25 marzo, 2013

Del sueño de Colosio a la revolución de Peña



Nunca sabremos qué México habría heredado a su sucesor; en cuatro meses, un cambio impensado; comienza a recuperarse el tiempo perdido
por  
imagen1
La tarde del 23 de marzo de 1994, 19 años atrás, un “asesino solitario” cambió el rumbo del país asestando un balazo en la cabeza a Luis Donaldo Colosio, que veía un México “con hambre y con sed de justicia… de gente agraviada por las distorsiones a la ley de quienes deberían servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.


Nunca sabremos qué México habría heredado a su sucesor; su asesinato, no aclarado aún, a pesar de la verdad jurídica del “asesino solitario”, le impidió convertir su discurso en realidad.

Los priístas, encabezados por César Camacho, lo recordaron el pasado sábado.

El país ha cambiado desde su muerte, pero no tanto como prometió en los 100 días de su campaña.

De entonces a la fecha, el PRI perdió el poder y lo recuperó tras 12 años de alternancia que de poco o nada sirvió. Enrique Peña Nieto heredó de los panistas un país en peor situación que como Ernesto Zedillo lo dejó a Vicente Fox.

 

 

LA REVOLUCIÓN DE PEÑA NIETO


En escasos casi 4 meses de gobierno, Peña Nieto protagoniza una revolución impensada por sus contrincantes de candidatura y de campaña presidencial.

Los resultados, a la vista, dejan en claro que la campaña mediática implementada para evitar que el entonces gobernador del Estado de México fuese candidato y, después, Presidente fue mera guerra sucia, planeada y operada por sus contrincantes. 

Nada queda de los infundios de entonces, por ejemplo, que era producto del monopolio televisivo.

La iniciativa de Reforma en Telecomunicaciones y su aprobación, por la Cámara de Diputados, es el mayor mentís que pudieran recibir los promotores de aquellos infundios, muchos de origen priísta.

Colosio fue objeto de campañas similares, orquestadas, en aquella época, por Manuel Camacho y Marcelo Ebrard. No le concedían mayor mérito que el cariño del Presidente Salinas, al que correspondía con lealtad a prueba de todo.

Colosio era mucho más que sólo un político que había ganado el cariño y la confianza de Carlos Salinas.

Llegó al equipo del brazo de Rogelio Montemayor y su iniciación se dio en el grupo de Camacho; destacó por su empecinamiento en ser candidato a diputado por el distrito correspondiente a su natal Magdalena de Kino, Sonora. 

Una vez que lo consiguió, su futuro estaba claro, en especial cuando Salinas le confió la coordinación de su campaña. Luego vendría el crecimiento como presidente del PRI y secretario de Desarrollo Social.

Al igual que con Peña Nieto, sólo para Camacho no fue evidente que el candidato presidencial del PRI sería Luis Donaldo; le compitió hasta el último minuto; providencialmente, se rindió pocas horas antes de que Colosio fuese asesinado en Lomas Taurinas.

Su reacción ante el “destape” de Colosio y su ofrecimiento posterior, como una especie de candidato alterno en pleno aprovechamiento de su condición de negociador de la paz en Chiapas sin goce de sueldo, crearon la percepción, sin duda injusta, de que algo tuvo que ver con el magnicidio.

En un clima adverso, adjudicado, por él, al entonces gobernador del Estado de México, Emilio Chuayffet, arribó al velatorio en Félix Cuevas, en donde Diana Laura le hizo saber que su presencia no era bien vista por la familia Colosio.

Fue el ex secretario particular de Luis Donaldo, Alfonso Durazo, quien le comunicó la decisión de la viuda. Paradójicamente, con los años, Durazo y Camacho hicieron pareja al lado de Andrés Manuel López Obrador.

Para los historiadores están el voluminoso expediente que difundió la PGR sobre el magnicidio, así como decenas de libros y millares de testimonios en el Internet.

A menos que alguien guarde información incuestionable para difundirla en el futuro, nunca sabremos si Luis Donaldo fue víctima de una conspiración de poderes que lo consideraron peligroso para su permanencia, o si lo ejecutó un desequilibrado en búsqueda de notoriedad.

Lo que está a la vista son las consecuencias.

 

 

SEXENIOS DE OPERETA Y TRAGEDIA


Su lugar fue ocupado por quien, conforme a las versiones de los colosistas, estaba a punto de quedar fuera del equipo, Ernesto Zedillo, que fungía de coordinador de la campaña.

Zedillo, conforme a la leyenda urbana tejida a su alrededor, comprometió la alternancia con Bill Clinton a cambio de salvar su gobierno (naufragante por el “error de diciembre”) con un préstamo de 50 mil millones de dólares, o por odio al priísmo.

Lo cierto es que, seis años después, el PRI desalojó Los Pinos y dio paso a un sexenio de opereta, al que le siguió otro de tragedia.

El PRI tardó en aprender a vivir en la orfandad. Fracasó, estrepitosamente, en el primer intento de recuperar la Presidencia, más por su división interna que por sus contrincantes.

Pudo desperdiciar la segunda oportunidad, pero, para su fortuna, Peña Nieto se apoderó del PRI y de la candidatura. Era el único que podía ganar y así lo entendió la inmensa mayoría del priísmo.

No se equivocaron; los resultados están a la vista. En 110 días, el marco jurídico ha cambiado. Las reformas se suceden y habrá más si persiste el espíritu del Pacto por México.

Ignoro si el México que vislumbraba Colosio es el que construye Peña Nieto, pero, por lo menos, se está recuperando el tiempo perdido con Fox y Calderón, y por el PRI y el PRD también.

No hay comentarios.: