26 febrero, 2013

México: ¿Como Lady Gaga o los Beatles?

Leo Zuckermann

Es nuestra obligación aprovechar este momentum favorable para convertir a México en un éxito que no pase de moda. 
México: ¿Como Lady Gaga  o los Beatles?
No hay duda: México está de moda. Nuestro país ha regresado a ser una de las estrellas de las economías emergentes, el astro más brillante de la galaxia latinoamericana. Qué bueno. La duda es si esta situación será una moda pasajera, cual canción de Lady Gaga, o si nos mantendremos en el hit parade por muchos años, tal composición exitosa de los Beatles.
Ya son muchos los extranjeros que argumentan que algo bueno está sucediendo en México. La influyente revista The Economist, en noviembre de 2009, publicó en su portada al Cristo de la Montaña de Río de Janeiro despegando como cohete de la NASA. El fotomontaje iba acompañado de un gran letrero que decía “Brasil despega”. Efectivamente: la nación sudamericana había desbancado a México como la economía más exitosa de América Latina. En lo personal, con todo respeto a los brasileños, este tipo de percepciones de la prensa internacional me hacían enojar.


La buena noticia es que, exactamente tres años después, en noviembre de 2012, la misma revista británica publicó en su portada unos sombreros mexicanos, como los que usaban Chano y Chón, con la leyenda “el ascenso de México”. El largo reportaje especial daba cuenta de los éxitos de la economía mexicana, sobre todo en materia de exportación. México había recuperado su posición en el liderazgo económico de América Latina con muy buenas perspectivas a futuro.
Luego vino un largo artículo de Adam Thomson  en el prestigiado diario británico The Financial Times. El título: México, el tigre azteca. El subtítulo: “El país ha emergido de la sombra brasileña para convertirse en el predilecto de los inversionistas”. Más claro, ni el agua. Ahí se consignaban varios datos del optimismo sobre el presente y futuro de la economía mexicana: la colocación accionaria de Grupo Sanborns en la Bolsa Mexicana de Valores; el comentario de Larry Fink, jefe de los fondos de inversión BlackRock, que consideraba a México como una “historia increíble de crecimiento económico”; la perspectiva de Standard & Poor’s de incrementar la calificación de la deuda soberana mexicana; la canalización de 57 mil millones de dólares durante los primeros nueve meses del 2012 en los mercados de bonos y acciones mexicanas.
Este artículo se publicó a finales de enero de este año. Días después, Bill Gross, fundador y administrador de uno de los fondos más grandes de bonos en el mundo, afirmó que el peso mexicano era una “gran divisa”, que su futuro “se veía bien” y que, por tanto, él seguiría invirtiendo en este tipo de instrumentos. Gross incluso se atrevió a recomendar los bonos de nuestro país sobre los alemanes denominados en euros y los suecos en coronas.
El último artículo en esta andanada de opiniones positivas sobre México salió publicado este domingo en The New York Times bajo la firma del muy influyente editorialista Thomas L. Friedman. El título, Cómo volvió México al juego. Su primer párrafo lo resume todo: “En India, las personas preguntan sobre China, y, en China, las personas preguntan sobre India: ¿qué país se convertirá en la potencia económica más dominante en el siglo XXI? Hoy tengo la respuesta: México”.
No hay duda: México está de moda. Ahora bien, recordemos que hace tres años la moda era Brasil, como hace seis eran China o India. Y hoy esas tres economías han pasado de moda. Es el peligro que corremos los mexicanos: que toda esta fiebre positiva sea como una buena rolita de Lady Gaga, exitosa y pegajosa, quizás hasta merecedora de un Grammy, pero que, después de unos meses, ya nadie se acuerde de ella. Por eso es nuestra obligación aprovechar este momentum favorable para convertir a México en un éxito que no pase de moda, como una de las grandes canciones de los Beatles. De nosotros depende ponerle buen ritmo a la composición con una serie de reformas estructurales para no sólo presumir los logros en las exportaciones sino también un mayor dinamismo en el motor interno de la economía

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