El Siglo 20 fue rico en historia
económica desde su inicio con la revolución bolchevique en Rusia; la
mexicana fuente de ese híbrido sistema que nos aprisionó con la
dictadura perfecta durante más de 70 años; la cubana que instaló el
único gobierno comunista de América. Sin embargo, el capítulo más
importante se escribió durante la última década cuando el aparato
represivo de la Unión Soviética inició su derrumbe. Los truenos de esa
destructora tempestad brotaron en un pequeño país europeo llamado
Polonia, residencia de Lech Walesa.
Las predicciones de Hayek se hicieron realidades ante los cansados ojos
del economista quien, desde su cabaña en Austria, testificaba el
cumplimiento de su profecía frente a un viejo televisor y sonriendo
parecía afirmar; se los dije. Siguiendo el rumbo de la brújula de Hayek,
el derrumbe tan estruendoso de la Unión Soviética coincidía con lo que
muy pocos captaron en nuestro país: En México se iniciaba la debacle del
sistema que nos había oprimido durante la mayor parte del siglo.
Aun cuando Hayek de forma muy precisa leyó el futuro, no lo leyó
completo. No predijo la avenida posterior al derrumbe de estos sistemas
opresores. Sin embargo, espulgando sus escritos encontré un tema que él
siempre exponía con gran pasión: "La creativa destrucción de los
mercados", concepto creado por Schumpeter. Hayek aseguraba que las
recesiones en el fondo eran buenas porque limpian los mercados de los
malos proyectos. Era, según él, una poda de las ramas que no dejaban el
sano crecimiento del árbol.
Cuando leí por primera vez el concepto, lo identifiqué con la recesión
que se había presentado en los EU en 1982 cuando Reagan cortó la
borrachera keynesiana que el país había vivido durante 30 años, para
luego emerger fuerte y vigoroso produciendo los famosos 8 años de vacas
gordas. Pero EU no era Rusia o México. En estos dos países que yo tanto
he comparado en mis escritos, no existía una saludable sociedad civil ni
una verdadera clase empresarial. A los rusos sus líderes les
informaron; "hasta el día de hoy fuimos comunistas, a partir de mañana
somos capitalistas". Pero nadie les describió la dolorosa ruta que
deberían de transitar.
La década de los 90 que con tanta ilusión iniciara, fue para Rusia y
también para México un verdadero vía crucis en el que los hambrientos
ciudadanos invocaban a Lenin y a Echeverría. La historia nos ha enseñado
que la libertad no sobrevive sin una fundación moral. La rampante
corrupción tomó el timón de las reformas y el comunismo de Rusia se
convirtió en un capitalismo gansteril. La economía de México emergió
como un club privado de capitalistas yupis que iniciaron la gran fiesta,
pero los que no fueron invitados a la pachanga, simplemente decidieron
quemar la casa. Ambos países sellaron sus debacles con sus respectivas
devaluaciones que los postraron de rodillas. Pero, ¿qué hemos aprendido?
En México se sacudió lo suficiente el árbol para que "algunas" de las
frutas podridas cayeran y la dictadura perfecta llegó a su fin. Las
recesiones de ambas naciones han tendido consecuencias, si no
diferentes, no con el mismo calendario. En nuestro País el Presidente
Fox se encontró con los cofres vacíos y una deuda impagable. El primer
rescate de bonos del endeudado País con los préstamos de Clinton,
después el de la banca a través del Fobaproa, no han permitido que La
Creativa Destrucción de los Mercados funcione y se inicie el desarrollo
de una verdadera economía de mercado saludable.
Es increíble que las empresas mexicanas, simplemente escurriendo la
basura debajo de la alfombra, sigan operando como si nada hubiera
pasado. Es increíble que sigan vivas las mafias del sindicato de
maestros, la de Pemex, las de san Lázaro, las de los caciques estatales
saqueando y endeudando sus cotos, etc.
En Rusia, por el contrario, se han producido los efectos que con gran
visión señalaba Hayek. Después del choque que produjo la crisis, ha
surgido una nueva actitud del pueblo ruso. Está también provocando una
consolidación de la economía en un proceso de desaparición de los grupos
gansteriles, y el nacimiento de una verdadera clase empresarial. Al
inicio del programa de privatización, las empresas rusas quedaron en
manos de los oligarcas que procedieron a vender sus activos y saquear
sus tesorerías. Sin embargo, en estos momentos los verdaderos
empresarios están apareciendo. La catástrofe financiera de 1998 ha
traído a Rusia la necesidad de transparencia y la vigencia de la ley.
Putin ha sido el líder de esta nueva avanzada estructurando una
macroeconomía sana. Pero la verdadera carga la encabeza esta nueva
generación de ciudadanos que ya han aprendido las reglas de los mercados
mundiales. Mikhail Fridman es un buen ejemplo de esta tendencia. El
Presidente del Grupo Alfa afirma: "Tenemos una participación muy
importante en TNK, la tercera compañía petrolera del país. El año pasado
tuvo utilidades de 3 Billones de dólares. Pero si en estos momentos la
tratamos de vender, no estoy seguro si lo podríamos hacer por 4
Billones. Si la inversión extranjera regresa a Rusia, utilizando los
factores internacionales de capitalización; la vendemos por 20
Billones".
Destrucción creativa significa que, en el capitalismo, las viejas
empresas establecidas con el tiempo van perdiendo dinamismo y se
atrofian bajo una capa de burocracia y complacencia. Es entonces cuando
los entrepreneurs, siempre con pocos lazos al pasado, introducen ideas
audaces para nuevos productos, técnicas de fabricación o distribución y
desplazan a las anteriores. Este proceso es destructivo pero también
creativo y purificador.
Este ciclo de vida empresarial se repitió infinidad de veces en
diferentes áreas. Ford fue innovadora a principios del Siglo 20, pero en
los 70 llegaron las automotrices japonesas. Sears Roebuck dominó el
mercado detallista en Estados Unidos, hasta que llegó Wal Mart y la
eclipsó. En los 60 IBM era la reina de las computadoras mainframe, pero
en los 80 Apple y Dell introdujeron la computadora personal.
Para Schumpeter, la innovación y los entrepreneurs son la fuerza que da
vitalidad y crecimiento a la economía. ¿Qué les toca a los gobiernos?
Pues fomentar políticas que alienten a los emprendedores a ir adelante
con sus habilidades y luego, hacerse a un lado.
El reconquistar ese tipo de confianza no es sólo responsabilidad de los
empresarios. Aquí es donde un buen gobierno tiene su importante papel.
Un mejor clima de inversión demanda un sistema legal fuerte para
garantizar el cumplimiento de los contratos, proteger la propiedad
privada, un sistema impositivo que promueva la inversión y, sobre todo,
desaparecer el funesto capitalismo crony de los 90. Rusia camina con
firmeza hacia esa dirección y a los mercados internacionales les gusta
lo que atestiguan. No hay duda de que la crisis, como lo predijo Hayek,
le ha hecho a ese gran país un invaluable servicio; ha purificado su
economía.
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