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J.P.
Floru ha publicado en inglés una obra que ojalá esté pronto disponible
en castellano. Su título puede traducirse como CIELOS EN LA TIERRA. CÓMO
CREAR PROSPERIDAD MASIVA (Heavens in Earth. Howtocreatemassprosperity.
Biteblack Publishing, 2013). El libro está imbuido de espíritu liberal y
reseña varios casos exitosos para crear bienestar colectivo, siguiendo
técnicas que ya deberían ser sabiduría convencional y se empeñan en
resistir los populistas: respetar derechos de prosperidad, reducir la
dimensión del sector público, crear legislación simplificada sobre
empresas y trabajadores, junto a disciplina tanto fiscal como monetaria.
Lo interesante es cómo diferentes países han transitado la senda hacia
esos logros. Entre los contemplados, sólo hay un caso en el mundo
latinoamericano: Chile. Es también el único país hispanoparlante en la
muestra, compuesta por EEUU, Alemania, Reino Unido, Hong Kong, China,
Nueva Zelanda y Singapur.
En
el prefacio, AllisterHeathmuestra claramente el problema de
optimización entre redistribuir riqueza y crearla. Elevar la
redistribución por el Estado reducirá la creación de riqueza adicional.
Así que la elección social debe considerar que el principal coste de
maximizar la redistribución de riqueza es destruirla. La historia
económica nos ha enseñado que el mejor camino en esta elección es lo que
señala Heath: “confiar en el individuo, los derechos de propiedad, el
imperio de la Ley y preservar el valor del dinero.” (p. 14)
El
caso chileno contempla lo ocurrido desde que Salvador Allende
(1908-1973) llegó al poder en 1970, siendo el primer mandatario marxista
electo por sufragio. Lo interesante al contar el episodio es este
matiz: Allende no fue electo mayoritariamente: sacó 36,6% de los votos,
frente a 35,3% de su oponente Jorge Allesandri, lo cual significaba
cuarenta mil votos de diferencia apenas,entre tres millones de
electores. Como bien señala Floru “dos tercios de los votantes no habían
votado por un gobierno marxista.” (p. 181) El Congreso optó por
ratificar al candidato más votado, siguiendo la tradición democrática
chilena – fue decisivo el visto bueno del partido cristianodemócrata-.
Lo que vino después hace palidecer y lo más parecido es el totalitarismo
chavista venezolano, si bien Chile detuvo el comunismo en tres años,
mientras Venezuela lleva catorce años bajo él.
Los
antecedentes a Allende son relevantes. Floru los resume señalando: “Un
siglo antes, Chile había sido uno de los países más prósperos de
Sudamérica. El republicanismo y el imperio de la ley fueron establecidos
firmemente. El principal consejero del gobierno, Jean
Courcelle-Seneuil, había sido un seguidor de Adam Smith.” (p. 181) Este
economista francés vivió entre 1813 y 1892, actuando como asesor
político de las autoridades chilenas. La receptividad de Chile a
constructores institucionales foráneos en el Siglo XIX, revelagran
apertura mental. Otro caso notable fue precisamente un venezolano,
Andrés Bello (1781-1865), en el ámbito jurídico y educativo.
La
presidencia previa a Allende, la del demócrata cristiano Eduardo Frei
Montalva (1911-1982), quien gobernó entre 1964 y 1970, ya había iniciado
procedimientos como la expropiación de tierras. Allende partió de ese
espíritu, rescató una ley olvidada de 1932 para intervenir empresas
privadas y de esta forma nacionalizó los principales sectores privados.
En 1973 había 592 empresas públicas chilenas, mientras al tomar el poder
Allende, tres años antes, existían 67; el 40% del PIB chileno era
producido por este hipertrofiado sector público resultante de las
nacionalizaciones.
Para
1973, Chile bajo Allende tenía estos indicadores económicos: gasto
público igual a 70% del PIB; déficit fiscal de 30,5% del PIB (el
venezolano en 2013, en pleno auge petrolero, es 18%); inflación anual de
605% (se duplicaban los precios bimestralmente, como dice Floru, siendo
la inflación MENSUAL exacta esta que estimo: 161%). El desastre estaba
servido para un golpe militar, generando un nuevo quebranto
institucional. Entre 1974 y 1990, Chile estuvo bajo la dictadura militar
de Augusto Pinochet (1915-2006).
Allende
dejó un legado de irrespeto no solo al sentido común económico, sino a
la Ley, sobre la cual consideraba que escondía una situación de
injusticia económica y social, siendo que únicamente sería obedecida
tras desaparecer la sociedad capitalista. En 1971 Fidel Castro había
visitado su país y fue con un arma que le dio Castro que Allende se
suicidó.
La
historia chilena habría podido seguir el curso de tantos excesos
comunistas, populistas y militaristas como las vecinas Argentina o Perú.
Pinochet pudo ser simplemente otro tirano como Onganía o Videla y sumir
a su país en más ruina tanto moral como económica. Afortunadamente,
había un equipo de economistas trabajando antes del Golpe y preparando
una propuesta para el Chile posallende. Cuando los militares se sentaron
en sus sillas del poder público el 12 de septiembre de 1973,
encontraron copias de ese documento preparadas para ellos. Ese
afortunado proyecto se ha denominado EL LADRILLO.
En
lo que quizás sea la historia más afortunada de ayuda al desarrollo,
las autoridades estadounidenses lideradas por Albion W. Patterson
consideraron en 1953 que una de las maneras más eficaces para contribuir
con economías subdesarrolladas era preparar buenos universitarios en
economía, en lo cual estuvo de acuerdo el profesor de la Universidad de
Chicago Theodore W. Schultz, quien sería nobel de economía en 1979. La
Universidad de Chicago, prestigiosa en economía, se ofreció a cooperar
con instituciones académicas chilenas. Lamentablemente, las
universidades latinoamericanas – y como no, sus pares españolas – están
muchas veces guiadas más por ideología y burocracia que criterio
técnico. La Universidad de Chile rechazó la oferta, privando a sus
estudiantes de acceso a conocimiento de grandes ligas en economía. El
rector de la Pontifica Universidad Católica de Chile sí aprovechó la
oportunidad, venciendo resistencias de su propia línea institucional.
Con este afortunado acuerdo de cooperación, entre 1956 y 1964, se
formaron 26 economistas chilenos en la Universidad de Chicago, según
Floru (p. 190). Esta universidad lideraba el estudio de economía de
mercado, favoreciendo enfoques de liberalismo económico en muchas
materias.
Añadiendo
a esta afortunada situación, los egresados chilenos del proyecto
actuaron de manera distinta a otros ciudadanos latinoamericanos con
acceso a educación extranjera mediante convenios estatales (un gran
ejemplo de este despilfarro es la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho,
la cual subsidió estudios a venezolanos sin exigir o promover el retorno
al país). Los economistas chilenos formados en Chicago se tomaron en
serio el aplicar en su país conceptos de liberalismo económico. Lo
primero fue logar imponerse en los medios académicos de su país, lo cual
lograron en gran medida por apoyo de los propios estudiantes. Lo
siguiente fue trabajar de manera privada en pergeñar una propuesta para
la política económica chilena. Reuniéndose los días lunes por varios
años, este grupo de académicos, entre quienes tuvieron figuración Sergio
de Castro y Hugo Hanisch, trabajaron en ofrecer una alternativa al
proteccionismo comercial chileno y a la vocación estatalista vigente en
los años sesenta. Lo que estaba en boga era la tesis del economista
argentino Raúl Prebisch (1901-1986), propiciada desde la CEPAL por la
ONU, según la cual la vía para el desarrollo en América Latina era
proteger de competencia internacional a industrias nacientes locales,
trasvasando recursos desde donde estaba la clara ventaja comparativa y
competitiva: las materias primas. Este proteccionismo muchas veces no
socorrió a “infantes industriales” sino a “enanos”, cuyos dueños
recibieron subsidios y monopolios, dando al mercado local una cara
producción de baja calidad. Era una espiral de regulaciones fallidas.
La
historia chilena alienta claramente sobre el peso que pueden tener los
llamados thinktanks y ONGs privadas para corregir las políticas
públicas. La reseña de Floru menciona como ejemplos a LIBERTAD Y
DESARROLLO, además del CENTRO DE ESTUDIOS PÚBLICOS y el CICYP (una
asociación de empresarios).
Los
“Chicago Boys” chilenos pudieron poner en prácticas sus ideas al entrar
Pinochet en escena. Sus medidas relevantes incluyeron: salirse del
proteccionista Pacto Andino, firmar acuerdos comerciales bilaterales,
privatizar empresas públicas, crear una tasa única de impuesto
corporativo al nivel de 18% sobre beneficios en 1975 (reducido a 16% en
1984) y bajar la tributación sobre renta (tipo máximo de 40%, de lo cual
debería sacar lecciones Francia hoy día). Un error fue dejar el tipo de
cambio fijo, algo criticado por Milton Friedman (profesor de Chicago y
nobel) cuando visitó el país. Esto generó una apreciación artificial de
la moneda, redujo la competitividad comercial, ralentizó el crecimiento
vía exportaciones y exacerbó una burbuja de activos que estalló con la
crisis tanto bancaria como de deuda pública que tuvo Latinoamérica en
1982. La adopción de un tipo de cambio flexible fue la elección y una
clara apuesta del ministro de finanzas desde 1985, Hernán Buchi, La
independencia del Banco Central fue otra de sus banderas.
No
obstante, la mayor innovación es señalada por Floru: “El más importante
logro de las reformas chilenas fue la introducción de un sistema de
pensiones privado. Ha sido copiado en al menos veinte países.” (p. 198).
En febrero de 1996 tuve el gusto de recibir con CEDICE y la UNIVERSIDAD
CATÓLICA ANDRÉS BELLO en Caracas a un personaje clave en esta reforma,
quien queda sin mencionar por Floru, el ministro José Piñera. Él nos
contó mucho sobre esta historia y sigue siendo lectura clave su libro EL
CASCABEL AL GATO. LA BATALLA POR LA REFORMA PREVISIONAL (tengo la sexta
edición autografiada por el autor de Editora Zig-Zag, 1996.)
El
sistema es bastante conocido hoy día: permitir que los trabajadores
depositen en cuentas privadas los fondos para cuando llegue su
jubilación, eligiendo entre instituciones financieras especializadas,
las Administradoras de Fondos de Pensión (AFPs). La dimensión del
sistema es considerable: sus fondos representaban 59% del PIB chileno en
2005, siendo que en 1981 apenas representaban 0,81% del PIB. Una
advertencia importante del libro es que este logro dista de salir gratis
para quien quiera replicarlo: el Estado debe subsidiar la migración de
las pensiones públicas al sector privado y la garantía de una pensión
mínima a los ciudadanos, aunque estos sean incapaces de cotizar lo
suficiente para obtenerla o bien haya una crisis en las AFPs. Lo cierto
es que el rendimiento para los cotizantes en las AFPs ha sido de 12,8%
real entre 1981 y 1996 según Floru, sin producirse una crisis sistémica
de AFPs que es el mayor riesgo macroprudencial de este sistema. Con este
sistema se logra algo que señalaba el difunto ensayista Peter Drucker:
los trabajadores acaban siendo, mediante el mercado de capitales, los
mayores accionistas de las empresas privadas, algo que Marx ni por
delirio previó en su lucha entre capital y trabajo. Una crítica de Floru
es que aún sigue siendo alta la comisión de gestión que aplican las
AFPs.
En
educación y salud es donde el esfuerzo privatizador de la reforma
chilena ha tenido menos alcance. Hay muchos intereses fuertes en estos
sectores y las protestas universitarias en Chile recientemente nos lo
han recordado.
La
democracia arribó en 1990 y mantuvo el legado económico de Pinochet, el
único interesante para fines institucionales. Las cifras que aporta
Floru son elocuentes sobre el éxito de esta historia: la pobreza en
Chile es de 11,9% de la población en 2009, contra 51,3% de Bolivia, 26%
de Brasil, 27,4% de Venezuela y 30% de Argentina; el PIB per cápita
chileno es de 17.400 USD (Floru no señala que sean según paridad de
compra), siendo que sólo Argentina –desarrollada antes de Perón y a años
luz de Chile hasta 1973-, es el único superior en Latinoamérica por muy
poco: 17.700 USD, siendo que el tipo de cambio argentino está
sobrevaluado artificialmente. La inflación chilena es de 3,3% y el
crecimiento anual en 2011 fue de 6,5%. El desempleo no lo ha tenido
España en sus mejores tiempos económicos: 6,6%. La evasión fiscal se
estima en 22% de la recaudación máxima potencial. Todas estas cifras las
da Floru.
Algo
que el ensayo queda sin mencionar son las lecciones de Chile para
economías exportadoras de materias primas. Sólo se señala que la
industria del cobre es esencialmente gestionada por manos privadas, que
CODELCO –la empresa estatal- se está privatizando y que el cobre
representaba 38% de las exportaciones en 2001 (bajo Allende era el 70%).
Un gran logro chileno ha sido crear fondos de ahorro contracíclicos
para las rentas fiscales obtenidas del cobre y el gobierno Bachelet
resistió la tentación de gastar esos excedentes en el más reciente boom
del cobre. Existe un organismo independiente que estudia si un
incremento en el precio del cobre corresponde a una tendencia de largo
plazo y evita que por miopía se genere un desequilibrio en la economía
por malgastar mediante gasto público las rentas extraordinarias. Sobre
este tema comentaré en un trabajo próximo a publicarse. En una
conversación sobre este tema un profesor, Javier Peraza, me comentaba
que los radicales de izquierda chilena pedían que se aplicase esa renta
para invertir en educación. En fin, con socialistas así creo que Chile
puede estar tranquilo.
Es
evidente que otras naciones en desarrollo y de habla hispana pueden
seguir el ejemplo chileno, sin tener que pasar por la interrupción
democrática a que dolorosamente se vio sometido ese país. El logro
chileno correspondió realmente a unos jóvenes economistas que se
educaron en liberalismo económico y convencieron a los políticos de
aplicarlo desde organizaciones académicas privadas.
(El autor de esta reseña es miembro académico del thinktank venezolano CEDICE LIBERTAD)
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13 marzo, 2013
Cielos en la Tierra: Chile
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