¿Habrá reforma migratoria en EU? |
Aquelarre Económico
En
la última semana ha habido más movimiento político en Washington sobre
una eventual reforma migratoria en EU del registrado en mucho tiempo,
por lo que es posible empezar a percibir las nuevas posiciones de los
principales actores en este teatro así como los obstáculos que se
perfilan para alcanzar un acuerdo.
Hay
que empezar por refrescar la memoria de mis estimables lectores de lo
que ha cambiado sobre este debatido asunto. En primer lugar, el
Presidente Barack Obama rompió su promesa de campaña de
2008 y no hizo el menor esfuerzo por promover una reforma migratoria
integral en su primer período.
¿Por
qué lo hizo? Por motivos puramente políticos: quería cuidarse antes de
su reelección de no aparecer como el extremista de izquierda que
caricaturizan sus detractores conservadores, que apoya sin restricciones
a extranjeros ilegales cuya presencia perjudica a los ciudadanos menos
letrados y más pobres de su país.
Es
más, para jugar el papel de “rudo” en migración y no alienar a
segmentos clave del electorado, en sus primeros cuatro años de gobierno
emprendió una campaña de deportación masiva de casi dos millones de
indocumentados –50 por ciento más que antecesor, George W Bush–,
la mayor parte de ellos mexicanos, y gastó más recursos que ningún
gobierno previo para vigilar la frontera y atajar a los inmigrantes.
Con
una política de comunicación esquizofrénica que le resultó bastante
exitosa, el gobierno de Obama demandó judicialmente a estados como
Arizona, que adoptaron leyes aún más extremas de persecución de
inmigrantes ilícitos, argumentando con razón que los asuntos migratorios
son responsabilidad exclusiva del gobierno federal.
Conforme
se acercó la elección presidencial de noviembre pasado, Obama adoptó
por decreto Ejecutivo acciones pro inmigrantes que había rechazado
cuando se ofrecieron en el Congreso por sus opositores republicanos,
como el senador de Florida Marco Rubio, quien propuso
un proyecto legislativo que permitiera iniciar la regularización de la
situación jurídica de jóvenes que fueron introducidos a EU de manera
ilícita.
Estaba
por verse si funcionaría la estrategia obamita de quedar bien con Dios y
con el diablo, que muchos políticos en el mundo han intentado para
congraciarse con los más diversos y hasta contradictorios grupos de
votantes, pero los resultados electorales de noviembre pasado acreditan
que funcionó la estrategia: las minorías que votaron lo hicieron por
Obama en más del 70 por ciento.
Mientras
tanto, los republicanos en precampaña para la nominación de su partido,
batallaban en proponer las más absurdas medidas antiinmigrantes
imaginables: instalar en la frontera mortales vallas electrificadas de
veinte metros de alto, construir una doble y hasta triple estacada, o
proceder a la “auto-deportación” de 11 millones de indocumentados por la
vía de hacerles la vida imposible en EU.
Estas
tonterías las discurrieron para quedar bien con la más extrema derecha
de su partido, con una influencia exagerada en la selección del
candidato, que una vez designado tiene que cambiar su tono retórico e
intentar regresar al centro del espectro político, terreno en el que se
ganan las elecciones.
Como
predeciblemente perdieron el voto de los inmigrados, los republicanos
intentan ahora cambiar su imagen frente a ellos, pues las tendencias
demográficas apuntan a que la ciudadanía de origen “minoritario”
–herederos de recién llegados sobre todo de América Latina y Asia–,
crece con mayor celeridad que el resto de la población.
Es
en este escenario que ahora se plantea la iniciativa bipartidista
–cuatro senadores de cada partido– proponiendo las bases para un acuerdo
migratorio que incorpore las siguientes condiciones:
- Mejor seguridad fronteriza.
- Un sistema bien diseñado para los trabajadores migratorios temporales.
- Un trayecto riguroso para que los 11 millones de inmigrantes indocumentados que ya están en EU puedan permanecer de manera legal y eventualmente obtener la ciudadanía.
Horas
después de conocerse el proyecto de los legisladores, Obama develó los
principios de su propio plan en el que coincide con las propuestas de
los senadores pero enfatiza un camino más fácil a la ciudadanía, al
tiempo que determina que el control de la frontera para impedir flujos
migratorios ya se dio con éxito.
En
los esquemas descritos quedan infinidad de definiciones por hacer, como
qué tan “segura” debe ser la frontera, cuáles serían las multas por
haber violado la ley migratoria o si las personas legalizadas tendrán
acceso a los servicios de salud, educación, pensiones, apoyo de
desempleo y otros, y bajo qué circunstancias.
Ya
habrá oportunidad de comentar cómo evoluciona este tema y cuáles son
las verdaderas intenciones de los principales protagonistas.
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