13 marzo, 2013

CONVERSACIONES CON EL TIO GILBERTO



Hermosillo, Sonora

Estimados primos, primas, sobrinos, sobrinas, tíos (si es que queda alguno por ahí):

Ante la grave paralización del país y el extravío de nuestros líderes, más que sentir optimismo, debemos seriamente preocuparnos por este 2013 que ya nos asecha amenazante. Pienso ha llegado la hora de seriamente revisar nuestra triste historia…….para cambiarla.

Uno de los hombres que yo más he admirado, fue mi tío Gilberto Valenzuela, el número dos en la lista de 16 hermanos sahuaripeños en la cual mi padre era el 15. Siendo unos 20 años mayor que mi padre, quien perdiera al suyo poco después de nacer, durante toda su vida fungió como el símbolo que forjara sus valores, su personalidad y su conducta, la función más importante de un verdadero padre. Ello me afectaría directamente pues la responsabilidad de ser su hijo, en muchas ocasiones se convirtió en una carga demasiado pesada la cual, con humildad acepto, a veces no pude sostener.

Recién graduado del Tec de Monterrey, decidí iniciar mi vida profesional en la ciudad de México lo cual me daría la oportunidad de vivir una experiencia que hasta hoy, ya en el camino hacia esa etapa vital de profunda reflexión, realmente la he llegado a entender y apreciar. En los años que estuve en la capital del país, tuve la fortuna de establecer una relación especial con mi tío que me llevó a reunirme con él cada vez que había oportunidad y siendo un hombre generoso, lo fue también con su tiempo para conmigo.

Las reuniones se iniciaron como un especie de obligación impuesta por mi padre de visitar al tío, cuando también me aconsejaba algo que el principio me parecía tedioso—el tomar nota de todos los temas tratados en esos encuentros. Sin embargo, después del primero y a medida que avanzaban, más increíble me parecía la aventura al escuchar a este hombre tan sabio. Nos reuníamos en de su casa casi cada semana, y los encuentros se extenderían por un periodo de tres años. Los temas que se exponían iban desde la propia vida del tío, que se asemejaba a una película, pasando por la historia, sociología, filosofía, política y, un tema que mi tío dominaba como el mejor y a mí me apasionaba; economía.


Dejé la ciudad de México a mediados de los años 70 cargado con decenas de hojas manuscritas producto de nuestras reuniones. Pero luego me sumergía en un mundo diferente, el de logros materiales, los títulos, los aplausos y las hojas con el material del tío Gilberto, quedaban archivadas en algún mueble del rincón de los olvidos. Pero como dijo el poeta; avive el alma y despierte, hace un par de años, inquieto me di a la búsqueda de las preciadas minutas y al encontrarme con la frustración de no dar con ellas, llegué a pensar que las había extraviado, al igual que muchos otros tesoros perdidos durante mi azarosa vida.

Hace unos meses, creo haberme sentido igual que Colón cuando descubriera el nuevo mundo. En el almacén de una casa deshabitada y luego de absorber el polvo de tantos años, encontraba tan preciado tesoro. Después de casi 30 años, de nuevo estaban ante mí las notas emanadas del pensamiento de Gilberto Valenzuela. Luego de extraer los documentos e iniciar su lectura, me parecía imposible aceptar que fuera algo producido por mí. A medida que avanzaba mi rencuentro con Don Gilberto, su contenido producía algo semejante a bellas notas musicales que me arrullaban, pero también avivaban mi conciencia y sentía se corría un nebuloso velo de mi vista.

Me ha tomado tiempo de nuevo leer y asimilar los viejos apuntes, pero hoy puedo entender infinidad de cosas que me han obsesionado durante toda mi vida, han provocado grandes frustraciones y, sobre todo, me han impedido el hacer aportaciones cuando me inmovilizaban. Entiendo mejor la historia de México y cómo hemos llegado al destino que hoy día nos zarandea. Entiendo en qué parte del camino se desrieló la cultura libertaria que invadía nuestro país en el siglo XIX. Cultura que promovía Hidalgo fuera lector de Locke, Rousseau, Montesquieu, Jefferson y demás liberales del pasado. Por ello, la ejecución de Miguel Hidalgo no solo cegaba su vida, cegaba también la verdadera independencia de México tanto que, se paría la caricatura de un imperio y se gestaba nuestro calvario de los últimos casi 200 años.

Entiendo mejor la lucha de conservadores contra liberales; entiendo cómo se modificó el liberalismo de Porfirio Díaz a su imagen y semejanza y, sobre todo, por qué. Entiendo donde quedaron tirados los principios liberales de Madero y Obregón. Entiendo que, aun cuando Zapata despreciara el ejido, se instalara como el símbolo más insultante de su fallida y deforme revolución. Pero, sobre todo, ahora con gran claridad veo la infame telaraña que tejieron los revolucionarios para mantener al país secuestrado, y más entiendo que mi tío Gilberto, habiendo sido el autor del Plan de Agua Prieta, nunca hubiera aceptado ser miembro del PRI en su colapso con Calles.

Ahora entiendo el que un hombre de la mente, de los logros y de la limpieza de Gilberto Valenzuela, se le ignore no sólo en la historia de México, sino en la de su propio estado, que en fin, fue el gran “enemigo de la revolución” al rebelarse contra Calles en su Plan Hermosillo y, aun cuando fracasara en su intento de rescatar la patria de la ruta que nos llevó a ésta encrucijada, con esa visión profética que lo caracterizaba, muy claramente dibujó el futuro de México….que hoy se ha convertido en nuestro devorador presente, y lo más triste, no se mira algún mecánico que destrabe la oxidada maquinaria.

Intento compartir estos viejos apuntes con mis amigos en una serie de escritos que, debelarán el pensamiento de uno de los grandes liberales sonorenses; Gilberto Valenzuela. Hoy sólo les entrego un anticipo con la entrada del Plan Hermosillo que, en mis notas aparece como una de las frases favoritas de Don Gilberto:


“Tengo que exhibir las ruindades, los crímenes que han regido el programa del gobierno, para que estas verdades pasen lista en las filas de quienes propugnamos por una era mejor. Una era sin un agrarismo a lo Calles que ha matado la agricultura, un laborismo que sólo es holgazanería y afán insaciable de enriquecimiento, un laborismo que ha asesinado la industria, sin una política económica que consista únicamente en reducción de sueldos de míseros empleados, que permitan amasar fortunas que se convierten a la postre en posesiones como Soledad de la Mota, y residencias palaciegas para cortesanas impúdicas en Anzures y en el fraccionamiento Hipódromo.”

"Seguiremos en esta cruzada por la salvación de la Patria que nos hemos impuesto y terminaré anunciando dentro de pocos días, allí en Huatabampo, junto a las cenizas aún calientes de Álvaro Obregón, traicionado por quienes le dieron el fatídico beso de Judas, jurándole ser el mejor y más leal de sus discípulos, declararé con voz alta a la faz de la nación, cómo el cobarde, el asesino, el Borgia de la época actual, Plutarco Elías Calles, fraguó y llevó a cabo el proditorio asesinato del jefe de la Revolución.”

¡Abajo el dominio de Plutarco Elías Calles! ¡Abajo la imposición! Queremos construir un pueblo libre para pensar, libre para obrar de acuerdo con nuestras leyes conquistadas a costa de tantos sacrificios!

Hermosillo, Son., febrero de 1929.





Por un nuevo año de logros y, finalmente, en la libertad

Ricardo Valenzuela



REFLEXIONES LIBERTARIAS
CONVERSACIONES CON EL TIO GILBERTO
Ricardo Valenzuela


Cuando iniciaba mi carrera profesional, en la década de los años 70, tuve la fortuna de que a las escasas dos semanas de haber arribado a la ciudad de México, mi padre hiciera un viaje de negocios a la misma y, muy a su estilo, desde nuestro encuentro en el aeropuerto me giraba instrucciones del plan que había ya confeccionado el cual obviamente me incluía, pero con la flexibilidad de permitirme algún tiempo libre pues me encontraba en esos momentos dedicado a las entrevistas de mi primer trabajo.

El motivo de la excursión de mi padre, era el llevar a cabo el pago de la extorsión anual al entonces Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, para de esa forma evitar las invasiones de nuestros ranchos ganaderos que, como la mafia siciliana, eran promovidas por batallones de líderes campesinos en su nómina si alguien no cumplía con el ritual. Ya en años anteriores, siguiendo uno de los principios revolucionarios de la reforma agraria, habíamos sido despojados de más de 20,000 hectáreas.

El plan incluía visitar su hermano, el tío Gilberto, quien siendo más de 20 años mayor había ocupado el lugar de su padre cuando mi abuelo prematuramente falleciera. Siendo un fiestero joven que iniciaba la tercera década de su vida, no me entusiasmó la idea, pero luego de recordar los impactantes encuentros con ese hombre en años anteriores, me pareció que algo realmente interesante me aguardaba. México despedía la década de los años 60 y aun cuando su economía era un ejemplo de estabilidad bajo el comando del tiránico Díaz Ordaz, en el recipiente se iniciaba ya el hervido de un potaje que marcaría para siempre al país.

Después del episodio de la matanza de Tlatelolco, los mexicanos ahora miraban con esperanza hacia el candidato recién revelado por el partido de gobierno; Luis Echeverría; Un oscuro burócrata de profesión quien ocupaba la Secretaría de Gobernación, habiéndola escalado en medio de una nube de misterio y grises desempeños. Echeverría era un político joven quien, desde al momento de su “destape,” había sufrido una transformación de ser un hombre seco y desagradable, al de una persona cuyo perfil se develaba como alguien que tenia urgencia por hablar, lo cual hacia como un gran torrente desorganizado y sin dirección.

Al día siguiente, mi padre y yo esperábamos al tío Gilberto. Nunca pensé sería el inicio de algo que marcaría mi vida. El tío llegaba al hotel con una puntualidad inglesa y, luego de que el chofer estacionara el auto, para mí fue sorpresa ver como aquel hombre, ya rayando los 80 años de edad, sale del mismo con gran agilidad para luego abrazar a mi padre con gran cariño. Voltea hacia mí sonriendo para afirmar; a este muchacho parece que lo fertilizaron, cuando también cariñosamente me abraza. Minutos después transitábamos las calles de la ciudad hacia su casa de Sierra Candela en las lomas de Chapultepec.

El hijo mayor del tío, también del mismo nombre, en esos momentos ocupaba la Secretaría de Obras Públicas en la administración de Díaz Ordaz, y él lo expresaba con orgullo. Media hora después, hacíamos la entrada a su casa donde su esposa de toda la vida, la tía Sofía, nos recibe con muestras de gran afecto, sobre todo para mi padre, a quien ella también consideraba como otro más de sus hijos. Nos pasan a una pequeña salita y nos ofrecen un aperitivo para antes de la comida.

Luego de que mi padre y su hermano se pusieran al día con todas las noticias de la familia, recordar algunas de sus historias en Europa y mi tío hacer añoranzas de Sahuaripa, me pregunta; y tu hijo, ¿Qué andas haciendo por estos rumbos? Me vine a buscar nuevos horizontes aquí en la ciudad de México, le respondo. Ante sus genuinos interrogatorios, le explico que mi intención era ser banquero y pensaba que la mejor forma de iniciar era en esa ciudad. Le explico también, cómo ya me entrevistaba con algunos bancos en la ciudad. Al final del informe el tío me dice, “pues espero que te contraten en el Banco de Comercio, es el mejor banco del país.”

De inmediato pasa a tu tema favorito; la política y afirma. No me gusta lo que estoy escuchando de ese muchacho que destaparon para la presidencia. ¿Que es lo que no te gusta? Le inquiere mi padre. Nada, responde tajante el tío. Me da la impresión de ser un hombre superficial, pero lo que más me preocupa, es que sus mensajes revelan lo que me parece gran amargura contra algo o alguien, que no puedo entender. Me parece un hombre desbocado que no está siguiendo la disciplina que los priistas han manejado siempre como su evangelio. Y no lo hace porque sea un nuevo reformista, me parece que es torpe y su mensaje lo interpreto como una capirotada de Cárdenas y Toledano, pero con la autocracia Callista y Porfirista.

Continúa; Vivimos en un mundo peligroso hoy día. Tenemos en puerta un grave enfrentamiento entre dos corrientes muy diferentes; el comunismo que cada día avanza a más velocidad, y lo que ahora representa los EU, que es algo que yo ya no entiendo. Las ideas liberales que le dieron vida a ese país, se han estado abandonando y emerge un estado cada vez más poderoso desplazando a la sociedad civil. México, después de 40 años de era post revolucionaria, no ha logrado identificación y mucho menos lo que tanto se buscaba, progreso, en primer lugar, y la famosa democracia. Y este hombre me da la impresión de que no entiende su alrededor y habla y actúa como si fuera un Mesías con soluciones que, ante sus mensajes, asoman una grave luz de alarma.

Con una visión casi profética procede ahora el tío: Creo que este hombre como presidente va a ser algo incontrolable y con un sistema que de por sí, les entrega un peligroso poder, Echeverría lo va a llevar a extremos que ni nos imaginamos. Pienso que es un hombre a quien la autocracia lo seduce y atrae más que a Calles. Luego de disfrutar una exquisita comida, de nuevo nos estacionábamos en la bella salita. El tío continuaba expresando sus preocupaciones por el futuro del país.

Llega el momento de retirarnos y estos hombres al despedirse se funden en un abrazo, como presagiando que ya no se volverían a ver. El tío entonces me dirige la mirada y me dice: Quiero que vengas a visitarme seguido, no te me pierdas. Claro le digo, se lo prometo. El chofer ahora nos regresaba al hotel y es cuando mi padre me pide: Ve seguido a ver a Gilberto y otra cosa, en las conversaciones que tengas con él, toma notas, pues algún día te van a servir. Pero ¿para qué? Le pregunto confundido. Me responde; Gilberto fue una de las mentes más brillantes de la revolución, uno de sus grandes ideólogos y una de sus grandes frustraciones, es que los postulados con los que se peleó y por los cuales tanta gente dio la vida, no se han cumplido.

Siguiendo el consejo de mi padre, durante los tres años que viví en la ciudad de México, tuve una serie de reuniones con mi tío casi con frecuencia semanal, de las cuales siempre tomaba nota. Al abandonar la ciudad en mi regreso a Hermosillo, fui a despedirme. Como siempre, me recibía con gran gusto y luego de explicarle mis planes, iniciamos la despedida cuando me pregunta; ¿Qué piensas hacer con las notas que tomabas? No lo tengo claro, le respondo, pero sé que las voy a dar a conocer a los mexicanos del futuro.

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