Semblanza de la Argentina 'K': Mi visita a Calafate
Por María Zaldívar
Una tensa amabilidad es
el común denominador en el trato, amabilidad tan amistosa como forzada.
Todos nombran a la presidente. Es una suerte de referencia turística: “cerca
del hotel de la presidente, lejos de la casa de la presidente, el otro hotel de
la presidente, el que le adjudican pero que no es de la presidente, los
custodios de la presidente, la hostería de la presidente”.
Nadie la critica. En
principio. Sobra cautela en los lugareños y las ganas de dar su opinión compite
con el temor reverencial a la dueña del pueblo. "Este desarrollo tiene 10
años" repiten como una plegaria. "La ruta al glaciar era de ripio
hasta que Néstor se ocupó de pavimentar". "El intendente también está
con el proyecto nacional y popular". Los Kirchner son omnipresentes aunque
la preferencia por el ex presidente es decidida y explícita. "El iba al
centro y saludaba a los viejitos de a uno" dicen con nostalgia quienes lo
conocieron.
Esa es, en esencia, la
superficie. Cuando preguntamos por las tierras fiscales, uno solo contestó
"los periodistas mienten"; para el resto fue la apertura del grifo.
Coincidieron en que "ellos" las administran y reparten a
"piacere". La versión del taxista K difiere; él explicaba que
"cualquiera va al municipio, pide tierras y le dan, con la única condición
de ser residente de Calafate". Cuando le puntualicé que la señora no lo
es, se erizó y en aras de la información preferí obviar el detalle y continuar
la charla. Ni qué mencionarle el precio vil con que fueron adquiridas las
grandes extensiones de la familia presidencial.
El resto admitió que el
reparto es arbitrario y que los "amigos" suelen tener más suerte que
los demás. Lo cierto es que la única manera de recibir tamaña bicoca en
Calafate es residir allá por cinco años, ponerse en la fila, extender la mano y
esperar el gesto bondadoso del señor feudal.
La gente milita en el
Frente para la Victoria. Muchos van a los actos que se organizan en Calafate y
aún en Río Gallegos pero hay "pica" con "La Cámpora". La
militancia sureña no digiere la forma en que los integrantes del movimiento
nac&pop ingresan a la política. "En Gallegos les copamos los
actos" dicen con orgullo. Se nos hizo difícil entender la diferencia entre
unos y otros pero ellos la ven clarísima: "nosotros somos FPV" dicen
dando a entender que los otros son el subgrupo del subgrupo. Como auténticas
Matryoshkas, el PJ sería la muñeca grandota que contiene al kirchnerismo, que
contiene a La Cámpora.
Ese submundo político
convive con el aluvión de turistas extranjeros y nacionales que inundan la
zona. Se escucha una simpática mezcla de idiomas y eso barniza el pueblito de
un agradable aire de informalidad manifiesta.
Las maravillas del
paisaje son una garantía de satisfacción aunque los precios son escandalosamente
elevados y el dólar corre casi como moneda de curso legal. Las ventajas de la
SUBE no alcanzan esos lares y cualquier viajecito en taxi de algunas cuadras
puede costar unos 50 argentinos.
El turismo latinoamericano
no tiene nada que envidiar en número al europeo. Me interesó, por razones obvias,
conversar con venezolanos. En un principio lucen un inquietante parecido con
los lugareños del Calafate en tanto les cuesta comentar su verdadero sentir
respecto de su mandamás, Hugo Chávez. Nadie se anima a criticarlo hasta que se
les ofrece un puente de comprensión. Hace más años que a nosotros que se les
instaló un caudillo y el temor no es incomprensible.
Ellos nos explicaron la
conveniencia de que Chávez llegue con vida al 10 de enero pues la Constitución
prevé dos tipos de ausencias: definitiva o transitoria. En el caso de
la primera, esto es, si el impedimento para asumir fuera permanente (por
ejemplo, la muerte del futuro presidente) la autoridad está obligada a convocar
a elecciones dentro de los siguientes 30 días. Pero si ese impedimento es
transitorio (una enfermedad encuadra en ese concepto) o sea que existe la
posibilidad de que la asunción se realice, la Constitución amplía los plazos:
90 días en un principio con opción a otros 90. Trasladada la ley al caso
concreto, esa cláusula le da a la actual administración seis meses para seguir
gobernando sin necesidad de llamar a elecciones ni forzar legislación alguna
para mantener este "status quo". No es poca cosa.
Sin embargo, un mes, tres
o seis los venezolanos saben que hay chavismo para rato con o sin Chávez.
Cuando se les hace el paralelo con el peronismo asienten desanimados.
Aprendieron que el populismo más que cara tiene mañas y que si las caras no se
repiten las mañas, sí. Ellos, como los argentinos, han visto llegar para
quedarse los planes de asistencia, el reparto de favores, la arbitrariedad, los
personalismos, el fogoneo del enfrentamiento interno, la descalificación y el
acoso a los opositores, la pérdida progresiva de las libertades y el
consecuente deterioro general de la calidad de vida.
Ellos saben que en
Venezuela conviven dos países irreconciliables y que, para salir del
estancamiento, uno deberá derrotar al otro y en eso están mejor que nosotros
porque muchos argentinos siguen sin identificar que la perversidad del
peronismo pone un velo sobre las opciones para que los distraídos se sigan
confundiendo. Cada vez que flaquean sus fuerzas, los peronistas se comen los
glóbulos rojos de alguna fuerza sana y siguen con vida. Lo hizo el peronismo
menemista con la UCeDé, el peronismo aliancista con el radicalismo y la
izquierda, y el peronismo kirchnerista con la transversalidad. En 2003 abrieron
la interna y desde entonces obligan al país entero a participar del proceso en
el que dirimen sus camorras. Sin embargo, hay quienes todavía creen en la
existencia de un peronismo menos letal que el gobernante. No se dan cuenta o no
quieren reconocer que el peronismo es uno solo y genéticamente letal.
Cristina usa el Tango 01
para hacer el pool con Máximo y Menem se construyó una pista de aterrizaje en
la puerta de su casa. Pero no son Cristina o Menem los indecentes (o también)
sino la filosofía que abrazan. El peronismo es venal y desconoce límites. Antes
de él, el argentino reconocía la frontera que separa el bien del mal y si la
transgredía era a conciencia sabiendo que estaba transitando el camino equivocado.
El peronismo desdibujó ese límite y ahora la sociedad pisa los canteros sin
ruborizarse, porque todos lo hacen y nadie señala la inconducta. Hay un permiso
tácito para la inmoralidad. Es la única explicación posible para la tolerancia
infinita que la sociedad le tiene a la escandalosa corrupción política y el
rechazo por las figuras que proponen terminar con el sistema prebendario y las
vagancias.
Mi vuelo de regreso a
Buenos Aires estaba anunciado en hora pero el intempestivo aterrizaje del avión
presidencial alteró los cronómetros. Ella y un nutrido grupo de privilegiados
demoró a unos 300 pasajeros de dos aerolíneas distintas. No fue más que otra
demostración de ese coctel de prepotencia y malos modales del que hacen gala
nuestros funcionarios. El ejercicio del poder no es para cualquiera.
Cuando el rápido
operativo terminó y la presidente desapareció rauda en la caravana de
camionetas que esperaban sobre la pista al pie del avión a tan ilustre comitiva,
volvió la calma. "Me tomo unas gotas de Reliverán y sigo" dijo en
tono audible un mozo que apenas pasaba los 20 años. Me reí, claro, de la
ocurrencia, cargada de espontaneidad juvenil pero un erizo me llamó al orden.
"Algo no está bien" pensé casi inmediatamente. Nada demasiado bueno
puede salir de una juventud desmotivada y resentida con su dirigencia. Ese chico
convive con una incomodidad profunda. Me pregunté quién estará trabajando por
sus sueños y por los millones de otros
sueños atrapados en un sistema que sólo produce insatisfechos o acomodados.
Pensé en Cristina
Kirchner y supuse que el enojo permanente que manifiesta tiene que ver con la comprobación diaria del rotundo fracaso
de su gestión. Me pregunté si en algún momento de lucidez reconocerá que su
capacidad no está a la altura de sus responsabilidades y que parte de su incompetencia
queda demostrada en la pésima elección que hace de colaboradores, y algo me
dijo que no.
Mientras en Tango 02 se
alejaba vacío y nos llamaban a embarcar, miré a mi alrededor. Me despedí de los
empleados del aeropuerto con quienes habíamos entablado una inesperada y
empática conversación y enfilé hacia mi asiento sin más norte que la rutina. Y sentí
pena por el mozo, por el país y por mí.
Calafate, 2 de enero,
2013
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