por Jason Kuznicki
Jason Kuznicki es académico de investigaciones del Cato Institute.
Por supuesto que el matrimonio homosexual debería
ser una cuestión decidida por los estados. De hecho, todo lo que
comprende el matrimonio debería ser decidido por los estados. Busque en
la Constitución de EE.UU. de principio a fin y no
encontrará referencia alguna al matrimonio. Si encontrará, sin embargo,
la Décima Enmienda, que dice lo siguiente: “Las atribuciones que la
Constitución no ha delegado a los Estados Unidos ni prohibido a los
Estados, quedarán reservadas a los Estados respectivamente o al pueblo”.
El matrimonio no es comercio, ni una guerra ni un impuesto. No está
relacionado al dinero, ni a la oficina del correo postal, ni al sistema
de patentes ni a cualquier otro de los poderes enumerados del gobierno
federal. Su regulación no es necesaria ni adecuada en la consecución de
esos poderes.
Al momento de redactar la Constitución, todos los estados tenían uno u
otro tipo de leyes matrimoniales. Habían amplias diferencias entre
ellas, tanto en ese entonces como ahora, y tales diferencias han
existido en todo momento desde ese entonces y persisten el día de hoy.
Los fundadores no tenían el deseo de decidir estas cuestiones y tampoco
querían que un Congreso en el futuro lo decida. La Constitución que
ellos escribieron dejó solamente dos opciones: O se permite que los
estados regulen el matrimonio (tal vez derivando en consecuencias
federales) —o se devuelve el matrimonio a la gente, a los individuos,
familias y comunidades. Cualquiera de estas dos opciones sería
consistente con la Constitución. La Ley de Defensa del Matrimonio, sin embargo, no lo es.
Hablando desde mi ámbito personal por un momento, estoy casado con
alguien del mismo sexo. Algunos estados reconocen mi matrimonio,
incluyendo mi estado natal de Maryland. Me alegra que lo reconozcan y
deseo que más de ellos lo hagan. Pero así como el Congreso no puede
prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo, debo concluir que
el Congreso tampoco lo puede establecer.
Si los estados todos deben reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo como algo relacionado a la legislación de derechos civiles,
no a la Décima Enmienda, es una cuestión que la Corte Suprema podría
abordar pronto. El caso de la Proposición 8 —enmienda a la Constitución
del estado de California que especifica que el estado californiano solo
reconocería el matrimonio heterosexual— no requiere de esto. Y es
todavía menos posible que la Corte tome la decisión de gran envergadura
que se requiere para decir ‘si’ a la interrogante anterior. Mientras
tanto, estoy contento con respaldar el matrimonio entre personas del
mismo sexo y de defenderlo a nivel de los estados, donde la opinión
pública rápidamente está cambiando a su favor y donde vale la pena dar
la pelea todavía.
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