Escribe el autor en torno al papel que en la región tiene esa organización fundada y financiada en un principio por el presidente venezolano Hugo Chávez junto a los países de la ALBA para dejar por fuera a los Estados Unidos y Canadá en los cónclaves latinoamericanos.
Ocurre en el momento en que el mandatario fundador está recluido en un hospital de La Habana y el nuevo presidente o secretario de la CELAC será el presidente cubano que es de los muy pocos que saben la realidad y la verdad del estado de salud del paciente venezolano.
OPPENHEIMER
El nuevo líder regional: Raúl Castro
Parece una broma, pero no lo es: a fines de este mes, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) —una organización inter-gubernamental de 33 países que tiene entre sus objetivos oficiales el de promover la democracia— designará como su nuevo presidente al dictador cubano Gen. Raúl Castro.Y lo que es igualmente disparatado, el general Castro se convertirá en el vocero oficial de Latinoamérica y el Caribe en las negociaciones políticas y comerciales con los 27 países de Unión Europea y otros bloques regionales durante su período de 12 meses al comando de la CELAC. Castro, que recibirá la presidencia de la CELAC de manos del presidente chileno Sebastián Piñera, deberá a su vez entregar la presidencia a la presidente de Costa Rica en enero de 2014.
Los diplomáticos europeos, que se enorgullecen de exigir una “cláusula democrática” que requiere elecciones en sus acuerdos de libre comercio con países en desarrollo, ya están levantando las cejas con frustración ante la perspectiva de aparecer sonrientes en las fotos junto a Castro, cuyo gobierno no ha autorizado ni una sola elección libre, ni ha permitido un solo periódico independiente, en más de cinco décadas.
Tal como me dijo un diplomático europeo, por más que algunos le encuentren factores que lo podrían redimir, no hay diccionario en el mundo que tenga una definición de la palabra “dictador” que no se aplique al general Castro.
Es cierto que aunque el presidente venezolano Hugo Chávez haya vitoreado la creación de la CELAC como “el evento político de mayor importancia de todos los que han ocurrido en esta América nuestra en cien años”, la CELAC es considerada por muchos como un sello de goma. En rigor, la CELAC es una organizadora de cumbres: no tiene sede central, ni personal permanente, y está regida por una presidencia rotativa a cargo del país elegido para dirigirla durante un período de doce meses.
El grupo fue creado para por los países de Latinoamérica y el Caribe para reunirse sin la presencia de Estados Unidos y Canadá. Chávez, uno de sus principales promotores, dijo que espera que la CELAC pronto reemplace a la Organización de Estados Americanos (OEA), que el considera un instrumento del ’’imperio”.
Pero aunque la CELAC es uno de tantos grupos regionales similares que fueron inaugurados con gran pompa y luego pasaron al olvido, tiene funciones de convenir y redactar la agenda de varias cumbres, lo que le da cierto poder.
Irónicamente, el documento fundacional de la CELAC, firmado el 23 de febrero de 2010 en la cumbre de Latinoamérica y el Caribe realizada en la Rivera Maya, México, establece específicamente que los países miembros acordaron “reafirmar que la preservación de la democracia y de los valores democráticos, la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho” y la vigencia de los derechos humanos “son objetivos esenciales de nuestros países’’.
¿No es un chiste que una organización regional comprometida con la democracia elija como nuevo presidente al único dictador militar de las Américas?, le pregunté al Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, a principios de esta semana.
ANDRÉS OPPENHEIMER
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