08 enero, 2013

Los enemigos y las agendas Si Morena es un problema para el perredismo, la creación de Concentración Mexicana lo será, en parte, para el panismo. Jorge Fernández Menéndez

Este 2013, electoralmente, será un año tranquilo. Es verdad que habrá 13 elecciones, incluyendo la de gobernador en Baja California, pero el primer año del sexenio siempre ha sido, en ese sentido, un espacio para reacomodar fuerzas, lo que permite, también, plantear un agenda legislativa que si no se concreta en esos primeros meses del sexenio, luego tiene muchas dificultades para salir adelante. Pero esos reacomodos pueden, también, influir en el futuro de toda la agenda. Las tres últimas administraciones priistas (De la Madrid, Salinas y Zedillo) terminaron teniendo problemas serios en esos meses, precisamente por la irrupción en la agenda de conflictos derivados de esos procesos electorales.


Hoy, sin embargo, salvo el PRI, los demás partidos políticos están enfrentando 2013 con graves dificultades internas y divisiones que tienden a profundizarse. La resaca del poder puede medirse en el panismo con la desafección de 80 por ciento de su militancia. Es verdad que durante los últimos años hubo en el panismo una labor de afiliación tan masiva como vacía de sustento para hacer crecer los padrones en la misma medida en que el partido se hacía del poder federal y mantenía sin cambios un sistema de elecciones internas que da preeminencia a la decisión de sus afiliados. El problema es que ese mecanismo hace ya mucho tiempo que se desvirtuó y, en los hechos, lo que hizo fue no oxigenar al partido; no le otorgó nuevas fuerzas, desperdició los años que estuvo en el poder y lo tiene hoy más débil que en el pasado. En marzo el PAN tendrá que decidir qué hacer, cuál es su futuro y en ese sentido el problema no es que se haya reducido drásticamente el número de sus afiliados, sino que no se ve cómo el partido podrá recuperar su conexión con la ciudadanía. Desde ese punto de vista, la elección de Baja California es estratégica para el PAN: perder ese estado tendría costos altísimos para su futuro.
En el PRD están enfrentados internamente y el fantasma de Morena, que esta semana pedirá formalmente su registro, se agiganta en la misma medida en que el partido se ve obligado a tomar decisiones. Desde el primero de diciembre, la dirigencia perredista decidió participar en el Pacto por México, alejarse de la lógica de López Obrador y trabajar sobre una agenda mucho más propositiva. Pero el conflicto interno crecerá en la medida en que Morena se constituya formalmente como partido y se vaya rompiendo la alianza del PRD con el PT y Movimiento Ciudadano, que terminarán, dicen sus dirigentes, confluyendo con el grupo de López. El problema para esas dos fuerzas políticas es que el Morena puede, literalmente, terminar vaciándolas. El PRD ha tomado la decisión correcta al moverse hacia el centro izquierda. El problema es que los resultados electorales pueden ser decepcionantes en este año de reacomodos y crecerá la presión para mantenerse en la misma línea de los últimos 15 años.
Si Morena es un problema para el perredismo, la creación de Concentración Mexicana lo será, en parte, para el panismo, pero también para el perredismo capitalino. Ese nuevo grupo que encabeza el ex presidente del PAN, Manuel Espino, que, se supone, tiene el respaldo de, entre otros, el ex presidente Vicente Fox y de antiguos militantes de izquierda como René Arce y Ramón Sosamontes, puede ser el embrión de otro tipo de movimientos, sobre todo para atraer descontentos en el panismo y la izquierda.
También el Panal tendrá que tomar decisiones. No es verdad que su relación con el presidente Peña Nieto esté rota, pero obviamente existe un fuerte jaloneo político en torno a la reforma educativa, que tendrá repercusiones en el Congreso y sobre todo en los procesos estatales, locales, donde el magisterio tiene mucha mayor capacidad de operación.
Para la nueva administración el peligro está en que, por distintas razones, tanto el PRD como el PAN y el Panal puedan tomar una vía de confrontación o de boicots constantes a la agenda legislativa. Lo decía el propio Emilio Gamboa Patrón hace un par de días: todas las fuerzas políticas apoyan el Pacto por México, pero “lo hacen en sus propios tiempos”. El problema es que en política el tiempo es decisivo para el éxito o fracaso de una iniciativa. Y para sacar adelante, sobre todo la reforma hacendaria y la energética, estos meses son claves. ¿Se puede seguir gobernando sin esas reformas? Por supuesto, pero entonces lo que caen son las expectativas.
Las oposiciones saben que necesitan tiempo para recomponerse, para que vayan saliendo sus propios procesos internos, para medir la fortaleza del nuevo gobierno y ver cómo responde a las distintas amenazas y desafíos, desde la seguridad hasta la economía, desde el trabajo legislativo hasta el social. Y en muchas ocasiones, cuando una fuerza política está dividida, o en peligro, suele recordar que nada la puede cohesionar más que tener (o inventarse) un enemigo externo.

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