Mancera saca las agallas
Carlos Navarrete se había ilusionado con la Secretaría de Gobierno
Adrián Rueda
Quienes pensaban que Miguel Ángel Mancera iba a ser un flancito ante las tribus
del PRD se están llevando una verdadera sorpresa, pues ya les dijo que
de ninguna manera les dará ningún espacio de más en su gabinete.
Las negociaciones se tensaron a partir del lunes, cuando Mancera tuvo una encerrona de varias horas con René Bejarano, quien presionó infructuosamente para obtener al menos cinco secretarías en la nueva administración.
Continue reading
Las negociaciones se tensaron a partir del lunes, cuando Mancera tuvo una encerrona de varias horas con René Bejarano, quien presionó infructuosamente para obtener al menos cinco secretarías en la nueva administración.
Continue reading
El panista García Cervantes a la PGR
Francisco Garfias
En los pasillos del Senado corrió ayer una buena noticia. El ex senador Ricardo García Cervantes,
hombre de convicciones firmes, está en pláticas para ser subprocurador
de Derechos Humanos en la PGR. Sería el primer militante panista en
incorporarse al régimen de Enrique Peña Nieto.
Continue reading
Continue reading
Seguirá la lucha militar antinarco; Peña Nieto condiciona el regreso a cuarteles
Se retirarán las Fuerzas Armadas hasta cuando opere la nueva estrategia, afirma el Presidente
Peña Nieto se comprometió a una mayor inversión para “nuestras gloriosas Fuerzas Armadas”
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de diciembre.- Las Fuerzas Armadas continuarán
encabezando la lucha federal contra la delincuencia organizada hasta que
opere una nueva política de Estado en materia de seguridad y justicia,
afirmó el presidente Enrique Peña Nieto.
Continue reading
Continue reading
Primeras señales de Peña: III. Incremento de los impuestos
Lo único que queda es aplicarle mucha tijera al gasto público de 2013 para poder financiar todo lo que prometió el nuevo Presidente.
Leo ZuckermannContinue reading
Cómo se vive en Venezuela la ausencia de Hugo Chávez
La Nación
Hace casi tres semanas que los venezolanos no ven a su presidente, Hugo Chávez. Su última aparición, en televisión, fue una reunión con varios ministros el 15 de noviembre.
Chávez partió a Cuba el miércoles de la semana pasada para un “tratamiento especial” de oxigenación hiperbárica, según la versión del gobierno, que nunca ha ofrecido demasiados detalles acerca del estado de salud del mandatario, diagnosticado de un cáncer del que se declaró curado.
Continue reading
Misiles salvavidas
Por Moisés Naím
El Nacional, Caracas
Las armas son para matar. Pero la sorpresa es que, a veces, algunas salvan vidas. Este es el caso de los misiles antimisil que Israel utilizó para protegerse de los cohetes lanzados por Hamás desde Gaza en su más reciente conflicto. Y no me refiero al hecho de que este sistema, llamado Cúpula de Hierro, evitara la muerte de civiles israelíes. Eso, sin duda, lo logró. Pero también evitó la muerte de miles de inocentes en la franja de Gaza. También frenó una desestabilización aún mayor de esa convulsionada región y, posiblemente, hasta impidió un peligrosísimo enfrentamiento armado entre Israel y Egipto. ¿Cómo puede un arma lograr todo eso?
Continue reading
Por qué sigo siendo liberal
Por Gonzalo Zegarra Mulanovich
Semana Económica, Lima
Inmóvil, sin dientes, conformista, guardián del empate y celebrador de la inacción. Nostálgico de los noventas. Así califica el politólogo Alberto Vergara, en Poder, al liberalismo que según él yo represento, a raíz de que cuando critiqué la mentalidad de quienes ponen baños de mujeres y baños para nanas (SE 1337), no abogué por una prohibición legal de tal conducta.
Inmóvil, sin dientes, conformista, guardián del empate y celebrador de la inacción. Nostálgico de los noventas. Así califica el politólogo Alberto Vergara, en Poder, al liberalismo que según él yo represento, a raíz de que cuando critiqué la mentalidad de quienes ponen baños de mujeres y baños para nanas (SE 1337), no abogué por una prohibición legal de tal conducta.
Eduardo Dargent comentó en Diario16 esa misma columna mía, resaltando
mi sensibilidad. Pero la sensibilidad no es fuente de Derecho; ahí
radica la incomprensión de Vergara sobre mi posición. Un liberal no debe
olvidar jamás que toda intervención legal es, en última instancia, un
recurso al uso de la fuerza. El estatal monopolio de su uso legítimo
implica que sólo debería ser ley aquello que estamos dispuestos a
exigir, en el extremo –ante un incumplimiento deliberado– pistola en
mano, y hasta disparando.
No califican, pues, las preferencias morales, estéticas ni sentimentales. Éstas son contingentes y cambiantes: no se pueden volver ley. Hay que ser muy autocomplaciente para exigir que todo aquello que a uno le gusta, desde el cine hasta la paridad de género, sea impuesto por ley, o sea, por la fuerza. Y es que no se pueden confundir las intenciones subjetivas con los fines del Estado. Ni las políticas públicas con el afecto ni la envidia. Cuando un individuo falla como consumidor no puede ser “salvado” por un individuo exactamente igual de falible, sólo que con sombrero de legislador o burócrata, ni por el consenso mayoritario, que no es más que la suma de muchas voluntades igualmente inclinadas al error. El estatismo, cualquiera sea su intensidad, asume que todos los individuos, o la mayoría de ellos, son estúpidos o malvados. Que el éxito es producto de las malas artes; y el fracaso, de una irremontable incapacidad (cuando en realidad es el motor del éxito, por la vía del ensayo-error). No soy capaz de semejante arrogancia (acaso sí de otras). Soy liberal porque mejor es convencer que imponer. Porque confío en el ser humano. No se puede amar el conocimiento desde la misantropía, que es el odio a nuestra especie, la única capaz de conocer gracias a la razón.
Sin embargo, tanto las izquierdas como las derechas estatistas se apartan de la razón y pretenden la imposición de sentimientos. De la compasión el socialismo; del nacionalismo y la fe, el conservadurismo. Pero los sentimientos nunca se podrán imponer, no importa lo que diga la ley (SE 1238). Y en cambio la ley sí puede mejorar el diseño institucional, algo que Vergara acusa a “mi” liberalismo de subestimar, engatusado por el crecimiento económico. “Su hora ha pasado largamente”, agrega. Pero si algún tema es recurrente en esta columna es precisamente la necesidad de mejoras institucionales (SE 1198, 1256, 1266, 1328, 1330, 1346).
De manera que el liberalismo que critica Vergara en mí no es antipolítico, ni nostálgico de los noventas –lo que equivaldría a ser nostálgico de Fujimori, que de liberal tiene tanto como Denxiaoping–. Mi liberalismo no es economicista (al estilo de la escuela de Chicago) y ni siquiera filosófico (al estilo austríaco). Es antropológico. Se sustenta en la naturaleza de la especie. Le debe más a la modernidad racionalista inspirada por Aristóteles, Tomás de Aquino y Locke, que a las especulaciones de Descartes y a las intuiciones de Kant.
No califican, pues, las preferencias morales, estéticas ni sentimentales. Éstas son contingentes y cambiantes: no se pueden volver ley. Hay que ser muy autocomplaciente para exigir que todo aquello que a uno le gusta, desde el cine hasta la paridad de género, sea impuesto por ley, o sea, por la fuerza. Y es que no se pueden confundir las intenciones subjetivas con los fines del Estado. Ni las políticas públicas con el afecto ni la envidia. Cuando un individuo falla como consumidor no puede ser “salvado” por un individuo exactamente igual de falible, sólo que con sombrero de legislador o burócrata, ni por el consenso mayoritario, que no es más que la suma de muchas voluntades igualmente inclinadas al error. El estatismo, cualquiera sea su intensidad, asume que todos los individuos, o la mayoría de ellos, son estúpidos o malvados. Que el éxito es producto de las malas artes; y el fracaso, de una irremontable incapacidad (cuando en realidad es el motor del éxito, por la vía del ensayo-error). No soy capaz de semejante arrogancia (acaso sí de otras). Soy liberal porque mejor es convencer que imponer. Porque confío en el ser humano. No se puede amar el conocimiento desde la misantropía, que es el odio a nuestra especie, la única capaz de conocer gracias a la razón.
Sin embargo, tanto las izquierdas como las derechas estatistas se apartan de la razón y pretenden la imposición de sentimientos. De la compasión el socialismo; del nacionalismo y la fe, el conservadurismo. Pero los sentimientos nunca se podrán imponer, no importa lo que diga la ley (SE 1238). Y en cambio la ley sí puede mejorar el diseño institucional, algo que Vergara acusa a “mi” liberalismo de subestimar, engatusado por el crecimiento económico. “Su hora ha pasado largamente”, agrega. Pero si algún tema es recurrente en esta columna es precisamente la necesidad de mejoras institucionales (SE 1198, 1256, 1266, 1328, 1330, 1346).
De manera que el liberalismo que critica Vergara en mí no es antipolítico, ni nostálgico de los noventas –lo que equivaldría a ser nostálgico de Fujimori, que de liberal tiene tanto como Denxiaoping–. Mi liberalismo no es economicista (al estilo de la escuela de Chicago) y ni siquiera filosófico (al estilo austríaco). Es antropológico. Se sustenta en la naturaleza de la especie. Le debe más a la modernidad racionalista inspirada por Aristóteles, Tomás de Aquino y Locke, que a las especulaciones de Descartes y a las intuiciones de Kant.