La esclavitud es una práctica cuya vigencia cuestiona los
fundamentos éticos de la sociedad contemporánea; actualmente existen 27
millones de esclavos y muchos de ellos trabajan para ti.
Generalmente tendemos a concebir la
esclavitud como un oscuro episodio de nuestro pasado histórico. Sin
embargo, al analizar con cierto detenimiento las condiciones actuales, y
si recurrimos a algunos datos que afloran en estudios recientes,
entonces podemos comprobar que este lamentable fenómeno social goza de
mayor vigencia que nunca. Lo anterior resulta ciertamente paradójico si
tomamos en cuenta que desde 1981 no existe país alguno que permita, al
menos dentro de su marco legal, esta actividad.
Desde hace una década ya se había documentado en un estudio de Richard Re, publicado en la Harvard International Review, que
alrededor del mundo existen, por lo menos, 27 millones de esclavos –y
aunque resulte difícil de creer esto significa que actualmente hay más
esclavos que a mediados del siglo XIX, cuando el auge de esta práctica
provocaba que 25 millones de personas vivieran bajo este denigrante
régimen–.
La mayoría de los esclavos
contemporáneos se encuentran sometidos bajo este modelo producto de la
obtención de prestamos financieros, informales, que deben luego de pagar
con su trabajo. Pero si bien este formato tiene sujetos a
aproximadamente el 90% de las personas que calificarían como esclavos,
obviamente no es la único manifestación del sometimiento ilegal de una
persona para realizar labores forzadas. Aquí deberíamos de incluir miles
de casos de explotación infantil, trata de personas –sobretodo en
contextos de prostitución–, o incluso lo que sucede con inmigrantes
alrededor del mundo, a quienes les retienen sus pasaportes y les obligan
a trabajar en condiciones miserables bajo la amenaza de ser entregados a
las autoridades locales.
Un reporte publicado recientemente por la SumAll Foundation, se propuso traducir en cifras la actualidad de la esclavitud. Por medio del infográfico que resultó de este ejercicio,
sabemos que, por ejemplo, un esclavo en Brasil, está destinado a
generar $8,700 dólares a lo largo de toda una vida de arduo y forzado
trabajo, mientras que su equivalente en la India deberá contentarse con
solo $2,000. En cuanto a rentabilidad, lo más cotizado es poseer un
esclavo sexual ya que este representa ganancias a su dueño de unos
$18,000 dólares, si se encuentra en Tailandia, o de $49,000 si opera en
California.
¿Sabías que tu vida cotidiana aprovecha la condición de esclavitud de miles de personas?
Hace unos años el músico y cineasta
Justin Dillon decidió dedicar su vida a abolir la esclavitud
contemporánea. Para ello formó un movimiento, y dirigió el documental Call+Response.
El éxito de este documental sobre la trata de personas fue tal que
eventualmente el gobierno estadounidense se acercó a Dillon y le ofreció
su respaldo para crear una iniciativa que amplificase el mensaje
central: hacer conciencia entre la población mundial sobre este triste y
poco publicitado fenómeno. En respuesta nació Slavery Footprint,
campaña cuya principal herramienta es un sitio web y una aplicación
que, a través de un simple cuestionario, determina tus lazos con la
esclavitud contemporánea, es decir, que tanto te beneficias de esta
práctica –por más que la condenes abiertamente, es interesante confirmar
que si realmente quieres desestimularla, entonces tendrás que cambiar
algunos hábitos y sacrificar algunas de esas frívolas pertenencias a la
cuales la mayoría nos hemos vuelto asiduos–.
Al terminar la encuesta (haz click aquí para tomarla),
la organización te ofrece diversas maneras de participar para erradicar
el fenómeno. Más allá de lo intrigante de este ejercicio, el responder
al cuestionarlo, el simple hecho de que exista te obliga a reflexionar
sobre tu estilo de vida, sobre tus prioridades y tus hábitos. Además,
implica dejar de ver esta problemática como algo ajeno a tu contexto
particular genera un lazo de identificación que a la larga podría
resultar determinante para modificar aquellas prácticas que nutren la
existencia de un régimen que todos criticamos pero que,
inconscientemente, todos incentivamos. Por ejemplo, en mi caso, tengo a
36 esclavos trabajando para mi, la mayoría de ellos ubicados en el
sureste asiático.
Recordemos que uno de los requisitos
indispensables para consumar la transformación que nuestro mundo
requiere, es aceptar individualmente nuestra responsabilidad al ser de
alguna u otra manera partícipes del modelo que hoy nos rige.
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