14 diciembre, 2012

La estrategia colombiana en la guerra contra las drogas

por Ted Galen Carpenter
Ted Galen Carpenter es vicepresidente de Estudios de Defensa y Política Exterior del Cato Institute y autor o editor de varios libros sobre asuntos internacionales, incluyendo Bad Neighbor Policy: Washington's Futile War on Drugs in Latin America (Cato Institute, 2002).
Los entusiastas de la guerra contra las drogas han argumentando durante muchos años que la victoria del gobierno colombiano sobre los poderosos carteles de ese país durante la década de los noventa es un modelo para la guerra actual de México en contra de los traficantes. Sin embargo, recientes revelaciones generan dudas considerables acerca de esa tesis. Parece que el supuesto triunfo de Bogotá fue mucho menos impresionante de lo que se dice.


Robert Bonner, que dirigió la Agencia Antidrogas de EE.UU. (DEA, por sus siglas en inglés) durante la primera administración de George W. Bush, argumenta (en inglés) de manera particularmente contundente que México puede derrotar a las bandas de narcotraficantes de la misma manera en que Colombia lo hizo:
Destruir a los cárteles de drogas no es una tarea imposible. Hace dos décadas, Colombia se enfrentó a un reto similar y, de muchas maneras, más desalentador. A principios de los noventa, muchos colombianos, incluyendo a los oficiales de la policía, los jueces, los candidatos presidenciales, y los periodistas, fueron asesinados por las organizaciones más poderosos y temibles que el mundo ha conocido: los cárteles de Cali y de Medellín. Aún así, a lo largo de una década, el gobierno colombiano los derrotó, con la ayuda de Washington.
Los funcionarios estadounidenses, mexicanos y colombianos actúan como si la estrategia colombiana fuese una guía para abordar la situación en México. “México tiene lo que nosotros teníamos hace algunos años, que son cárteles muy poderosos”, dijo (en inglés) el presidente colombiano Juan Manuel Santos. “Lo que podemos proveer es la experiencia que nosotros tuvimos desmantelando esos cárteles”.
Esos argumentos parecían creíbles, aunque críticos notaron que mientras la violencia relacionada con las drogas en Colombia había amainado desde la desaparición de las organizaciones de Cali y Medellín, la cantidad de cocaína saliendo del país parecía ser igual de abundante que antes (en inglés). Un segmento (en inglés) en el programa del canal CBS, 60 Minutes, transmitido el 18 de noviembre, hizo más que validar esas dudas. Confirmó que la gran victoria de Colombia en la guerra contra las drogas era en gran medida una ilusión.
La corresponsal de CBS, Lara Logan, describió una “investigación de tres años que desmontó a la más poderosa organización de tráfico de drogas en la historia de la imposición del cumplimiento de la ley”. La naturaleza del adversario era desalentadora. “Más grande que los cárteles de Cali y Medellín combinados, más poderoso que el infame Pablo Escobar —este era un imperio colombiano de cocaína con un alcance tan vasto, y con ganancias tan grandes, que llegó a ser conocido como el ‘super cartel’”.
Es importante notar que este “super cartel” estaba operando una década y media después de al derrota de las operaciones de Cali y Medellín. Así que hasta ahí llegó la duradera victoria de la estrategia colombiana sobre los cárteles de la droga.
Los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU. (ICE, por sus siglas en inglés) estaban profundamente involucrados con las autoridades colombianas en un esfuerzo de muchos años para capturar al super cartel. Y la historia resultó ser material emocionante y visualmente impresionante para la televisión. Pero el impacto de largo plazo no será terriblemente importante. El agente Luis Sierra del ICE lo admitió. Lara Logan le preguntó una pregunta especialmente pertinente: “Si usted observa el panorama general, todavía hay toneladas y toneladas de cocaína entrando a EE.UU. Así que, ¿qué diferencia hace esto?” La respuesta de Sierra subestimó la futilidad de la estrategia que se enfoca en derrotar al principal cártel de drogas del momento —y también, la inherente futilidad económica de toda la estrategia de prohibición de drogas. Sierra contestó: “Diría que derrotamos la organización más prolífica en términos de contrabando de efectivo y tráfico de drogas. Por supuesto que hay personas listas para tomar su puesto”.
De hecho, hay una abundancia de aspirantes a traficantes en Colombia, México y en otros lugares que están listos, dispuestos y son capaces de reemplazar a cualquier cártel que sea derrotado. Un comercio ilegal de drogas estimado en más de $300.000 millones al año —con márgenes de ganancia de hasta un 90 por ciento del precio de venta al por menor— atraería más que suficientes proveedores ansiosos. La victoria de Colombia sobre los cárteles de Cali y Medellín no es un modelo que tenga efectos duraderos. El auge subsiguiente de un super cartel todavía más grande demuestra esa realidad.
La guerra contra las drogas puede que sea un programa lucrativo de empleos para el ICE, la DEA y sus contrapartes en otras naciones, pero logra poco más allá de eso.

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