26 marzo, 2013

Bernanke: ¿El buen ingeniero?

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En un artículo del Financial Times, “Un buen ingeniero que conoce sus propios límites”, Edward Luce alaba al presidente de la Fed, Ben Bernanke, por ser el adulto en la habitación en lo que se refiere a ocuparse de la actual lenta recuperación de la “Gran Recesión y por hacerlo mientras reconoce claramente la limitación de la política monetaria”. Argumenta que, con la excepción del estímulo de Obama de 2009, solo Bernanke y la Fed han trabajado incansablemente para “mantener a flote la economía de EEUU”. Más recientemente, según Luce, los esfuerzos de Bernanke han sido heroicos, aunque restringidos por vientos de cara que no puede controlar.


La Fed liderada por Bernanke, desde 2009, “estuvo sola en sus intentos por afrontar las crisis de empleo e inmobiliaria de Estados Unidos, a pesar de sus limitadas herramientas monetarias”. Desde que los republicanos consiguieron el control del Congreso en 2010, se han “obstaculizado”, “acciones serias en otros lugares” [más estímulo keynesiano]. Debido a la falta de acción en otros lugares, debería otorgársele reconocimiento y alabársele por las acciones y declaraciones relacionadas con la QE I, la QE II e Infinity y el compromiso de la Fed de comprar 800.000 millones de dólares al mes en títulos del Tesoro y con respaldo hipotecario, ya que “por primera vez en su historia, la Fed está tomando en serio la mitad del pleno empleo de su misión. En diciembre, Mr. Bernanke rompió precedentes comprometiéndose a mantener los tipos de interés cercanos a cero hasta que el desempleo cayera al 6,5% o la inflación excediera el 2,5%”.
Luce continúa su análisis del buen ingeniero como uno que conoce sus limitaciones. Bernanke sabe y nunca duda en recordar a la gente que “la Fed no puede con otod”. Aunque puede “ayudar a la creación  de empleo” y a “potenciar” la demanda agregada, la Fed no puede “obligar a los bancos a prestar” ni puede invertir la “caída en los ingresos medios”. Esto es así, a pesar de su fuerte supervisión regulatoria y de casi triplicar su balance al rescatar a los “bancarios”. Bernanke, al contrario que Greenspan, conoce claramente las limitaciones de la política monetaria y el presidente nunca podrá ser el “maestro”. Así que Luce concluye: “La posteridad debería recompensar a Mr. Bernanke por tener la serenidad para saber eso”.
Austriacos y compañeros de viaje argumentarían que Luce se equivoca en casi todos los puntos de su análisis de la respuesta de la Fed (y del gobierno federal) tanto a la recesión como a la lenta recuperación. Luce olvida cualquier mención a que nuestro “buen ingeniero” fue, si no el arquitecto, sí el facilitador del más reciente auge y declive. Roger Garrison en “Natural Rates of Interest and Sustainable Growth” (pp. 433-435) da una sólida explicación de cómo la Fed en realidad facilitó tanto el ciclo de auge-declive de las “punto como” del 2000 como el ciclo de auge-declive que llevó a la burbuja inmobiliaria. Respecto de la respuesta de la Fed, en la que esta actuó más como una incendiaria que no encendió el fuego, sino solo echó gasolina a un ascua ardiente, volvió a la escena del crimen disfrazada de héroe para combatir el entonces embravecido incendio, Garrison escribe:
Previsiblemente, la reacción de la Reserva Federal (más allá del rescate de instituciones financieras en quiebra) fue rebajar más los tipos de interés, reduciendo el tipo de los fondos de la Fed prácticamente a cero a finales de 2008 y más recientemente comprometiéndose a mantenerlos cerca de cero durante la primera mitad de 2013 [e incluso más allá, hasta que el desempleo caiga al 6,5% o la inflación supere el 2,5%]. Aunque esta estrategia, reforzada por la “flexibilización cuantitativa”, ha llevado a una enormes acumulación de liquidez en el sistema bancario, ha retrasado severamente la necesaria corrección de la mala asignación de mano de obra y otros recursos que se produjo durante el auge [cursivas añadidas]. La afirmación se realizaba a menudo tanto en relación con la política monetaria como con la fiscal de que la economía no puede recuperarse hasta que se recupere el mercado inmobiliario. Pero la perspectiva austriaca, con su atención a las malas asignaciones de créditos, sugiere que el mercado inmobiliario será el mercado que se recupere el último. Los recursos han de sacarse de las inversiones inmobiliarias y otras sensibles a los intereses y absorberse en otros lugares de la economía, permitiendo el crecimiento de la población acabe absorbiendo las existencias excesivas de viviendas. Todos los intentos de los políticos, tanto monetarios como fiscales, para convencer a los trabajadores de la construcción de que vuelvan a sus trabajos en la construcción (y de convencer a los trabajadores en general para actividades de inversión sensibles a intereses) solo pueden retrasar la recuperación.
Así que en la parte importante que llevó a la recesión y crisis de 2007-08, Bernanke ciertamente no comprendió los límites de la política monetaria y particularmente la capacidad de una política insensata de hacer un gran daño a la economía creando auges y burbujas. Cómo alguien que ayudo a diseñar el auge y el consiguiente declive, Bernanke pudo no haber sido capaz de invertir la “caída en los ingresos medios”, pero fueron las políticas de la Fed las que, mediante malas inversiones y exceso de consumo durante estos episodios de auge-declive, destruyeron la riqueza y contribuyeron a su declive. Salerno explica en profundidad la destrucción de la riqueza como consecuencia del auge artificial con datos apropiados para apoyar su exposición de la TACE a este periodo en “A Reformulation of Austrian Business Cycle Theory in Light of the Financial Crisis”.
Luce apoya el paquete de estímulo fiscal de 2008 y dice implícitamente que estímulos adicionales habría mejorado la economía haciendo al mismo tiempo la vida más fácil a Bernanke y la Fed. Sin embargo, nunca hubo un acuerdo sólido entre economistas sobre los beneficios esperados del estímulo de 2009 a pesar de la declaración del entonces electo presidente Barack Obama el 9 de enero de 2009 de que “No hay desacuerdo en que necesitamos acciones de nuestro gobierno, un plan de recuperación que ayude a arrancar la economía”. El Instituto Cato (2009) respondió, apoyado por más de doscientos economistas eminentes, “Con todo el respeto, Sr. Presidente, eso no es verdad”. La declaración de los economistas, que echando la vista atrás ha resultado mucho más profética que la afirmación de la administración de que la propuesta de estímulo era necesaria para impedir que la tasa de desempleo llegara al 8%, continuaba argumentando que “es un triunfo de la esperanza sobre la experiencia creer que más gasto público ayudará hoy a EEUU”.
Ahora, a pesar de acciones masivas por las autoridades para estimular, dirigir, guiar y arrancar la economía, el desempleo sigue persistentemente cerca de la marca del 8%, después de haber llegado mucho más alto de lo predicho por la administración Obama.
La política de bajos tipos de interés (ver aquí, aquí y aquí) y la incertidumbre acerca de la política monetaria futura han estado entre muchos factores que retrasan la recupración (ver mi “Recesiones: La lista de cosas que no hay que hacer” e “Incertidumbre de régimen: Algunas aclaraciones”, de Robert Higgs). Sin embargo, la continuación de la actual política monetaria crea el riesgo de establecer condiciones que crearían el próximo episodio de crecimiento insostenible y un renovado ciclo de auge-declive. Al empezar los bancos a prestar de nuevo lo que la política de la Fed ha hecho posible (Steve Hanke ha argumentado recientemente que hay evidencias de que el crecimiento monetario está empezando a acelerarse), los austriacos predicen (al contrario que Hanke, que ve el renovado crecimiento monetario como una clave para una recuperación más rápida) que esta expansión del crédito circulante por el contrario llevará a un patrón renovado de crecimiento insostenible. Rothbard (El hombre, la economía y el estado, p. 1008), como es habitual, resume sucintamente la postura austriaca del impacto de la expansión del crédito generada por el banco central:
La expansión del crédito genera más ciclos haya o no factores desempleados. Crea más distorsiones y malas inversiones, retrasa indefinidamente el proceso de recuperación del auge anterior y acaba haciendo necesaria una recuperación mucho más rigurosa para ajustar las nuevas malas inversiones, así como las antiguas. Si se ponen a trabajar bienes ociosos de capital, esta “capacidad ociosa” es el efecto de resaca de malas inversiones des desperdiciadas previamente y por tanto es realmente submarginal e indigna de ponerse en producción. Poner de nuevo a trabajar al capital solo redoblará las distorsiones.
Los macroeconomistas modernos a menudo basan sus razonamientos en modelos de  “tasa natural de desempleo”, llenos de expectativas racionales y por tanto tienden a apoyar una política expansionista como herramienta para acelerar la recuperación de un depresión. Por el contrario Hayek (Precios y producción) y Mises (La acción humana), como Rothbard, argumentan que los efectos distorsionadores de la expansión del crédito se producen incluso en presencia de recursos no empleados. Ravier en “Rethinking Capital-Based Macroeconomics” actualizaba más recientemente este argumento extendiendo el modelo de Garrison desarrollado en Time and Money y en “Dynamic Monetary Theory and the Phillips Curve with a Positive Slope” expandía la argumentación sugiriendo una Curva de Phillips austriaca a largo plazo con tendencia ascendente.
Jeffrey Rogers Hummel en “Ben Bernanke versus Milton Friedman: The Federal Reserve’s Emergence as the U.S. Economy’s Central Planner” (p. 512) refutaba con fuerza el argumento de Luce de que Bernanke tiene la serenidad de conocer los límites de la política monetaria y de que un presidente nunca puede ser “maestro”. Y lo hizo incluso antes de la expansión  más reciente de la actividad de la Fed. Hummel escribía:
Pero ahora, con Bernanke, el aspecto de planificación centralizada de la banca central abarca mucho más. Como observaba George Selgin en una entrevista: “La Fed (…) se ha convertido en una agencia planificadora centralizada con un departamento de bienestar corporativo” (citado en Oliver 2009). Requiere cierta arrogancia asumir una tarea tan abrumadora, pero está claro que a Bernanke no le falta esa arrogancia. Sin embargo, como sugiere la recuperación prolongada e incompleta de la reciente recesión, la nueva planificación centralizada de la Fed, como la antigua planificación centralizada, resultará finalmente un fracaso desafortunado y posiblemente desastroso.
El uso de Luce del “buen ingeniero” cuando se refiere al presidente Bernanke podría tomarse de dos maneras, ambas posibles: el ingeniero como planificador, para la que es muy apropiado el resumen de Hummel, o un maquinista de tren guiando hábilmente a un tren de alta velocidad a lo largo de la vía. Si se toma la segunda acepción, es ilustrativo comparar a Bernanke con el famoso maquinista Casey Jones. Bernanke, como Casey Jones, se considera a menudo como un héroe popular. Sin embargo, Jones era el ingeniero en una importante colisión de trenes, que se debieron a sus errores de juicio y su propio exceso de confianza. La actual política monetaria de Bernanke es una colisión de trenes esperando a producirse. La solución definitiva apuntada por Roger Garrison: “La esperanza de conseguir un crecimientos sostenible a largo plazo solo puede basarse en las perspectivas de descentralizar el negocio de la banca”.

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