Apropósito de mi columna de ayer sobre la reforma educativa, un
lector me mandó el siguiente comentario: “¿Ya sabías de la reunión Peña Nieto-Gordillo
a la hora de escribir tu artículo? Todo es en consenso y además es lo
correcto, lo demás es circo mediático y espectadores inocentes. ¿No has
visto nunca las luchas?” Supongo que se refiere a la lucha libre donde
el show está arreglado de antemano: los luchadores suben al
ring para dizque pelearse y así divertir al público, pero en realidad
están siguiendo un guión acordado.
Sobre la reunión que menciona, retomo lo que escribió ayer Jorge Fernández Menéndez en Excélsior: “El viernes, el presidente Peña Nieto y Elba Esther Gordillo
estuvieron reunidos a solas durante cuatro horas, analizaron todos y
cada uno de los puntos de la iniciativa que se presentó el lunes
siguiente. Toda la reforma tuvo el respaldo del sindicato magisterial”.
El propio secretario de Educación, Emilio Chuayffet,
declaró que la iniciativa le fue previamente anticipada a la maestra.
Por su parte, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE) publicó un posicionamiento donde “reconoce y valora” la reforma
educativa anunciada; además presume que la iniciativa de enmienda
constitucional recoge “propuestas que a lo largo del tiempo han
formulado los maestros a través de su organización gremial, algunas ya
iniciadas y otras en proceso, que con el rango de reforma constitucional
que ahora se les otorga, adquieren la dimensión y alcance que se
reclama”. El documento agrega que hay quienes “buscan generar la
percepción de una ruptura o un enfrentamiento entre el SNTE y el
gobierno federal. No vamos a caer en esa provocación absurda”.
Así que no hay ruptura y la reforma fue negociada entre el gobierno y
el sindicato. Muy bien. Pero esto es muy diferente a decir que Peña y Gordillo
pactaron una lucha a dos de tres caídas sin límite de tiempo, para el
deleite de un público ávido de ver un buen enfrentamiento al principio
del sexenio, y donde el primer episodio de la lucha la ganó el
Presidente haciéndole una llave maestra a la maestra como habían
acordado.
No lo creo. Evidentemente hubo pláticas entre gobierno y sindicato al
más alto nivel y al final el SNTE cedió y apoyó la iniciativa de
reforma constitucional. Lo que me parece es que la manera en que se
llevaron a cabo estas negociaciones sí marca una diferencia con el
pasado.
Durante las épocas de los gobiernos panistas, la maestra Gordillo
llegaba a Los Pinos y dictaba las condiciones. Por increíble que
parezca, los presidentes accedían a sus demandas. Nunca en la historia
contemporánea del sindicalismo mexicano, la líder de un gremio acumuló
tanto poder en tan poco tiempo. La maestra y su sindicato no sólo
controlaban la educación en el país sino también otras instituciones
gubernamentales con cuantiosos recursos como el ISSSTE, el Fovissste y
la Lotería Nacional.
Si es verdad que el viernes se reunieron Peña con Gordillo,
pues ésta llegó a Los Pinos con un poder disminuido. Primero, con un
secretario de Educación Pública que no pudo vetar. Segundo, con una
subsecretaria de Educación Básica que no era ni su familiar ni empleada
sino una académica crítica que pensaba que “el gran problema del rezago
de la educación en México se debía al pacto corporativo” que mantenía el
SNTE con el gobierno. Tercero, Gordillo arribó ya sin
puestos gubernamentales importantes, con sus respectivas partidas
presupuestales y puestos de trabajo, controlados por aliados suyos en
instituciones tan importantes como el ISSSTE y la Lotería Nacional. Así
entró la maestra el viernes pasado a negociar con el Presidente.
Supongo, en este sentido, que fue Peña el que dictó los
términos de la negociación y no al revés como en el pasado. Eso no es
una lucha libre sino una nueva manera de negociar por parte del
gobierno.
Ahora bien, tampoco lancemos las campanas a vuelo antes de tiempo. Como bien dice Carlos Loret, Gordillo
“tiene experiencia en eso de jugar dobles juegos. Puede estar en
público apoyando la iniciativa, pero frenándola en privado. Habrá que
estar al pendiente de las señales, pues puede obstaculizarla de diversas
maneras”. Efectivamente, pero, por lo pronto, el mensaje es que su
poder va a la baja. O para ser más precisos: que el gobierno quiere
regresarla al lugar donde le corresponde estar: defendiendo los
intereses sindicales de los maestros, no administrando la educación del
país, mucho menos otras instituciones gubernamentales.
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