Leo Zuckermann
La historia la cuenta Marshall Smelser en un artículo
titulado George Washington declina el papel de El Libertador, publicado
en la revista especializada, The William and Mary Quarterly.
En junio de 1799, el gobernador de Connecticut, Jonathan Trumbull Jr., le envió una carta al ex presidente de los Estados Unidos George Washington
para convencerlo de que volviera a postularse como candidato a la
Presidencia en 1800. En ese momento la política estadunidense se había
transformado de lo que los historiadores consideran como la “época de
los grandes hombres”, los forjadores de la independencia de las Trece
Colonias, a un periodo de extrema partidización. Frustrado por la
politiquería de los partidos (de un lado los federalistas, comandados
por Alexander Hamilton, y del otro los republicanos, bajo el mando de Thomas Jefferson), Washington rehusó la oferta de Trumbull en una carta donde criticaba los males de la partidización de la política.
Tomando en cuenta lo que estamos viviendo en México, me pareció interesante buscar la misiva completa de Washington. Quería ver los argumentos de “un hombre extraordinario que hizo posible que gobernaran los hombres ordinarios”, como ha caracterizado el historiador Gordon S. Wood al héroe de la independencia estadunidense. En eso estaba cuando me encontré con otra historia que me pareció aún más interesante. Resulta que un grupo de conspiradores estadunidenses y europeos le había solicitado a Washington que liberara las colonias españolas que, a finales del siglo XVIII, se encontraban amenazadas por una posible invasión francesa a España.
La historia la cuenta Marshall Smelser en un artículo titulado George Washington declina el papel de El Libertador, publicado en la revista especializada, The William and Mary Quarterly. En 1799, John Trumbull, hermano de Jonathan, el gobernador que estaba convenciendo a Washington de volverse a lanzar como candidato presidencial, le escribió al ex presidente con una idea todavía más ambiciosa: ayudar a que las colonias españolas se emanciparan antes de que los franceses se quedaran con ellas. Ampliar el radio de la libertad americana del yugo europeo. Que Washington se convirtiera “no sólo en el padre de los Estados Unidos, sino en el de los Imperios Unidos de América”.
Según Smelser, el plan contó con algunos apoyos en ambos lados del Atlántico. La idea era que una alianza británico-estadunidense liberara la América Hispana y así establecer un contrapeso al creciente poder de la Francia posrrevolucionaria. El plan de Trumbull para la América Hispana liberada era:
“Una convención de magnates deberá establecer un cuerpo constitutivo. El clero y los nobles deberán retener sus derechos, excepto aquellos que entren en conflicto con las libertades populares. Dos constituciones, para México y Perú, deberán ser escritas de manera similar a la pureza de la británica. Los herederos de Moctezuma y de los incas deberán ser coronados como monarcas constitucionales, con poderes ejecutivos y derecho de veto. Un legislativo bicameral deberá establecerse en cada país, conformado por pares, escogidos del clero y la nobleza, y una cámara de representantes a la americana, que concurran en la elaboración de las leyes. En cuanto a los asuntos internacionales, deberá haber una asociación íntima con los Estados Unidos con una ciudadanía recíproca y aranceles recíprocos que favorezcan a estas naciones y discriminen en contra de otros continentes; con una conexión cercana de sus bancos, arreglos de extradición mutua y pactos de asistencia mutua en contra de insurrecciones”.
Este era el plan en 1799. Pero Washington, harto de la política, dijo que ni regresaba a la Presidencia ni se erigiría en libertador de toda América. Unos cuantos días después moriría a los 67 años en su casa de Mount Vernon.
Tomando en cuenta lo que estamos viviendo en México, me pareció interesante buscar la misiva completa de Washington. Quería ver los argumentos de “un hombre extraordinario que hizo posible que gobernaran los hombres ordinarios”, como ha caracterizado el historiador Gordon S. Wood al héroe de la independencia estadunidense. En eso estaba cuando me encontré con otra historia que me pareció aún más interesante. Resulta que un grupo de conspiradores estadunidenses y europeos le había solicitado a Washington que liberara las colonias españolas que, a finales del siglo XVIII, se encontraban amenazadas por una posible invasión francesa a España.
La historia la cuenta Marshall Smelser en un artículo titulado George Washington declina el papel de El Libertador, publicado en la revista especializada, The William and Mary Quarterly. En 1799, John Trumbull, hermano de Jonathan, el gobernador que estaba convenciendo a Washington de volverse a lanzar como candidato presidencial, le escribió al ex presidente con una idea todavía más ambiciosa: ayudar a que las colonias españolas se emanciparan antes de que los franceses se quedaran con ellas. Ampliar el radio de la libertad americana del yugo europeo. Que Washington se convirtiera “no sólo en el padre de los Estados Unidos, sino en el de los Imperios Unidos de América”.
Según Smelser, el plan contó con algunos apoyos en ambos lados del Atlántico. La idea era que una alianza británico-estadunidense liberara la América Hispana y así establecer un contrapeso al creciente poder de la Francia posrrevolucionaria. El plan de Trumbull para la América Hispana liberada era:
“Una convención de magnates deberá establecer un cuerpo constitutivo. El clero y los nobles deberán retener sus derechos, excepto aquellos que entren en conflicto con las libertades populares. Dos constituciones, para México y Perú, deberán ser escritas de manera similar a la pureza de la británica. Los herederos de Moctezuma y de los incas deberán ser coronados como monarcas constitucionales, con poderes ejecutivos y derecho de veto. Un legislativo bicameral deberá establecerse en cada país, conformado por pares, escogidos del clero y la nobleza, y una cámara de representantes a la americana, que concurran en la elaboración de las leyes. En cuanto a los asuntos internacionales, deberá haber una asociación íntima con los Estados Unidos con una ciudadanía recíproca y aranceles recíprocos que favorezcan a estas naciones y discriminen en contra de otros continentes; con una conexión cercana de sus bancos, arreglos de extradición mutua y pactos de asistencia mutua en contra de insurrecciones”.
Este era el plan en 1799. Pero Washington, harto de la política, dijo que ni regresaba a la Presidencia ni se erigiría en libertador de toda América. Unos cuantos días después moriría a los 67 años en su casa de Mount Vernon.
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