21 diciembre, 2012

México: Los neo-maltusianos se equivocan – por Manuel Suárez Mier

 
“No hay duda que predecir el futuro no es la mejor atribución de los economistas.”
La semana pasada hice la crónica del ensayo de Robert J. Gordon en el que predice el fin del crecimiento en Estados Unidos porque la productividad de su economía no está ascendiendo como solía hacerlo y porque enfrenta seis importantes obstáculos que serán difíciles de superar para volver a crecer aceleradamente.
Lo que pretendo ahora es argumentar que el Profesor Gordon está equivocado, como lo han estado todos los profetas del desastre inminente que amaga a la humanidad, desde Thomas Malthus, quien en 1798 predijo el fin del mundo pues la población crecía más rápido que la producción de alimentos.


Es frecuente que procesos de depresión económica y recuperación magra como el que vivimos desde 2008, engendren expectativas sombrías sobre el futuro económico, aunque Gordon procura desvincularse de la crisis financiera y sustentar su análisis en tendencias que venían dándose desde antes.
Varios analistas cuestionan la forma simplificada en la que el autor interpreta el crecimiento económico secular, que lo llevan a conclusiones que no serían las mismas de utilizar las series históricas del crecimiento sin atajos metodológicos, por lo que el científico Roger Pielke concluye que:
“el análisis de Gordon está gravemente viciado y en esencia no nos dice nada útil sobre el potencial para crecimiento económico futuro… Lo que Gordon nos ofrece, en sus propias palabras, es una ‘fantasía provocadora’.”
La conclusión a la que llega el autor, que el actual desarrollo tecnológico no genera aumentos en la productividad como los ocurridos en las dos revoluciones industriales previas es, en el mejor de los casos, aventurado pues en opinión de expertos, los avances en las ciencias médicas, por ejemplo, ocurren a velocidades crecientes.
Ello significa que la duración y calidad de vida promedio del género humano podrán prolongarse apreciablemente lo que implica un poderoso contrapeso a la reversión del “bono demográfico” que el Profesor Gordon cita como el primero de los contratiempos que limitarán el crecimiento futuro. Además, los países que enfrentan el colapso demográfico, pueden evitarlo cambiando sus políticas migratorias.
Como ejemplo, hay que observar las tecnologías que permitieron cambiar de cuajo las expectativas energéticas al poder extraer petróleo y gas con nuevos métodos de yacimientos que eran inexplotables económicamente hasta hace poco y que prometen energía abundante, particularmente en América del Norte.
El argumento de que la productividad de la mano de obra no seguirá aumentando, no se sostiene cuando estamos en el umbral del uso generalizado de fotocopiadores tridimensionales que, según los expertos, revolucionarán la industria manufacturera de manera radical.
Hay que tener presente que la ciencia básica y especialmente su aplicación al progreso industrial, no se dan por accidente sino que resultan de cuantiosas inversiones y que el conocimiento se nutre de sí mismo por lo que conforme alcanza una masa crítica en aumento, no es probable que tenga rendimientos decrecientes.
La globalización, que Gordon alude como obstáculo para el crecimiento futuro en EU y al que atribuye la depauperización de sus trabajadores, está jugando exactamente el papel opuesto pues al abrirle a los países industrializados mercados que tienen todavía mucho que crecer sólo para alcanzarlos, les transmiten su vigor.
La descripción sombría del sistema educativo que hace el autor incurre en errores graves. La educación superior en EU sigue siendo la envidia del resto del mundo por lo que no es casual que en la Escuela en la que doy clases, clasificada entre las diez mejores para Asuntos Internacionales, tengamos estudiantes de 139 países.
Si bien es cierto que ha habido en EU un deterioro no despreciable en la distribución del ingreso y la riqueza en los últimos lustros, de ninguna manera se puede afirmar que se trate de una tendencia irreversible sino que es susceptible de revertirse con políticas públicas que garanticen igualdad de oportunidades para sus ciudadanos.
La enorme deuda de las familias y del gobierno de EU ciertamente plantean retos mayúsculos que demandan políticas públicas radicales y difíciles de efectuar en los ámbitos fiscal, presupuestal y sobre todo del financiamiento de prestaciones, salud pública y pensiones, pero es una situación perfectamente superable.
Las draconianas medidas que el gobierno se vería forzado a tomar para contrarrestar el calentamiento global, que serían fatales para el crecimiento, no pasan de ser el sueño de opio de quienes creen que los países se van a suicidar por políticas de dudoso beneficio ecológico. Ello simplemente no ocurrirá.
No hay duda que predecir el futuro no es la mejor atribución de los economistas.

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