. Perpetuar lo
primero nos condena a un crecimiento anémico, en línea con una economía
enferma en la que las señales del mercado se pervierten y se
distorsionan con fatales consecuencias.
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